La familia Páez Morilla casi al completo en una entrañable imagen. :: IMÁGENES CEDIDAS POR ESPERANZA PÁEZ
Jerez

Última vieja gloria del jerez

El conocido y ejemplar empresario del sector ha sido pionero sobre todo en el vinagre

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Al continuar con la letra 'P' no podemos dejar de distinguir a la familia Páez, y de entre todos ellos a su patriarca, Antonio Páez Lobato, conocido y ejemplar empresario del sector del vino, pero, sobre todo, del vinagre de Jerez, quien fuera pionero en diversos aspectos de su crianza, almacenaje y venta. Y, por extensión, a sus hijos e hijas, la mayoría de ellos inmersos en el negocio del vino, en el que hace años tuvieron la feliz idea de diversificarse con la producción de vinos blancos de mesa, o la fabricación de botas de roble, la viticultura...

Hombre de amplios conocimientos del vino y la bodega, Antonio Páez es, por sus cualidades personales, un bodeguero jerezano de singulares características; carisma que le ha granjeado gran número de amigos en todos los ámbitos de nuestra ciudad, sobre todo en el sector del vino, donde es valorado y respetado por su buen hacer y trayectoria.

Nació el 23 de febrero de 1923 en la jerezana calle Sevilla, 39, casa en la que mantuvo durante décadas su pequeñita bodega y despacho de vinos Los Palitos.

Tercero de siete hermanos, decidió continuar con la tradición familiar, ya que su padre era el propietario de un despacho de vinos, uno de aquellos populares tabancos de Jerez, donde, aún siendo un niño, con solo 9 años de edad, al terminar las clases en el colegio se iba al negocio de su padre para ayudar a su familia. Cuenta él mismo que se tenía que subir a un cajón de madera para lavar los vasos porque no llegaba a la fregadera.

A la edad de 23 años, se casó con Josefa Morilla Nuño, su novia de toda la vida, con la que tuvo nueve hijos: Guadalupe, Pepe, Luisa, Mercedes, María Antonia, Antonio, Carmen, Esperanza, Yolanda y, más tarde, una prolífica y unida familia. Hasta el 30 de abril del año 2000, fecha en la que tras 54 años de feliz matrimonio, Josefa Morilla dejó de existir.

A medida que pasaban los años, su carácter inquieto y emprendedor hizo que Antonio Páez decidiera independizarse y, aunque como propietario siguiera con el negocio de los bares, se dedicó a ejercer de corredor de todo tipo de negocios relacionados con el vino de Jerez y la bodega, para lo que recorría casi toda España en una Vespa, ofreciendo partidas de vino barricas y otros productos bodegueros jerezanos.

Muy joven aún, inició su propio negocio de tonelería, en un local alquilado, gracias a unos préstamos bancarios. No obstante, los principios fueron muy duros ya que ningún proveedor de madera de roble le quería servir a no ser que el pago se ejecutara al contado o con aval bancario. Al preguntársele, él mismo califica los inicios de su tonelería como muy difíciles, pues el valor de la materia prima para fabricar las duelas de roble suponía un costo económico de gran envergadura.

Por esa razón, durante la década de los 40 a los 50, tuvo que conformarse con servir pequeñas partidas de barricas a diversas firmas de la zona de Jerez, como también de La Rioja. No obstante, y a pesar de los problemas que entrañaba el negocio, continuó salvando las dificultades. Gracias a ello, en la actualidad la familia cuenta con una magnifica tonelería, que instalada en una parcela de 5.700 metros cuadrados, da trabajo a una plantilla de 20 trabajadores, con una cartera de clientes que incluyen bodegas de renombrado prestigio en diversas regiones vitivinícolas españolas: Rioja, Ribera del Duero, Toro, Extremadura... Como también firmas de productores extranjeros en Japón, Cuba, Austria, Irlanda, Reino Unido, Estados Unidos, Portugal...

Ya en el año 1945 y debido a la gran visión de futuro por la que siempre se caracterizó, Antonio Páez Lobato comenzó un negocio hasta entonces desconocido en Jerez. Para ello se dedicó a comprar a las bodegas de Jerez partidas de vinos avinagrados con el fin de montar unas soleras con vistas a comercializar este excelente producto. En un principio, en Jerez no se le dio importancia a la idea, pasando un tanto desapercibida, pues se pensaba que el vinagre de Jerez era como otro de tantos españoles. Pero Antonio Páez, convencido de la calidad del vinagre que atesoraba debido a las bondades de los caldos de los que procedía, continuó en su empeño pregonando a los cuatro vientos las excelencias del vinagre de Jerez. El trabajo llevado a cabo por aquel muchacho que con apenas 22 años de edad se empeñó en sacar adelante comercializando un producto hasta entonces poco valorado; hoy, 65 años después, se ha llegado a situar como uno de los mejores vinagres del mundo, apreciado y valorado por todos los gourmets y escuelas de cocina...

Debido a ello, la mayoría de las bodegas jerezanas tienen en sus portafolios una línea de vinagre, la que se encuentra avalada por una Denominación de Origen y amparada por un Consejo Regulador. Razones por las cuales a Antonio Páez se le conoce cariñosamente en Jerez como 'el Rey del Vinagre'.

Blancos y tintos

En el año 1976, Antonio Páez adquiere en Arcos de la Frontera la viña La Vicaría, que, al encontrarse fuera de la zona de producción del Jerez-Xerez-Sherry, es donde, puede llevar a cabo la idea que hacía tiempo le rondaba la cabeza: producir otros vinos para evitar la competencia de las grandes y establecidas firmas del Jerez. Después de mucho luchar y como resultado de este trabajo, en el año 1981 lanza al mercado su vino blanco de mesa, al que llama Tierra Blanca, iniciando con ello de nuevo una experiencia pionera en la provincia de Cádiz y que tuvo su continuidad con la salida al mercado del vino tinto Viña Lucía, al que se le puede calificar como el primer tinto andaluz de crianza embotellado.

Esta decisión y apuesta por los vinos de mesa fue en un principio observada en Jerez con cierta curiosidad y también no poco escepticismo, pero el tiempo y el trabajo duro y bien hecho han puesto las cosas en su sitio y, hoy día, casi todas las bodegas del Marco han seguido por este camino.

Reconocimientos

A pesar de lo difícil que es ser profeta en tu tierra, con el paso del tiempo, la labor y trayectoria de Antonio Páez ha sido valorada y reconocida en todos los sectores de nuestra ciudad. Razón por la cual en 1999 fue elegido rey mago en las cabalgatas de la ilusión, tanto en Jerez como en Arcos de la Frontera. En el 2001 fue nombrado 'Jerezanísimo', como también le fue concedido el Catavino de Oro.

En el año 2005 recibió un merecido homenaje -con una mención honorífica incluida- en la Feria Nacional del Vino Fenavin, por toda una vida dedicada al vino.

Auge empresarial

Desde el día 30 de abril del año 2000, fecha en la que, tras el fallecimiento de su querida esposa, Antonio Páez quedó viudo, vive con su hija Esperanza en la calle San Miguel, 7. En la actualidad, a sus 88 años, frecuenta diariamente los negocios, cosa que hace encantado y lleno de orgullo, al ver como sus hijos han formado una piña en torno a él y los negocios por los que ha luchado durante toda su vida. De entonces acá, como si de un ángel protector se tratara, las empresas van cada año mejor, tomando cada una el carácter consolidado que a fuerza de trabajo está familia le ha ido confiriendo.

Para ello, no han parado de innovar y, aunque son conscientes de las dificultades del sector y de la crisis económica que nos invade, han lanzado diez productos nuevos, los mismos que poco a poco van encajando y haciéndose un hueco en el mercado.

Actualmente, la empresa está compuesta por un equipo humano de una veintena de personas en bodega, veintiocho en la tonelería y tres puestos fijos en la viña, más los eventuales que se contratan en vendimia.

Toda la familia forma un gran equipo, en el que cada uno es una pieza importante del engranaje y que dirigidos por sus hijos Antonio y Esperanza y rodeados de magníficos profesionales, están llevando el barco de esta empresa cada vez a mejores puertos y alcanzando los objetivos que cada año se proponen.

Teniendo presencia de sus miembros en los organismos oficiales; tal es el de su hija Esperanza, quien ostenta en la actualidad la vocalía del vinagre en los Plenos del Consejo Regulador.

De carácter abierto y campechano, Antonio Páez ha sido un trabajador incansable, derrochador de simpatía y optimismo, que siempre ha dejado un recuerdo entrañable en todos los que se han acercado a él, por lo que disfruta de una merecida popularidad. En la actualidad, rodeado de sus 27 nietos, goza de las reuniones familiares, en las que se le mima y concede los honores y atenciones que ha sabido granjearse a lo largo de su vida.