A Pablo Sabido le encanta salir a pasear, ir a centros comerciales y viajar en coche. :: CRISTÓBAL
Jerez

«Pablo es un chico que no tiene dobleces: se dirige a ti con el corazón»

José Sabido y Mari Carmen Gil son los padres de Pablo, de 19 años, diagnosticado de trastorno autista desde que tenía 20 meses

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Pablo es el pequeño de los cuatro hijos de José Sabido y Mari Carmen Gil. Se lleva entre ocho y catorce años con sus hermanos mayores y cuando nació se convirtió pronto en el muñeco de la familia. Hoy tiene 19 años, es alto, fuerte y guapo, y sus padres lo miran con un cariño inacabable. «Sabe que estamos hablando de él», asegura su padre mientras narra cómo se le diagnosticó el autismo cuando solamente tenía 20 meses.

«Ya había criado a tres hijos y sabía que Pablo tenía algún problema pero no sabía cuál», dice su madre. Antes de cumplir los dos años, el pequeño -que todavía no había arrancado a hablar- padeció una gastroenteritis que lo llevó a ingresar en el Hospital de Jerez. Como les ocurre a las personas con autismo, el niño rechazó el cambio que suponía para él salir de su rutina diaria y encontrarse en un ambiente totalmente distinto. «Al poco de salir del hospital, la doctora Olga Alonso nos llamó y nos dijo que Pablo tenía síntomas de autismo», recuerdan sus padres bajo la mirada del joven. A partir de ese momento, José y Mari Carmen acudieron al colegio de Educación Especial La Merced y de allí a la Asociación Autismo Cádiz y a un especialista en Madrid, donde terminaron de concretar el diagnóstico.

«Es diferente que Pablo haya sido el cuarto hijo a que fuera el primero porque, además de padre y madre, ha tenido en todo momento el apoyo de sus hermanos», asegura con orgullo José que, además, es hoy vicepresidente de la Asociación Autismo Cádiz y secretario de la federación andaluza.

Día a día

La atención a una persona con trastorno autista tiene que ser constante y desde la más tierna infancia, de ahí la importancia de que el diagnóstico médico sea precoz. Pablo va cada día al colegio La Merced, donde puede estar hasta que cumpla los 20 años. Los lunes y los miércoles tiene talleres por las tardes y no vuelve a casa hasta pasadas las cinco.

«Él no nos dice si le duele algo y no podemos saberlo. Es muy resistente al dolor y aguanta hasta que no puede más», dice Mari Carmen. A Pablo se le cambia la cara cuando alguno de sus hermanos o sus padres lo invitan a salir de paseo, a montar en coche o a viajar en tren: «Le encanta hacer kilómetros. Todavía no hemos probado el avión», dice José mientras Pablo lo mira de refilón. Sus aficiones no se acaban ahí: le gusta ir a los centros comerciales, disfrutar de los carnavales y de la Semana Santa. De hecho, nada más ponerle la chaqueta para bajar a la calle, Pablo tira de la mano de su padre porque se entretiene charlando.

«Él nos va a hacer jóvenes de por vida a mi mujer y a mí. Los padres queremos que los hijos sean cariñosos y que no nos mientan cuando sean mayores y Pablo es así al 100%. No tiene dobleces y cuando se dirige a ti lo hace con el corazón. Tiene la ingenuidad de un niño pequeño», asegura el padre.

Entre hermanos

Aprovechando el día festivo, Sole se llevó ayer a su hermano Pablo a almorzar fuera y él, encantado: «Para nosotros es muy especial. Entre los hermanos nos queremos pero con él es diferente, no sé cómo explicarlo», dice. Ella tenía 14 años cuando a Pablo le diagnosticaron esta alteración del desarrollo neurológico y recuerda que fue «un shock» para todos. Pero la diferencia de edad con el más pequeño de la casa les facilitó «poder participar activamente en su educación y apoyarle». José interrumpe a su hija para dejar clara una cuestión: «Nos sorprendió mucho la madurez que demostraron los tres hermanos porque se volcaron con Pablo. Mi mujer y yo sabemos que cuando nosotros faltemos, él estará en buenas manos y por eso estamos tranquilos», dice.

Hoy puede haber familias que están pasando por la misma situación que los Sabido Gil vivieron hace ahora 17 años y no dudan en aconsejarles según su experiencia con Pablo: «Que llamen a la asociación, que estamos a su servicio. Y que no se hunde el mundo por culpa del autismo. Aunque los primeros años son muy duros, después llega la recompensa».