Ciudadanos

De superviviente de los sucesos a eterno mito anarquista

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El hispanista Gerard Brey, durante un ciclo de conferencias celebrado en Benalup con motivo del aniversario de los sucesos, explicó cómo la imaginación de Ramón J. Sénder y la propaganda afín acabaron por convertir en leyendas a algunos de los que protagonizaron o padecieron la tragedia del 33: «Seisdedos, un enfermo que ni siquiera participó en el levantamiento, fue elevado a la categoría de mito; y María Silva, hija de anarquista, superviviente y luchadora, que se casó con un intelectual y murió fusilada, tenía todos los ingredientes para entrar a formar parte de la hagiografía pagana de la CNT».

Sin embargo, como defiende su hijo, la realidad es mucho más prosaica: «Es cierto que María Silva fue asesinada por sus ideas, por lo mismo por lo que murió mi padre, pero también lo es que era una mujer de pueblo, sencilla, que empezó a ser conocida por salvarse del incendio de provocaron en la choza de mi bisabuelo».

María tenía 16 años cuando se produjeron los Sucesos. Como hija de trabajadores, su única formación fue la miseria. El día de los hechos recorrió el pueblo portando la bandera roja y negra del anarquismo, algo que algunos de los partidarios del golpe del 36 nunca le perdonaron. María le relató a Ramón J. Sénder cómo consiguió salir de la choza junto a su primo cuando empezó el tiroteo, aprovechando la oscuridad, por lo que su nombre pronto transcendió entre los sindicalistas y simpatizantes. En la cárcel conoció a Miguel Pérez Cordón, un periodista con el que compartía ideales y con el que vivió en «unión libre». Juntos se marcharon a Madrid, y a su vuelta a Cádiz ella quedó embarazada. La detuvieron entre Medina y Jerez, en agosto del 36, y la encarcelaron con su hijo Sidonio, posteriormente inscrito como Juan. Aún lo estaba amamantando cuando la fusilaron.

En 1951 una novela corta de Federica Montseny contribuyó a inmortalizarla. Montseny escribió que María Silva Cruz no fue una mujer brillante, ni extraordinaria; no fue una ideóloga, ni una gran oradora, pero la consideró «símbolo de la mujer revolucionaria, buena y humilde, capaz de encarnar el martirio de España». El relato de Montseny dice: «Toda la tragedia de Andalucía, arrastrada durante siglos, estalló entonces, como una tormenta, en torno a la triste y bella cabeza de María. Sus grandes ojos seguro que miraron cara a cara a los verdugos».