En la necrópolis del yacimiento del campo de hockey han sido desenterrados 84 individuos, aproximadamente una tercera parte de los que los arqueólogos creen que pueden yacer en el solar. :: E. VIJANDE
Sociedad

¿ENAMORADOS HASTA LOS HUESOS?

Los expertos ayudarán a descubrir si 'los enamorados' de San Fernando no son, en realidad, familia. O, incluso, si tienen el mismo sexo.Uno de los equipos científicos más prestigiosos del mundo intenta desvelar si existe algún parentesco entre los esqueletos que aparecieron abrazados en San Fernando

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Hay novelas que parten de anécdotas mucho peores. La secuencia, más o menos, es la siguiente: un ejército de excavadoras rebaja a las bravas el terreno donde se construirá un campo de hockey. Las palas remueven la tierra mecánicamente. Como en todas las obras mandan las prisas, los presupuestos, las subvenciones y los plazos de entrega. De pronto, un operario advierte que los dientes metálicos de las máquinas acaban de sacar a la luz un puñado de huesos. Avisa al capataz. Éste, a su vez, pone el hallazgo en conocimiento de las autoridades. Mal asunto. La historia vuelve a ejercer de contratiempo. La ley obliga a realizar una cata de urgencia. El pasado se empeña, de nuevo, en ralentizar el progreso. Al fin y al cabo, piensan algunos, no son más que despojos.

El arqueólogo Eduardo Vijande se hace cargo del trabajo. Su equipo desentierra parte de un gran poblado neolítico, particularmente importante si se tiene en cuenta que, hasta la fecha, se daba por hecho «que en la zona sólo se había producido una ocupación esporádica, marginal, durante la Prehistoria reciente». Después, en la parte baja del solar, localizan una necrópolis en la que yacen, al menos, 83 individuos.

Todos los enterramientos siguen el esquema habitual, dentro de las excepcionales dimensiones del cementerio. Todos menos uno. Hay una fosa demasiado grande. La arqueóloga Ana Juliá inicia, junto a un auxiliar, la excavación. Quizá hayan reservado un espacio suplementario para los objetos del ajuar, piensa Eduardo, que abandona las tareas de dibujo y catalogación y se suma a la exploración del nicho, movido por la curiosidad. Y entonces se topa con «algo diferente, muy especial». El pincel limpia la tierra de dos cráneos enfrentados; los restos quietos, clavados en la eternidad, de dos seres que llevan 6.000 años mirándose.

El abrazo milenario

Alguien quiso que aquellas dos personas fueran sepultadas con las piernas y los brazos entrelazados. ¿Un signo de afecto, una relación familiar, algún vínculo afectivo? Al margen de cuestiones puramente emocionales, de mitos sensibleros y leyendas románticas, el hallazgo tiene un incuestionable valor científico. En cien años de investigaciones sistemáticas para componer el modo de vida neolítico, sólo hay un precedente similar.

En 2006, en Mantua, apareció 'una pareja' abrazada en 'actitud íntima'. En este caso (mil años posterior al de San Fernando), los rostros estaban tan próximos que parecían a punto de compartir alguna confidencia o robarse un beso. Las manos de él, congeladas en una caricia interminable, reposaban sobre el cuello de ella. Tiernos, misteriosos, perfectos para la foto. Pero bastó un pequeño detalle para aguar la fiesta a todos los soñadores del mundo que habían hecho piña (plataformas, foros y webs) para que los desalmados científicos italianos no separaran a los primeros amantes de Mantua, a 45 kilómetros al sur de Verona, para más inri. El antropólogo Luca Bondioli, del Museo Etnográfico de Roma, probablemente harto de tanta mermelada, insinuó que había indicios suficientes como para suponer que a la chica la habían sacrificado. Adiós, Corín Tellado. Bienvenido, Stephen King.

En cualquier caso, el 'affaire' de Mantua sirvió para reabrir un debate en el que 'los enamorados' gaditanos pueden jugar un papel fundamental: ¿Desde cuándo existe el reconocimiento social del amor? ¿Es una cualidad esencialmente humana? ¿Es un producto cultural, asociado al modo de vida sedentario y a la necesidad de garantizar la prole? ¿Es un contrato entre hombres -impuesto por la fuerza de la costumbre a las mujeres-, que establece la monogamia como el modo más seguro de no entrar en conflicto permanente con otros pares de la tribu o el clan? ¿El 'amor' es la coartada ideal? ¿Se puede fechar el nacimiento del concepto de 'pareja'?

El ADN es la clave

Un equipo británico de especialistas, dirigido por Nicholas Márquez-Granz, sabrá en dos semanas si es posible hacer la prueba del ADN a los 'enamorados' de San Fernando, la única manera de establecer o descartar algún grado de parentesco entre ambos individuos. La Forensic Anthropologist and Archaeologist de Abingdon es una de las instituciones más prestigiosas del mundo en la materia. De hecho, entre los científicos que ahora mismo están examinando las muestras remitidas desde Cádiz se encuentra el doctor James Walker, famoso por haber llevado a cabo, junto con Alec Jeffreys, los primeros análisis de ADN de la historia.

La antropóloga Mila Macías, que inspeccionó los huesos sobre el terreno, se muestra esperanzada con que los resultados sirvan para despejar la incógnita, aunque la gran pregunta es si el grupo de Abingdon logrará encontrar restos biológicos suficientes como para poder aplicarles sus técnicas de vanguardia con ciertas garantías de éxito. «Mientras no se realice un estudio minucioso de 'los enamorados', todo lo que tenemos son hipótesis».

Para desconsuelo de los románticos empedernidos, caben muchas posibilidades, y no todas dan para un dramón del tipo 'Romeo y Julieta', versión neolítica. Por ejemplo, Mila reconoce que el individuo más joven (entre 12 y 14 años) muestra una complexión grácil, «femenina», aunque no descarta por completo que sea un varón. Por otro lado, su compañero (35-40 años), puede acabar dando la sorpresa y resultar una mujer, lo que brindaría un giro insospechado y no del todo políticamente correcto a la trama. «No voy a aventurar conclusiones definitivas con una mera inspección superficial, porque no me parece serio, pero yo me inclino a pensar, a título completamente personal, que el individuo adulto también es una fémina». O sea, que pueden ser padre e hija, madre e hijo, padre e hijo, madre e hija, hermanos o amantes (con todas las variaciones posibles). Lo único que parece seguro es que la posición en que fueron enterrados no es casual, y que denota «una manifiesta intencionalidad, porque el hecho de que dos esqueletos se miren frente a frente y que estén dispuestos de manera que se asegure un contacto rompe todos los esquemas». Está claro, entonces, que se querían. Ya sólo falta saber por qué.