De policías a personal sanitario, todos los empleados públicos calculaban ayer su recorte salarial. :: O.CH.
UN RECORTE HISTÓRICO

El efecto mariposa arrasa la cafetería

Recorte, congelación y cálculos sobre la bajada del salario marcan el debate diario de los afectados y de todos los demás Las venideras estrecheces de pensionistas o funcionarios monopolizan la conversación diaria

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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La teoría de la mariposa era esto. El animalito bate sus alas en algún despacho acristalado. Sobre una mesa caoba de brillo cegador. A su alrededor negocian los que crean y multiplican las hipotecas basura, de bonos basura, la construcción basura, los que recalifican la deuda y deciden que un país se hunda en dos tardes, que el euro pase miedo. Les llaman «los mercados». Añoranza de mercaderes. La política no sabe pararles y la traducción es «ahora lo pago yo, que me quitan cien euros desde el mes que viene», confiesa José Manuel Fernández, profesor de FP de 32 años, en el primero de los mil cálculos escuchados en la mañana. El bichito se contonea dondequiera y sus excrementos aparecen sobre la mesa de los bares de la calle Ancha.

Cada uno analiza su pequeña dosis de porquería personal o se la echa al resto encima: a los inmigrantes, a los partidos, a los funcionarios, a los vagos, a los sindicalistas... todos contra todos en una conversación omnipresente, compuesta únicamente de números y adjetivos.

La crisis era esto. Las grandes corporaciones se recuperan en un semestre, sus ganancias se disparan y se suman a las que acumularon en la bonanza. Pero el paro y los recortes de sueldo se extienden un lustro, como poco. «Me entran ganas de prestar una calculadora. Casi todo el mundo lleva toda la mañana de cuentas, me quitan tanto, y a mí otro tanto. He escuchado a gente que pierde 70, 90 ó 150 euros al mes». Hablan sin parar.

El testigo, discreto y profesional como pocos, es Carlos, propietario del Bar El Liba, en el epicentro de la calle central de la conversación única. En otro establecimiento, lo mismo. Cafetería del hotel Patagonia Sur. Entra el rector, Diego Sales. Se sienta con cinco colaboradores, responsables universitarios. Ni siquiera hay prólogo. «¿Ya sabes cuanto te quitan?». Y vuelve a empezar la misma conversación. El rector es el más prudente y los demás se quejan con miramiento.

Esquina de la plaza de San Antonio. Mari Carmen, funcionaria muy cercana a la jubilación («no pongas dónde trabajo») tiene otra teoría. «A mí me van a quitar 80 euros, que son dos letras. Así que dos cosas que voy a dejar de comprar. Una era una lavadora nueva. Al de la tienda de electrodomésticos no le interesa que haya diez como yo. Así que esto es un efecto dominó».

Sus dos compañeros de tertulia asienten. Una pareja pasa ante Los Italianos. El mismo tema, similares números. Desde que los toros se escaparon en el rodaje no se daba una charla omnipresente. Ahora, también hay bufidos, pero emitidos por bípedos.

El verbo se hizo paga

José Javier García es funcionario de la Junta en Almería, pero casualmente está en Cádiz. Es del minoritario sector comprensivo: «He calculado que me quitan un 8%. Perderé cien euros a partir de junio. Gano 1.600 y me apañaré con 1.500. Tengo 32 años, vivo solo. Hay mucha gente peor. Compañeros míos que ganan 900 euros y tienen tres hijos. A ellos sólo les quitan 60 euros y, sin embargo, es una puñalada».

Esa cuchillada duele como la traición. Paco Rama, policía local y sindicalista, habla sin tapujos: «No atacan a los más débiles, atacan a los más dóciles. Desde 2005, los grandes sindicatos han recibido hasta un 50% más de ayudas públicas. Han llegado a recibir hasta cien millones al año. Eso garantiza la docilidad. Es una barbaridad lo que se ha anunciado. En este país se despilfarra dinero público a espuertas, en ayudas, en subvenciones, en programas absurdos...».

«Hay mucha incertidumbre, nadie habla de otra cosa, pero nadie sabe a ciencia cierta lo que perderá», asegura Rama cuando se le pregunta por el ambiente entre sus compañeros.

Pero la imagen pública de los funcionarios no ha cambiado en 24 horas. La estampa del burócrata acomodado se come cualquier otra. Aunque haya muchos que cumplan, o que sólo cobran 800 euros, o de los que depende la seguridad, la educación, la sentencia, la salud o la cirugía que recibe el resto de ciudadanos.

En el centro de día de la calle Zaragoza y en banco entre Ancha y Sagasta se concentran representante del otro gran sector de afectados, los pensionistas. Bernardo se erige en contralto: «A los funcionarios les recortan el sueldo porque no pueden echar a la mitad, que es lo que tendrían que hacer. Llégate, llégate a la Tesorería de la Seguridad Social, o a Diputación. A ver, a ver a cuántos coges trabajando. Sobran 600.000 funcionarios en España, así que no hay cojones de echar a la mitad a la calle, casi todos votan al PSOE. Por eso hay que hacer el paripé de recortarles el sueldo».

¿Y las pensiones? También quedan congeladas. Angelita tercia entre tantos hombres: «¿Y qué más da? ¿Tu crees que en una pensión de 584 euros voy a notar que no me suban cuatro el año que viene? ¿Quién lo va a notar, hijo?».