Súnico recibe el galardón de manos del ministro
Súnico recibe el galardón de manos del ministro - ABC
GALARDÓN

Un reconocimiento para valientes

El capitán gaditano Francisco Súnico lideró el equipo de buceadores que rescató los cuerpos de tres militares que fallecieron al estrellarse su helicóptero en el Atlántico

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Dicen que su mayor premio es el de la misión cumplida, el saber que con su trabajo, a menudo lleno de riesgos asumidos, consiguen el propósito marcado en el cuaderno de ruta de sus deberes y responsabilidades. Pero este premio se llena de orgullo y agradecimiento si además reciben el reconocimiento por parte de la sociedad a la que defienden y protegen. El ministro de Defensa en funciones, Pedro Morenés, presidía esta semana en la sede del Cuartel General de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra en Sevilla, antigua Capitanía General, la entrega de la IV edición del Premio Sabino Fernández Campo que otorgan ABC y BBVA. Desde 2013 ambas entidades conceden este galardón cuyo objetivo es rendir homenaje a las Fuerzas Armadas y distinguir actuaciones destacadas que ensalcen al colectivo militar.

En esta edición se ha premiado al operativo de rescate del helicóptero del 802 Escuadrón del Ejército del Aire, cuyos tres tripulantes murieron el pasado 22 de octubre al estrellarse en el mar a 520 kilómetros de Gran Canaria, así como al pintor barcelonés Augusto Ferrer-Dalmau. Al frente de la Unidad de Buceo de Canarias, responsable de aquella misión, estuvo el capitán de corbeta Francisco José Súnico, un militar de origen gaditano. «Para nosotros es un todo un orgullo recibir este premio».

Esta aventura de valentía y compañerismo comenzó el pasado 22 de octubre a las ocho de la tarde. Súnico estaba en casa cuando recibió en el móvil de emergencia una llamada de su mando. Había caído un helicóptero frente a Canarias, no se sabía nada de la nave y, peor aún, tampoco había noticias de sus tres tripulantes, el capitán José Morales Rodríguez, el teniente Saúl López Quesada y el sargento Jhonander Ojeda Alemán. La misión estaba clara: encontrarlos. En tan solo dos horas, dos equipos estaban ya listos y preparados para ello. Comenzaba su operativo «más difícil» en 15 años de inmersiones. A partir de entonces, nueve días de «extrema peligrosidad» donde todos los buzos, de Canarias y Cartagena, lo arriesgaron todo. Más de una semana de lucha contra las fuertes corrientes, las olas, los imprevistos, el mar de fondo, y, por si esto era poco, los tiburones.

«La primera orden fue activar un equipo de buceo urgente para mantener a flote un helicóptero accidentado». Pero la situación se fue complicando. «Al principio nos dijeron que podían estar con vida pero allí no llegaba nadie y empezó la preocupación», recuerda. Súnico fue de los primeros en llegar, y allí unas patrulleras marroquíes se convirtieron en sus principales aliados hasta que aparecieron los refuerzos. «Les pedimos colaboración y fue inmediato. Se pusieron a nuestra disposición.Gracias a ellos pudimos hacer la primera inmersión». Esta fue relativamente tranquila. Hasta entonces.

Pasaban las horas y la visibilidad fue a peor.«De tener visión a 40 metros distancia pasamos a un metro sólo», cuenta. Una circunstancia muy arriesgada, más aún si además recibes la visita de tiburones. «Los primeros eran pequeños. Al día podíamos ver unas quince aletas. Entonces no había tiradores para protegernos. Llegaron más tarde». Pero nada de eso les acobardó. «Sabes que en estas operaciones hay riesgos, lo imprescindible es saber controlarlos».

El equipo de buceadores que participó en el rescate
El equipo de buceadores que participó en el rescate - LA VOZ

Cinco días después de aquella llamada, se unieron al operativo seis buzos de Cartagena. «Además llegó el buque 'Rayo' y dos cazaminas. Ya éramos 22». Y ellos, los 22, más el resto del equipo de apoyo consiguieron el primer objetivo. «Las condiciones ya eran muy malas. Los robots no podían bajar pero el juez necesitaba la confirmación». «La corriente y el mar de fondo nos bamboleaba, nos llevaba de un sitio a otro». De ahí que el capitán decidiera que no entraran en el agua menos de cuatro buzos. «Empezamos a ver tiburones ya de tres metros. Les dije que a la menor herida tenían que subir». Y apareció el helicóptero, pero con él, nuevos riesgos. Sus piezas metálicas sueltas, cuerdas, o las palas girando por las fuertes corrientes podían ser también letales.

Pero las inmersiones continuaron. El día 30, se encontraron dos cuerpos, al día siguiente, el tercero. Y tras los funerales de Estado, se sacó también el helicóptero.

Francisco Súnico recuerda esta historia con todo detalle. No ha pasado mucho tiempo pero quizá nunca la pueda borrar de su mente. Ni él, ni ninguno de los militares que formaron parte de ella. El deber estaba cumplido pero la sensación fue complicada. «Por un lado la satisfacción de encontrarlos y aliviar así parte del dolor de sus familias, del Ejército y de todo el país, pero por otro, vuelves con la tristeza de haber perdido a unos compañeros que perdieron su vida en acto de servicio».

Durante nueve días el apoyo de unos a otros fue el mejor salvavidas que pudieron tener. «Fueron muy valientes, gente extraordinaria y dispuesta a asumir todos los riesgos que fueran necesarios». Francisco Súnico, de 41 años, está actualmente destinado en el buque de salvamento ‘Neptuno’ dispuesto a seguir cumpliendo las misiones que se le encomienden. «Este es nuestro trabajo, nosotros lo elegimos».

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