La zona entreabovedada de la girola y sus capillas laterales serán convertidas en un espacio de interpretación del monumento. :: MIGUEL GÓMEZ
CÁDIZ

Una Catedral hecha con sal

La acción del cloruro sódico es el mal que Jiménez Mata combate en la Seo gaditana

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El mar, la sal y la luz gaditana bañan cada rincón del edificio que vio la luz con la esperanza de convertirse en la Catedral del Mar y de las Américas. Quizás, por eso es la Catedral con la espalda más famosa y marinera de España. La Seo más afortunada por tener la capilla del Santísimo Sacramento en el mismísimo Malecón de La Habana con más salero, el Campo del Sur. Y, precisamente, sus brisas sureñas y saladas inundan sus blancas paredes y suponen su desgracia.

En sus muros, el primer templo diocesano de la ciudad no sólo acoge la fe en Dios. También es un inmenso almacén de sal que ataca a la piedra caliza. El arquitecto gaditano Juan Jiménez Mata sabe del problema. Conoce cada rincón, historia y cada dolencia del primer templo de la ciudad. Para ello, hace un año que realizó el Plan Director para la restauración integral del edificio.

En un paseo con este periódico por las naves de la Seo, a escasos días de que comience la restauración de la sacristía baja, recogida en el Plan, Jiménez Mata explica los dos grandes males de los muros y bóvedas de la Catedral. Los dos relacionados con la combinación de sal y caliza. «Todo un pecado de vanidad», como bromea Jiménez Mata con los canónigos del Cabildo Catedralicio. Y es que el proyecto que contempló Acero planteó usar mármoles de Manilva -descartando el uso de la piedra ostionera como en otros templos de la ciudad-. Un material que sólo se usó en determinadas zonas como las columnas. Las estrecheces económicas hicieron que se cambiara a la piedra caliza de las canteras de Estepa. La famosa y gaditana piedra ostionera -resistente a las sales, al igual que el mármol- quedó relegada al armazón.

En el siglo XVIII, cuando comenzó a construirse la Catedral, se utilizaban aguas salobres para elaborar los morteros. Mezclas elaboradas con arena de playa y agua del mar que se convirtieron en el origen del problema. Algunos morteros ni siquiera llegaron a fraguar con lo que todo el peso de la piedra quedó soportado por los ripios (pequeñas piedras que mantienen la separación entre los bloques). Esto generó una tensión que es la que ahora provoca la rotura de las piedras calizas. Un mal que los propios coetáneos de la construcción de las bóvedas conocían y que les impidió retirar las cuñas de madera que sostienen las piedras de las bóvedas y que ahora se aprecia en el espacio entreabovedado de la girola que el arquitecto pretende recuperar para acceso público.

Un problema mecánico que se une a otro físico y químico. La sal de los morteros convierte al edificio «en un inmenso almacén de cloruro sódico». Esta sal -y otras expansivas derivadas de ellas, en contacto con el agua de filtraciones o de las altas humedades de Cádiz-, se disuelve y penetra en los poros de la piedra caliza. Las corrientes de convección hacen el resto del trabajo. Cuando ésta se seca, se cristaliza y rompe la piedra.

Este grave problema de las bóvedas y partes altas de las columnas es el que pretende atajar el Plan Director. Un documento que proyecta paralizar el proceso. «Siempre he entendido que lo que hacemos es paralizar el proceso mientras la ciencia investiga nuevas fórmulas para detenerlo (como las investigaciones que se están realizando con bacterias que neutralicen las sales)», matiza el arquitecto.

Mientras, Jiménez y su equipo trabajan con presupuestos para obras que llegan a cuentagotas. La última, es la restauración de la sacristía baja que comenzará en poco tiempo y que recuperará uno de los espacios más degradados, junto a las bóvedas. Él se muestra cauto ante la sequía de inversiones en la Catedral. «Habría que preguntarle a Cultura, la Junta o al Cabildo, el Plan Director exige implicación política», puntualiza resignado Jiménez Mata.

Avance lento

En la sacristía baja, el equipo de Juan Jiménez Mata seguirá el mismo proceso que se realizó en la capilla de Las Reliquias y la zona alta del altar y el presbiterio. Para ello, será necesario rellenar las llagas -espacio existente entre piedras- con un mortero de cal líquido que se realiza de forma específica dependiendo de los males de la piedra. Además, será necesario reponer cornisas desaparecidas con piedra caliza de la misma cantera. Un trabajo en el que se esculpen las líneas maestras de la pieza deteriorada para que «se entienda» desde lejos. Las nuevas piedras se colocan sobre el armazón de piedra ostionera con unas varillas de fibra de vidrio y se recubre con un tratamiento hidrofugante.

Un trabajo tan laborioso como costoso que es «fundamental elaborar en todas las bóvedas que «se encuentran muy deterioradas» y que en el caso de la sacristía baja habrá que añadir a otros procesos. «Es la zona más moderna y una de las más deterioradas lo que demuestra la rapidez con la que avanza el mal de la piedra de la Catedral. Además, aquí hay que retirar la resina de epoxi que se colocó en una restauración de los años 70».

La restauración de la piedra no será el único que se tratará en el Plan Director. Jiménez Mata espera que se liciten obras para la restauración de la solería de mármol genovés -en muy mal estado de conservación-, de la escalera de acceso a la Seo o la limpieza de los pedestales de las columnas. Además, el Plan contempla crear un concurso internacional para dotar de vidrieras a la Seo y retirar las ventanas de pavés de vidrio colocadas en los años 70. Incluso Jiménez Mata tiene ideas en mente que no quiso incluir en el Plan para no romper en exceso. «Se podría hacer como en la Catedral de Granada y llevarse al sillería del coro al altar para que desde la puerta principal se pudiera contemplarse», explica el arquitecto.

Pero si hay un espacio que entusiasme especialmente a Juan Jiménez Mata es la cripta. Su cúpula plana, realizada por Vicente Acero en 1726, es «una obra maestra» que demuestra la unión de conceptos barrocos con la tradición española que lo llevaron a ser apartado del proyecto. Jiménez Mata ya se lo imagina restaurado tras la incursión en el espacio que hizo con la recuperación de la tumba de Manuel de Falla.

«Eliminando las juntas blancas y con una correcta iluminación este espacio será una maravilla». Sus palabras reverberan en las paredes de la cripta que dicen que posee una de las acústicas más singulares de España. Un eco que suena alegre y sosegado, como si la Catedral se mostrase a gusto por la presencia del brillante arquitecto. Como si ya pudiese respirar tranquila al haber encontrado a un digno sucesor de Vicente Acero o Torcuato Cayón que le garanticen otros 200 años de existencia.