Los trabajadores municipales preparan la cama de Calvillo. :: A. R.
VILLAMARTÍN

Puchero y ensalada para pasar el trago

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Un teléfono que no para de echar humo, un Ayuntamiento que se ha convertido en un ir y venir de personas y un alcalde que se muestra fuerte y convencido de seguir adelante «hasta el final». El regidor de Villamartín, José Luis Calvillo (PSOE), inició ayer su encierro en la Casa Consistorial con el que solicita a la Consejería de Economía, Innovación y Empresa que le comunique en qué estado se encuentra la tramitación de la adscripción de la Escuela de Enfermería a la universidad portuguesa Fernando Pessoa.

La jornada arrancó con mucha normalidad, dentro de lo que cabe, y el alcalde comenzó su día de trabajo reuniéndose con vecinos y trabajadores municipales, para atender asuntos del día a día. No obstante, su teléfono no estaba dispuesto a dejarle trabajar y se sucedían las llamadas de los medios de comunicación de toda Andalucía y la de políticos y amigos que quisieron expresarle su apoyo.

El primer responsable político que acudió a la Alcaldía para respaldarlo fue el vicepresidente tercero de Diputación y responsable de Política Municipal del PSOE de Cádiz, Francisco Menacho, que realizó una visita fugaz a eso de las once de la mañana, ya que tenía otros compromisos en agenda. Posteriormente, a las 12.00 horas, varios alcaldes socialistas de la comarca fueron los que se acercaron a Calvillo. En concreto, fueron Alfonso Moscoso, alcalde de Villaluenga y presidente de Mancomunidad; Francisco Castro, de Torre Alháquime; Fernando Pérez, de Prado del Rey; Pepi Calle, de Zahara de la Sierra; María José Lara, de Grazalema y Cristóbal Rivera, de Setenil de las Bodegas. Con ellos la conversación fue mucho más relajada.

Durante las primeras horas de la protesta, los técnicos municipales se afanaban en ponerlo todo a punto para que la estancia del alcalde y los concejales, que lo acompañan por turnos, fuera lo más cómoda posible. El primer asunto en su lista de trabajo era la colocación de un termo de gas en el plato de ducha de la Policía Local para que se pudiera asear allí y la instalación de cuatro camas en la sala de juntas, aunque en principio se iban a colocar en el salón de plenos, donde poder pasar la noche.

La mañana de visitas la cerraron los responsables comarcales de la Unión General de Trabajadores, Juan Antonio Rodríguez y Antonio Pavón, cuyo sindicato está inmerso en la petición de la Escuela de enfermería.

«Algo calentito»

Llega el momento de la comida y la esposa del alcalde es la encargada de traerle una sopa de puchero caliente y una ensalada. Capacha en mano se adentra en la Alcaldía y Calvillo se prepara para «tomar algo calentito que ayude a hacer estómago», son ya las cuatro de la tarde.

Tras la comida la jornada fue mucho más relajada pero se siguieron sucediendo la visita de amigos y vecinos, algo a lo que invitaba el hecho de que las puertas del Ayuntamiento permanecieran abiertas. Las trabajadoras de la limpieza llevaron al regidor y los concejales pasteles y café para sobrellevar las horas muertas de la tarde.

Los numerosos vecinos que se acercan al Ayuntamiento durante la mañana preguntan, asombrados, «¿qué es lo que pasa aquí hoy?», en la mente de ellos no está la protesta del alcalde sino saber si tendrán o no que pagar el recibo de 2004 que le acaba de pasar Aqualia. Un asunto que está generando mucho revuelo en la localidad.

El entorno del alcalde fue cambiando su pensamiento sobre el desarrollo del encierro conforme avanzaban las horas. En principio todos consideraban que la protesta no se prolongaría mucho pero la llegada de un burofax de la Consejería, a eso de la una de la tarde, hacía pensar que todo se iba a prolongar.