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La gran remodelación: todo el poder para Rubalcaba

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El presidente del Gobierno, que ayer lograba en el Parlamento el oxígeno de la estabilidad parlamentaria para el resto de la legislatura, ha conseguido un potente efecto sorpresa al anunciarse esta mañana una remodelación gubernamental de gran calado que, en primera instancia, ha de interpretarse como un refuerzo del Ejecutivo, que asume todo el protagonismo en detrimento del partido. Zapatero ha demostrado en todo caso mayor control sobre el ámbito socialista del que se le suponía al haber sido capaz de mantener oculta una remodelación de tanto alcance, sin la menor filtración previa.

Las principales claves de la crisis son dos: de un lado, Rubalcaba, sin duda el político de más peso y el mejor valorado de la familia socialista en este momento, recibe todo el poder: sustituye en la primera vicepresidencia a Fernández de la Vega, sin abandonar la cartera de Interior y manteniendo la portavocía del Gobierno. De otro lado, Leire Pajín, secretaria de Organización del PSOE, va al Gobierno, a ocupar la cartera de Sanidad. Da así por perdida la batalla orgánica, poco disimulada, que ha mantenido en los últimos meses, aunque no será sustituida por alguno de sus adversarios internos sino por Marcelino Iglesias, un político periférico procedente de la política autonómica que habrá de poner fin a las tensiones internas en Ferraz.

El ascenso de Rubalcaba, es, en principio, un tributo al sentido común, ya que aúpa a quien menos desgaste ha experimentado a causa de la crisis (en parte, gracias a los éxitos en materia antiterrorista, pero también por su solvencia personal), pero admite evidentemente otra lectura más audaz: Rubalcaba estaría siendo promovido por Zapatero para que acabe siendo su sucesor y el próximo cabeza de cartel en las generales del 2012. Esta idea ha pasado sin duda por la mente de Zapatero, aunque probablemente el presidente del Gobierno no tenga todavía formada una decisión definitiva, que dependerá de la evolución de los acontecimientos (acaba de verse que en veinticuatro horas el panorama político ha experimentado un sorprendente vuelco).

El resto de la crisis tiene también otras claves reseñables: Ramón Jáuregui, ministro de Presidencia, es rescatado del Parlamento Europeo, adonde fue enviado tras su desentendimiento con José Antonio Alonso. En cierta medida, su retorno representa una cierta desautorización al portavoz del PSOE en el Congreso, después de una ejecutoria gris y luego de que el propio Zapatero tuviese que formalizar personalmente los últimos pactos de legislatura.

Leire Pajín, quien ya levantó con eficacia el edificio de la cooperación española, va a Sanidad, un ministerio con escaso contenido material –la competencia es autonómica- pero de gestión muy delicada por lo sensible de su función, que requiere un gran esfuerzo de coordinación. Y Trinidad Jiménez, por su parte, sustituirá a Moratinos en Exteriores, en el nombramiento que sin duda arroja mayores dudas: Jiménez ha realizado una labor correcta en Sanidad pero Exteriores tiene una especificidad muy concreta. Por último, el sustituto de Corbacho será Valeriano Gómez, político aseado con experiencia en el Departamento dese tiempos de Caldera y con buena relación con los sindicatos. El pretexto de esta sustitución ha sido, en fin, la espoleta del gran cambio, cuya proyección está por ver.

Finalmente, el ascenso de Rosa Aguilar, nueva ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (fusión de Agricultura y Medio Ambiente), es, además del reconocimiento de un valor político indudable, un reclamo ideológico que tiende a seducir a un sector descontento con el PSOE que siente la tentación de inclinarse hacia Izquierda Unida: Rosa Aguilar es todavía un icono del ámbito político situado a la izquierda del socialismo.

Recorte gubernamental

Finalmente, Zapatero hace una discreta concesión a quienes le exigían un recorte del aparato gubernamental: desaparecen las carteras de Igualdad y Vivienda; aquélla se integra en el Ministerio de Leire Pajín y ésta en Fomento. El ahorro no será significativo pero el gesto es pedagógicamente positivo.

La combinación de la aprobación de los Presupuestos con la crisis gubernamental ha generado una convulsión de las expectativas de alcance incierto. Habrá que ver en las próximas semanas si el desgastadísimo Zapatero consigue remontar el vuelo en las encuestas con el solo bagaje de ser el autor material de un durísimo ajuste que representa una especie de inexorable inmolación personal. Y si Rubalcaba, respetado por su gran intuición estratégica, logra reconstruir la idea de que el Gobierno domina la crisis después de una etapa en la que ha sido evidentemente arrollado por ella.