ESPAÑA

Rubalcaba recoge el testigo de Zapatero

El debate sobre el estado de la nación sirve de obituario político del presidente del Gobierno

MADRID. Actualizado: Guardar
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Ahora sí, José Luis Rodríguez Zapatero pasa a un segundo plano. El anuncio de que no sería el candidato del PSOE para las próximas elecciones generales ya lo apartó en buena medida del centro de la pista, pero el debate sobre el estado de la nación sirvió casi de obituario político. El presidente del Gobierno negó al abandonar el Congreso, casi a mediodía, que el suyo fuera un discurso de despedida. Sin embargo, todos los grupos de la cámara lo interpretaron como tal. Llega la hora de Alfredo Pérez Rubalcaba.

El número dos del Gobierno ha optado por un perfil bajo durante las dos jornadas del debate sobre el estado de la nación, pero el PSOE se volcará a partir de ahora en lanzar su candidatura y en acomodar las estrategias a sus intereses. El problema es que esta última parte no termina de estar clara. Los socialistas no solo tienen dudas sobre si les conviene o no agotar la legislatura en marzo de 2012; también barruntan sobre la pertinencia o no de que Rubalcaba continúe en sus tres cargos del Ejecutivo.

En el PSOE hay quien asegura que su salida se producirá pronto y que cabe esperar una crisis de Gobierno en el «entorno» del 9 de julio, que es cuando el candidato a la presidencia del Gobierno será ya proclamado con toda la pompa que la ocasión merece. Pero fuentes gubernamentales afirman que el interesado no ha tomado aún una decisión al respecto.

Lo que sí empieza a parecer ya una opinión mayoritaria entre sus más afines es que no solo debería dejar el Ministerio del Interior, como es sabido que hará, sino que ya puestos sería mejor que lo dejara todo. El puesto de portavoz gubernamental podría ser heredado por el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, y el de Interior por su secretario de Estado, Antonio Camacho. A juicio de algunos socialistas, la vicepresidencia primera ni siquiera tendría por qué ser cubierta.

En todo caso, la elección del momento está también ligada, de alguna manera, al momento en el que puedan celebrarse las elecciones. El hecho de que Rodríguez Zapatero no dijera ni una vez durante el debate sobre el estado de la nación que quiere llegar a marzo ha vuelto a disparar los rumores sobre un adelanto a otoño.

El jefe del Ejecutivo se limitó a decir que hay «tarea más que suficiente para los meses que quedan por delante». Y fuentes del grupo parlamentario alegan que, dada la volatilidad de los mercados y de la situación griega es imposible asegurar que, pase lo que pase, se agotará el mandato. Eso, al margen de que las posibilidades de sacar adelante los Presupuestos será determinante.

En manos del PNV

El propio Zapatero dio a entender el martes, sin ningún rubor, que está en manos del PNV, la formación que hasta ahora le ha facilitado la aprobación de las cuentas públicas. En ese sentido, las cosas pintan relativamente bien porque también los nacionalistas vascos se han mostrado partidarios de que la legislatura no acabe antes de lo previsto. El secretario general del grupo parlamentario socialista, Eduardo Madina, se mostró asimismo optimista con las expectativas de alcanzar acuerdos. Y más, dijo, después de ver cómo ha ido un debate en el que el PSOE esperaba salir trasquilado y, en cambio, se ha puesto las pilas. «Estamos enchufadísimos porque decían que estaba acabado, pero Zapatero ha barrido a Rajoy», presumió.

Es cierto que, aunque tuvieran un componente elegíaco, el presidente del Gobierno se llevó ayer en la cartera un buen puñado de halagos que le debieron permitir volver más liviano a la Moncloa. También recibió las ya consabidas críticas a su gestión económica. Pero lo singular fue el modo en que no pocos portavoces decidieron decirle adiós. Nada que ver con el protocolario «espero que tenga suerte», que en su día recibió José María Aznar.

La más desinhibida fue la representante de Coalición Canaria, Ana Oramas. «Usted puede mirar a los ojos de los españoles, puede mirar a los ojos de su padre, que lo vimos ayer muy orgulloso de usted y de sus hijas». «No es infalible, pero puede mirar a los ojos de los españoles porque ha trabajado por ellos», insistió. También el portavoz del BNG, Francisco Jorquera, le trasladó sus respetos: «No dudamos de su honestidad; no dudamos de su entrega a sus funciones», dijo. Incluso la diputada de UPyD, Rosa Díez, hacia quien los socialistas sienten una especial inquina, bastante recíproca, se vio forzada a decir algo. «Yo creo que no tenemos que confundir la simpatía personal con la política; siempre ha encontrado el respeto personal de esta portavoz», subrayó.

Zapatero niega que todo esto fuera una despedida, pero ni su grupo lo vio así. De hecho, el socialista José Antonio Alonso admitió que muchos diputados le habían pedido que aprovechara su intervención para poner una rúbrica laudatoria al mandato de su jefe. «Este es su último debate sobre el estado de la nación y quisiera decirle algo de un modo sencillo: estamos orgullosos de su liderazgo a lo largo de todos estos años y seguiremos estándolo hasta el final», apuntó. El presidente del Gobierno, que ya el día anterior había abierto la espita de la emotividad, replicó de manera breve: «Gratitud y orgullo; orgullo de vosotros».