Frasquita Larrea fue una de las mujeres más reconocidas en el Cádiz que resistió el asedio de las tropas francesas. :: LA VOZ
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La Pepa y sus amigas

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En muchos sentidos, la Cádiz del siglo XIX fue un oasis. El carácter insular de la ciudad le permitió, no solo defenderse de los ataques de las tropas invasoras, sino también mantenerse a salvo de las malas influencias peninsulares. Por el contrario, desde el mar llegaban puras las ideas y formas de vida de tierras más avanzadas. Diferentes culturas, idiomas y formas de pensar que llegaron a la ciudad para quedarse y explotaron en un verdadero crisol cultural.

No deja de resultar paradójico que ese carácter insular que tan beneficioso resultó en determinadas épocas terminase por convertirse en muchos casos en una condena en la que el chovinismo del gaditano, autoproclamado una especie diferente del resto de sus congéneres, ha llevado a cerrar las entradas por tierra, pero también las del mar.

Volviendo a fijarnos en ese oasis cultural, uno de los fenómenos más llamativos, y para nada fue un espejismo, fue el papel protagonista de mujeres que marcaron el devenir de la historia. Gaditanas que más que tirabuzones, con las bombas de los franceses hicieron tertulias, teorías, estrategias... Eso sí, dejando creer a los hombres que eran ellos los que las rubricaban.

Lo explica en 'El Cádiz de las Cortes' Ramón Solís: «La mujer gaditana, en general, tenía una preparación que le permitía opinar de las materias más diversas, ya que vive en un ambiente cultural nada frecuente. Recordemos la cantidad de escuelas y academias para señoritas que existen en Cádiz a principios del siglo XIX; recordemos también el interés que demuestran las jóvenes gaditanas por aprender idiomas. Muchas veces estas mismas jóvenes eran secretarias o intérpretes de correspondencia en el negocio familiar».

Estas mujeres se erigieron en muchos casos en el alma de las famosas tertulias gaditanas, en las que, exactamente igual que pasa hoy día, gaditanos, diputados, comerciantes, literatos y cualquiera que se preciara de ser alguien en la sociedad, se sentaban en torno a una mesa, un café o una buena copa para tratar de arreglar el mundo desde una silla.

Obviamente su papel no se limitaba al de anfitriona ejemplar, aunque en muchos casos convenía más dar esa imagen. Fueron numerosas las mujeres que destacaron en el mundo de los negocios. Hay varios ejemplos en el Archivo de Protocolos de Cádiz en los que se comprueba que hubo mujeres que tomaron parte activa en los asuntos mercantiles de la ciudad. También vivieron en Cádiz en esa época destacadas literatas, periodistas, humanistas o médicas.

Se atreve a decir Ramón Solís que en la Cádiz de principios del siglo XIX se podía hablar de «matriarcado cultural». Esta situación excepcional chocaba sin embargo con el hecho de que en aquella época los roles estaban muy diferenciados según sexo y las diferencias entre hombres y mujeres afectaban hasta a la posibilidad de reunirse o dejarse ver en determinados lugares. No estaba nada bien visto que una mujer alternase en establecimientos hosteleros de ningún tipo o en las sociedades políticas y profesionales masculinas.

Un obstáculo más, pero otra superación en el haber de estas mujeres, que apartadas de las redes sociales donde se discutían los asuntos de relevancia del momento, incluido lo referente a la celebración de las Cortes y la promulgación de la Constitución, decidieron y consiguieron que estas redes cambiasen su flujo habitual, para convertirse ellas en el centro de las mismas y hacer de sus propias casas el escenario de los encuentros de los intelectuales y políticos más influyentes de la época.

Dos de las tertulias más importantes de las existentes en la época fueron las de Margarita López de Morla y la de Frasquita Larrea.

Margarita López de Morla fue descrita como una mujer de sobra preparada y con un encanto especial derivado de su simpatía, siendo esta su principal virtud, ya que no se trataba de una mujer demasiado agraciada físicamente. En las tertulias que organizaba en su casa el tema central casi siempre era la política, aunque sin descartar otro tipo de asuntos, siendo los literarios los más frecuentes.

En sus memorias, Alcalá Galiano, asiduo a las tertulias de doña Margarita, describía estos encuentros de la siguiente manera: «Iban allí los principales corifeos del partido liberal, nombre con el que empezaba a ser considerado el dominante en las Cortes».

Entre las personalidades que pasaron por esta tertulia estuvieron Argüelles, Toreno, Quintana, Juan Nicasio Gallego, Gallardo, Martínez de la Rosa, Ángel Saavedra, Alcalá Galiano, Pizarro o Gorozarri.

La otra tertulia famosa de Cádiz era de la Frasquita Larrea, esposa de Böhl de Faber y madre de Cecilia, quien pasara a la historia de la literatura española con el seudónimo de Fernán Caballero.

Doña Frasquita, como cariñosamente se le conocía, tuvo una fuerte personalidad literaria, a pesar de haber publicado solo una pequeña parte de su obra. La tertulia que acogía en su casa tuvo un cariz más conservador que el de Margarita López de Morla. Su tertulia fue especialmente popular en los años previos a la invasión francesa y a ella asistían asiduamente hombres del bando reformista como Valiente, Ostolaza y Teneiro.

La importancia de estas tertulias organizadas con mano femenina fue tal que incluso Benito Pérez Galdós las retrata en algunos pasajes de sus famosos Episodios Nacionales.