EXTERIORES ROBADOS

¿CASA PARA DEMOLER?

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Cuentan los vecinos al paseante que visita este patio que el Ayuntamiento está decidiendo estos días si autoriza o no su derribo. Si lo hace, se perderá una parte de la esencia que hace de la Viña el barrio que es. Desaparecerá el umbral monolítico; desaparecerán las ventanas y sus rejas de forja, que nos transportan a otro tiempo; desaparecerá probablemente el singular brocal, esculpido en una pieza única de mármol; desaparecerá con seguridad el soberbio pavimento de losa de Tarifa, íntegro, irrepetible; desaparecerá la amplitud del luminoso patio, y con ella la manera de vivir que sustenta; desaparecerá el cielo de la casapuerta, cuyos frescos manifiestan el legítimo orgullo del dueño y constructor que erigió la casa...

Pero la pérdida sobrepasa la suma de estos elementos; la desaparición de esta vivienda aumentaría la degradación del peculiar aire colonial que caracteriza al barrio. ¿Qué pensaríamos de los dirigentes de cualquier ciudad colonial de Iberoamérica que autorizasen el derribo de conjuntos similares? ¿No los tildaríamos de bárbaros? En cambio en Cádiz, la metrópoli de cuya semejanza a tantas ciudades americanas nos preciamos, asistimos a la destrucción paulatina de un conjunto que entregamos a la voracidad urbanística.

La antigüedad es venerable. Con cada casa centenaria que desaparece se va para siempre una parte de la esencia de Cádiz: se degrada un conjunto de aire colonial que asocia esta ciudad con el otro lado del Atlántico, y se altera una forma de vida en el barrio, un patrimonio humano irrenunciable en el que se asienta la identidad de la ciudad.