El detenido sale de los juzgados de la capital hispalense, tratando de ocultar su rostro de las cámaras. :: EFE
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El descuartizador de Sevilla le amputó un dedo a un chipionero en 2006

Antonio G. S. fue enviado ayer a prisión por la muerte de una mujer norteamericana; él asegura que la víctima se cortó el cuello

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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No era precisamente un vecino ejemplar. Peleas, broncas y algún que otro escándalo público son algunos episodios que la prensa sevillana ha venido difundiendo estos días en un intento por dibujar el perfil de Antonio G. S; un sevillano de 30 años que fue enviado ayer a prisión como supuesto autor de la muerte y descuartizamiento de una mujer norteamericana de 49 años. Parte del cuerpo de la víctima apareció en el interior de una maleta en el río Guadalquivir. Ayer era conducido a los juzgados de la capital hispalense para que prestara su primera declaración ante el juez. Si bien, no era la primera experiencia judicial de este hombre, ya que el año pasado fue condenado por la Audiencia Provincial de Cádiz. Su delito: arrancarle un dedo de un mordisco a su rival en una pelea. Año y medio de cárcel le impuso el tribunal; una pena que no conlleva el ingreso en prisión salvo para los reincidentes.

Según reza en la sentencia de la que se hizo eco este periódico en el mes de noviembre, la agresión ocurrió en junio de 2006, en Chipiona. No queda claro por qué se inició la pelea; sólo que un vecino de Chipiona, que también fue condenado en la misma causa, abordó a Antonio G. S. cuando éste hablaba por teléfono en una cabina. Tras un intercambio de palabras, se inició una discusión que acabó en las manos. Siguiendo con el relato de los hechos probados que fijó el tribunal, el supuesto descuartizador cayó al suelo y su oponente se le echó encima para golpearle. Antonio G. S. le agarró de una muñeca y de un mordisco le arrancó parte de un dedo.

El juicio estaba previsto que se celebrara a primeros de noviembre. La Fiscalía solicitaba una pena de cinco años, pero un acuerdo alcanzado por los abogados defensores cerró el asunto sin pasar por la vista oral. La sentencia de conformidad rebajaba considerablemente la pena solicitada por la acusación pública. Antonio G. S. admitía los hechos a cambio de un año y medio de cárcel. Su rival era sentenciado a pagarle una indemnización de 360 euros.

Una confesión a medias

La prisión no la ha podido eludir esta vez, aunque la medida es de carácter provisional. Ante el juez negó ayer su autoría, aunque sí reconoció que había mantenido una discusión con la víctima, pero que fue ésta quien se cortó el cuello con un cuchillo, según informaba Europa Press.

La comparecencia ante el juzgado de Instrucción número 18 de Sevilla se desarrolló durante 30 minutos. Y en ella, Antonio G. S relató que el pasado 30 de agosto se encontró con la víctima cuando volvía a su domicilio en el barrio sevillano del Tiro de Línea, tras lo cual ambos decidieron subir al inmueble. Ya en la casa de él, se inició una discusión porque se negó a tener relaciones sexuales con ella. En mitad de la pelea, según el imputado, la propia mujer agarró un cuchillo y se cortó ella misma el cuello tras tomarse unas pastillas.

Antonio G. S. afirmó que al comprobar que estaba muerta, se puso muy nervioso y decidió deshacerse del cuerpo. Según su declaración, como el cadáver no cabía en una maleta, decidió utilizar el mismo cuchillo para seccionar la cabeza y un brazo, que metió en una bolsa de plástico. Tras ello, se dirigió al puente de las Delicias y tiró tanto la maleta como la bolsa de plástico, que fueron localizadas a principios de esta semana por agentes del Cuerpo Nacional de Policía.

La desaparición de la mujer fue denunciada por una amiga el pasado sábado. El grupo de Homicidios de la Brigada Provincial de Policía Judicial se hizo cargo de una investigación que empezó por el círculo de amistades y conocidos de la fallecida. Así llegaron hasta el ahora detenido, vecino de ella.

Tras ser detenido el lunes, los agentes registraron su casa y hallaron vestigios biológicos que le implicaban directamente. Con estas pruebas pudieron convencerle para que les dijera dónde había tirado los restos. Así llegaron hasta la maleta y la bolsa; además de otras pertenencias personales de la víctima.