El grupo fue a la discoteca en el marco de unas minivacaciones de cuatro días en Chipiona. :: LA VOZ
Ciudadanos

Un grupo de discapacitados denuncia que le niegan el acceso a una discoteca

El dueño del conocido local Picoco asegura que fue por motivos de seguridad, puesto que había mucha gente y no cabían las sillas de ruedas

CHIPIONA. Actualizado: Guardar
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¿Se puede bailar sentado en una silla de ruedas? Pepi Sevilla y Fany Godoy lo tienen muy claro: se puede y se quiere, con y sin silla. Ambas algecireñas, de 46 y 31 años, salieron con esa intención la noche del sábado 8 de julio. Su destino, el pub Picoco, uno de los más señeros y frecuentados del paseo marítimo de Chipiona. Pero sus planes cayeron en saco roto cuando los dueños del negocio no consideraron oportuno que en su local entrasen sillas de ruedas por motivos de seguridad.

«Nos sentimos indignadísimas cuando nos dijeron que no dábamos una buena imagen al local. No entendemos cómo en los tiempos que corren todavía puede haber personas ancladas en el pasado». Ambas amigas formaban parte de un grupo de 21 personas (ocho discapacitados, y cinco en silla de ruedas), que pasaban unas minivacaciones en el albergue juvenil Tolosa Latour de Chipiona.

El viaje, organizado por la Federación Gaditana de Discapacitados, Fegadi, había reunido a personas procedentes del Campo de Gibraltar (Algeciras, San Roque, La Línea, Los Barrios...) y contaba con la supervisión de ocho monitores. Uno de ellos, Miguel de la Torre, narró que un empleado les denegó el acceso al recinto, que cuenta con una rampa lateral. La misma por la que, según fuentes de la discoteca, entraron el viernes por la noche para pasar varias horas de diversión. El sábado quisieron repetir, pero no fue posible. «Primero entramos a consultar si podíamos entrar, pero el chico habló con su jefe, o con alguien que estaba dentro, que le dijo que la noche de sábado se les llenaba hasta los topes, y que no podían entrar tantas sillas de ruedas porque desentonaba con la estética del local». Fegadi, que no denunciará los hechos, sí ha hecho público un comunicado en el que censura la actitud del empresario. «Pretendían meternos en la discoteca de abajo, donde estuviéramos escondidos del resto del público. Es increíble una terraza de verano en plena localidad costera, con turismo de todo tipo, y que las personas con discapacidad seamosclientes molestos». Consultado por este periódico, el dueño, Manuel Pantoja, explicó que les ofreció abrirles el sótano, perfectamente habilitado como una discoteca donde eventualmente se organizan conciertos. «Les iba a poner un disc- jokey para ellos solos y por supuesto, servirles las bebidas». Pero como él mismo reconoció, el elevador no funcionaba. En cualquier caso, la opción no encajaba con los planes del grupo. «Queríamos estar en la terraza, donde está todo el mundo. De hecho cuando pasamos a la vuelta, estaba lleno». Porque la negativa del Picoco a que el grupo de dicapacitados y sus monitores ocuparan espacio en la terraza y la sala interior no mermó las ganas de pasarlo bien. Apenas unos metros adelante, junto al Faro, encontraron otro negocio, la discoteca 'Arena', donde la acogida fue distinta.

«Discriminados»

«Allí recibimos un trato exquisito. Se portaron estupendamente con nosotros. Nos ayudaron a entrar, nos sirvieron las bebidas, se hicieron fotos...». Pero el buen rato que pasaron en este establecimiento no borró el mal sabor de boca que aún les dura de la experiencia en el Picoco. «Es la primera vez que nos sucede algo así. Nunca nos han impedido la entrada a ningún sitio. Nos sentimos fatal, totalmente discriminados». Miguel de la Torre dijo que esta no es la primera vez que colectivos con estas condiciones tienen problemas con este local.

Desde la organización de discapacitados hicieron un llamamiento «para que los dueños de estos locales sepan que las personas con discapacidad son dignas de ser ciudadanos como el resto, que estamos en el siglo XXI y es hora de que se cumplan los derechos de ciudadanía en igualdad». El dueño del establecimiento, por su parte, insistió en que su negativa se sustentaba en la seguridad que requería el local por la aglomeración de gente.