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Mari Ángeles, Luis y Lana, juegan en el salón de la casa familiar. - ANTONIO VÁZQUEZ

Luis y Lana, el poder de la amistad

Gracias a la movilización ciudadana se pudo localizar a la perra de terapia, que llevaba once días desaparecida

San Fernando Actualizado: Guardar
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La sonrisa de Luis es inmensa, como el cuidado con el que Lana se sube en su silla para jugar con él. A sus trece años, Luis es un luchador y su perra de terapia, Lana, ha demostrado que también. Dos luchadores rodeados de gente extraordinaria que ha movido cielo y tierra para que volviesen a estar juntos.

Lana llegó a la vida de Luis hace siete años. La perra de agua de unos amigos de sus padres dio a luz una camada y una de las cachorras fue a parar a su casa. «Ésta para Luis», recuerda su madre, Mari Ángeles, que le dijo su amiga mientras le ponía a la pequeña Lana, de un mes y medio, sobre el pecho.

Así que no pudieron negarse a tener un nuevo y peludo miembro en la familia.

A los cuatro meses, Lana recibió el primer entrenamiento, enfocado a recibir órdenes básicas, como sentarse, tumbarse, quedarse quieta o venir cuando se lo dijeran. Y aprendía rápido. Muy rápido. Tanto que, pasado algún tiempo, Mari Ángeles pensó que, si nadar le venía muy bien a Luis y la terapia con delfines era tan buena para los niños con parálisis, ¿por qué no hacer terapia con su hijo y su perra de agua?

«Se lo dije al adiestrador Juan Lacida, con el que ya habíamos trabajado con Lana y, aunque se quedó un poco sorprendido, accedió a probar», cuenta Mari Ángeles. Para entonces ya había realizado el curso de monitora de actividades acuáticas para personas con discapacidad, que había realizado durante dos años para poder tratar ella misma a su hijo que, además, va al colegio de UPACE (Unión de Parálisis Cerebral).

Y así comenzaron la terapia con perro de agua. Ella con Luis y Lacida con Lana, en la piscina de la casa del adiestrador. En seguida se vieron los efectos positivos sobre el niño. El control de tronco, postural, la estimulación visual y de manos era mayor con la interacción de ambos en el agua.

«Lana es un gran estímulo para Luis», explica Mari Ángeles, lo que beneficia claramente su calidad de vida. «La relación entre ambos es muy especial». Cuando su hijo comenzó a usar el andador específico para personas con parálisis cerebral (que cuesta 7.000 euros y no cubre la Seguridad Social, puntualiza la madre del niño) no sabía utilizarlo, «como lleva las piernas atadas al andador con unos cinturones, se quedaba quieto, sin hacer nada; por mucho que nosotros le movíamos las piernas no conseguíamos que él lo hiciera», hasta que Lana, con sus dientes, tirando de los cinturones de una pierna y de la otra hacia delante, jugando con él, lo logró.

Es fácil entender cómo la desesperación se apoderó de Mari Ángeles, su marido Juan Luis y su hija Marta, cuatro años mayor que Luis, cuando Lana desapareció. La familia, residente en San Fernando, se marchó de vacaciones y dejó a Lana con unos amigos, dueños de Coco, otro perro de agua, y que viven en el chiclanero Pago del Humo. Pero la madrugada del 26 al 27 de junio Lana y Coco se escaparon de la casa.

La aventura de Lana

A las 4.30 horas la Policía Local de Chiclana recibió el aviso de unos ciudadanos que se encontraban en un velatorio en el Cementerio Mancomunado de la Bahía de Cádiz, en la carretera de Chiclana a Medina, asustados porque dos perros ladraban fuera. Eran Lana y Coco que habían llegado hasta allí, los dos con sus collares, las chapas de identificación y el chip correspondiente.

La Policía Local de Chiclana espantó a los perros en lugar de pasarles el lector de chip para localizar a sus dueños

La sorprendente actuación de los agentes fue que, en lugar de coger a los perros y pasarles el lector de chip del que dispone la Policía Local o, simplemente, llamar al teléfono móvil grabado en la chapa que colgaba del cuello de Lana, para localizar a los dueños y devolverles a su hogar, optaron por espantarles. «La Policía Local de Chiclana se saltó todos los protocolos y nos reservamos el derecho de emprender acciones legales contra ellos», declara Juan Luis, «ya que pusieron en peligro tanto las vidas de los perros, como la de cualquier persona que viajase en un vehículo, ya que sueltos podrían haber causado un accidente. Y también el estrés que nos han hecho pasar al no haber actuado en un primer momento».

Al día siguiente Coco apareció en la localidad malagueña de Sabinillas. Una chica que pasaba por la carretera cercana al Cementerio Mancomunado vio al perro en el arcén y se paró a cogerlo, continuando con el viaje. Cuando llegó a Málaga acudió al veterinario para leerle el chip, pero el teléfono de contacto del dueño de Coco que aparecía en el sistema informático ya había sido dado de baja. Así que las redes sociales comenzaron a actuar. Publicando la foto de Coco en Facebook se pudo dar con su dueño y devolverlo a casa, pero ni rastro de Lana.

El miércoles 28, cuando comunicaron a Mari Ángeles y Juan Luis que Lana había desaparecido, la familia inició una búsqueda vertiginosa. «Nuestros amigos pensaron que Lana volvería, que iba a aparecer en pocas horas, por eso no nos lo dijeron hasta dos días después», explica la madre de Luis.

Comenzaron la búsqueda de Lana en el Cementerio Mancomunado, donde les confirmaron lo sucedido la noche que se escaparon, pero no la perra no había vuelto a aparecer por allí. «Después entramos a la finca de La Victoria y nos dijeron que había estado bebiendo agua de una alberca. También se pusieron en contacto con nosotros para informarnos de que se encontraba en el vertedero, pero cuando llegamos no había ni rastro de Lana», describe Mari Ángeles.

Los días pasaban y la desesperación aumentaba. Mientras sus padres compartían en Facebook una y otra vez el cartel con la foto de Lana y el lugar de su desaparición, Luis lloraba desconsoladamente echando de menos a su amiga. La foto de Lana iba haciéndose viral, compartida por decenas de personas que, a su vez, alertaban a otras tantas de la zona para conseguir dar con ella.

El sábado 24 de junio Mari Ángeles y dos amigos decidieron salir a buscar a la zona de El Berrueco y, desde la carretera, vieron a Lana al otro lado de una enorme verja. Pensaban que la pesadilla había acabado, pero Lana se adentró hacia el otro lado de la finca. «No nos lo pensamos y decidimos intentar abrir el candado, porque yo no podía saltar esa verja tan alta», cuenta Mari Ángeles, pero justo cuando se disponían a hacerlo, apareció uno de los trabajadores. «Le contamos la historia y nos dejó entrar a buscar a Lana», describe la madre de Luis visiblemente emocionada. «Entonces nos encontramos con José, el guarda y le explicamos la situación», explica. «Tanto él como su familia se volcaron para encontrar a Lana, rastreando cada palmo del Berrueco, llamando a todos los guardas de la zona para ponerles sobre aviso, pero sin resultado».

Al mismo tiempo, Mari Ángeles participaba en varias búsquedas. Con una amiga hicieron batidas por el coto Rosal e incluso llegaron a juntarse un grupo de perros de búsqueda del Equipo Canicross Cádiz para intentar dar con ella. Cada día la madre de Luis salía con trapos con el olor de su hijo y el del resto de miembros de su familia para conseguir atraer a Lana y llegaba a su casa casi anocheciendo, desesperada ante la falta de noticias de la perra.

La movilización ciudadana para encontrar a Lana fue enorme. El caso se hizo viral en las redes sociales

El viernes 7 de julio, once días después de que Lana desapareciese, ocurrió el milagro. Miembros del Equipo de Triatlón de Chiclana que estaban cerca del velódromo de la ciudad dieron con ella por casualidad. «De repente, uno de los perros con los que iban salió corriendo y, al ir a buscarlo, lo encontraron en pleno acto de amor con Lana», cuenta riendo Mari Ángeles.

La perra había sobrevivido sola todos esos días y, por el lugar donde la localizaron, creen que intentaba volver a casa por la carretera.

«Estamos infinitamente agradecidos con la gente, por su solidaridad e implicación», afirma esta mujer que, a pesar de las largas jornadas de búsqueda, nunca se rindió. «De esta experiencia me quedo con las buenas personas que he conocido y el amor que han demostrado por Luis buscando a su perra».

El reencuentro

Cuando Cristina, dueña de Pepe, uno de los hermanos de Lana, apareció con ella en casa de la familia, la alegría se desbordó. «Nos abrazamos y lloramos, lloramos mucho», explica Mari Ángeles. Cada esfuerzo, cada llamada, cada salida a buscar a Lana cobraba sentido. Los habitantes de Naveros, Pago del Humo y todos aquéllos que, de una forma u otra, participaron en la búsqueda, habían dado ejemplo de que la unión hace la fuerza.

Al llegar a casa, cubierta de heridas y raspones tras la aventura vivida, Lana subió directamente a la habitación de Luis, donde el niño permanecía acostado. Al verla, el pequeño la agarró de una cuerda que colgaba del cuello de su amiga, sin querer volver a separarse jamás de su fiel compañera.

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