Helmut Schmidt. / Archivo
EL FUTURO DEL EURO

El ‘matón’ alemán

El anciano excanciller Helmut Schmidt pone un lúcido contrapunto a una cumbre de Bruselas marcada por el ‘diktat’ de Angela Merkel

MADRID Actualizado: Guardar
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Fue como si tronase la voz de la conciencia de Alemania. El excanciller Helmut Schmidt, de 92 años, tuvo que ser quien pusiera en la picota la política de Angela Merkel y denunciara el ‘diktat’ de Berlín en Europa.

El veterano mandatario que no intervenía en un Congreso del partido socialdemócrata (SPD) desde 1988, lo hizo el pasado domingo desde su silla de ruedas con un discurso de una hora titulado “Alemania en, y con, Europa”. Su mensaje fue claro y rotundo: un “espíritu nacionalista de matón alemán” está destruyendo la Unión Europea de cooperación y solidaridad que plantearon sus fundadores. Sus palabras, sin embargo, no tuvieron ningún eco en la cumbre de Bruselas del viernes, en la que las exigencias alemanas pusieron las bases para una Europa de varias velocidades con alumnos aventajados (los países del euro que aceptan un rígido corsé fiscal), ‘pelotón de los torpes’ (no están en el euro pero tratan de engancharse al nuevo Tratado) y expulsados de la clase (con el Reino Unido a la cabeza)

Schmidt alertó contra los intentos de dar forma a una Europa alemana que provocará la “inmediata reacción" del resto de las naciones y recordó el sentido histórico primigenio de la UE: evitar la atracción belicista del continente y amarrar a una Alemania temida. La Historia europea, dijo, “seguramente mantendrá aun por muchas generaciones una desconfianza latente contra los alemanes” debida a las múltiples ocasiones “en las que hicimos sufrir a otros bajo nuestra posición de poder central”. Según el político socialdemócrata “quien hoy no entienda ese motivo original, no podrá resolver la actual crisis europea”.

El excanciller defendió la idea de que la crisis actual solo se puede resolver desde la unidad y exigió la necesidad de tener “un corazón compasivo para con nuestros vecinos y socios y sobre todo con Grecia”. En este sentido recordó cómo “el desarrollo alemán desde la posguerra no habría sido posible sin la ayuda de las potencias vencedoras, sin la integración en Europa y en la Alianza Atlántica, sin la ayuda de nuestros vecinos y sin el fin de las dictaduras comunistas”.

Por si quedarán dudas de su rechazo a la política de Merkel, Schmidt hizo una alusión directa y concreta al Gobierno de Merkel: “Quien ahora da a entender que en el futuro se hablará alemán en Europa, cuando un ministro de Asuntos Exteriores declara que las visitas a Kabul o a Trípoli… son más importante que el contacto político con Lisboa o Madrid y Varsovia, o cuanto otro dice que hay que evitar una unión de trasferencias, todo eso no es más que espíritu nacionalista de matón alemán”.

En estos momentos en los que solo se atiende a cuestiones economicistas y en los que los tecnócratas parece tener carta blanca, el anciano político rememoró al más importante filósofo alemán vivo, Jürgen Habermas, y suscribió su advertencia de que “por primera vez desde la fundación de la UE, la democracia está en peligro”. Cinco días después los hechos le daban la razón y en la cumbre de Bruselas se vio cómo las principales instituciones europeas con el Parlamento a la cabeza quedaban relegadas por el atajo de una toma de decisiones entre los Gobiernos.

El Tribunal Constitucional

Merkel y más concretamente el Tribunal Constitucional alemán consiguieron imponer su idea de gobernanza económica: control y disciplina presupuestaria junto a estabilidad monetaria y sanciones para los incumplidores. El crecimiento vendría por añadidura. Schmidt opina por el contrario, como los Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman, que si Europa quiere salir de la crisis debe actuar unida, pero no con políticas de deflación y ajustes sino con la financiación de proyectos de crecimiento, sin los cuales no es posible que ningún Estado sanee sus cuentas públicas y se libre del lastre de la deuda.

La canciller se mostró muy satisfecha de los resultados de la cumbre al imponer sus criterios con un mínimo de concesiones. Sin embargo, los países de la periferia, incluido España, siguen sin ver claro su horizonte, incluso si aplican la medicina de caballo de ajustes y ahorro. Los mercados volverán a ser este lunes los jueces de lo pactado en Bruselas y darán la razón a quienes, como Schmidt, consideran que mantienen como rehenes a los responsables políticos, incapaces de una acción común y solidaria. Solo cabe esperar que no se cumpla el epitafio de una viñeta de El Roto: “al grito de ‘sálvese quien pueda’ se ahogaron todos”.