Curro Díaz ofreció la mejor estocada de la tarde. :: ANTONIO ROMERO
Sociedad

Bonito espectáculo en el que sólo faltaron los toros de Domecq

Los diestros Javier Conde, Curro Díaz y Daniel Luque se reparten ocho orejas en una tarde festiva

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Tradicional corrida en Villaluenga del Rosario con la que se volvió a mostrar a Andalucía esta bella localidad, encaramada en lo más crespo de la sierra gaditana, y en la que de nuevo permitió admirar la mágica singularidad de su plaza pétrea, dieciochesca y octogonal, auténtico santuario de añejas tauromaquias. Inigualable marco que, en esta ocasión, no pudo cobijar grandes exquisiteces taurinas. Y no lo fue porque los toros de Juan Pedro Domecq, carentes de casta, de presencia y de transmisión, no otorgaron ninguna trascendencia a cuanto ocurrió en el ruedo.

Tras estirarse con decisión a la verónica, el corto trasteo de Javier Conde duró lo que el toro, apenas un par de series por la derecha. El animal dudaba en su embestida y, mientras escarbaba, parecía dibujar sobre la arena el signo de interrogación de su propia acometida. El cuarto presentó una embestida corta ya de salida, con el que Conde llevó a cabo una faena voluntariosa aunque insulsa, con pases a media altura entre claudicaciones sucesivas de una res que resultó tan noble como carente de acometividad. Curro Díaz extrajo tandas de mérito al segundo de la suelta, ejemplar de escueta y sosa embestida, en una labor en la que destacó el florido aleteo de sus adornos y remates. Aprovecharía después la cierta movilidad con la que llegó el quinto al último tercio para acompañar el viaje de la res con elegancia y hasta gustarse en puntuales detalles de torería. Lástima que el toro, carente de raza y de fuerzas, fue diluyendo su escaso poder a lo largo del trasteo.

Sin suerte con los aceros

Despaciosidad y gusto mostró Daniel Luque en sus dos saludos capoteros y realizó un garboso quite por verónicas que abrocharía con airosa larga. En los ayudados por alto para iniciar faena, su primer enemigo ya evidenció la extrema nobleza y el exiguo capítulo de casta y agresividad que atesoraba. Motivo por el que Luque sólo pudo destacar con dos naturales de suma plasticidad y en la hondura de un gran pase de pecho. Las tandas en redondo más cuajadas de la tarde las dibujó el sevillano frente al sexto, el animal de mayor codicia y largura en su embestida del encierro. Pero el torero buscó demasiado pronto las cercanías, cortó el viaje a la res y el trasteo se perdió en un epílogo un tanto embarullado.

Salvo la excepción de la gran estocada de Curro Díaz a su primero, el festejo no fue pródigo en el certero uso de los aceros. Extremo que no constituyó óbice para que los trofeos se concedieran con la generosidad que un espectáculo tan festivo y benévolo como éste acostumbra. Carácter festivo y relajado que contó con el colofón final de la lidia ex aequo del sobrero por los tres toreros actuantes.