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Mahoma, 'cabesa'

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Los profetas son para comérselos, pero eligen mal los administradores del chiringuito. A los padres les ocurre lo mismo. Los hay que se curran un negocio que es un imperio, que les sangran las manos de doblarla de sol a sol desde que les salen los dientes para cascar 80 años después y dejarle la franquicia a unos nietos pijos de traje y Rayban que tratan mejor a su caballo que a su secretaria.

Nadie que esté de pie a día de hoy conoció a Mahoma -«bendígale Dios y le dé su paz»-, pero no debía ser un mal tipo. En todo caso, tenía menos mala uva que los que llevan en la boca su nombre. Ninguna escritura que se conozca cuenta que le quemara el chabolo al chaval de clase que le dijera «Abu, eres todo 'cabesa'». Tampoco se lió a palos con el Arcángel San Gabriel cuando le abrió el pecho, y eso que le sacó el corazón.

Al fin y al cabo, la risa no es más que adaptación al mundo. Solo en la cuadrilla del que firma hay un Chorla cabezón, un Peloto gordito, y un Churrasco que tiene parte de la cara quemada. Si hiciera falta, mañana a las cuatro y veinte de la tarde darían la vida los unos por los otros.

El mundo islámico se ha tomado peor que unos dibujantes le hayan caricaturizado al Profeta. Solo quieren castigarlos pasándose por la espada a todo Occidente. Se toman fatal las cosas. Quedan cuatro o cinco por ahí que siguen hablando de equivalencias culturales con una religión que es rehén de una elite fundamentalista que vive en el medievo. Se rasgan la chilaba ante una supuesta provocación a su Dios que no es más que una burla de su cerebro comprimido, de su miedo al distinto. Un grito por la libertad de expresión y de prensa, que es lo que está en juego y a lo que nunca se debe renunciar. De verlos con la antorcha en la mano, Mahoma los hubiera corrido a gorrazos.

Esto lo escribe el ciudadano de un país que sentó a Javier Krahe en un banquillo por cocinar una imagen de Cristo hace 35 años. Pensándolo bien, no somos tan distintos.