Tribuna

Los Majaderos, la política y las elecciones

PROFESOR DE FILOSOFÍA DE LA UCA Actualizado: Guardar
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Se convocan elecciones y comienzan las interpretaciones sobre cuál es la posición política del movimiento del 15M y su efecto electoral. Fernando Savater, aquí en Cádiz, consideraba que cuestionar que los políticos nos representen era cosa de majaderos. La dificultad de encontrarle al movimiento correspondencia entre la oferta electoral existente preocupa a muchos analistas. Las declaraciones de los actores del 15M desconciertan. Uno de los impulsores del movimiento, el gaditano Pablo Gallego ('Nosotros, los indignados. Las voces comprometidas del 15-M', Barcelona, Destino, p. 31), insiste, por ejemplo, en la defensa de los pequeños empresarios, evitando los reflotes de los bancos con dinero público y manteniendo públicas la educación y la sanidad y la banca pública. Su liberalismo se diferencia del 'neoliberalismo', consistente según él en «la privatización de los beneficios y la socialización de las pérdidas». Efectivamente, liberal, como se saben los conocedores de los liberales de 1812, es quien, por ser capaz de controlar su vida, se opone a quien se somete, en el trabajo y la política y a quien quiere convertirlo en un servil. Ese concepto de libertad de ese liberalismo -que, como ha señalado Quentin Skinner, es idéntico al concepto de libertad republicano al que me referí la semana pasada- resulta compatible con la crítica de este modelo de capitalismo y con la defensa de los servicios públicos y con el control ciudadano de los representantes.

Ese discurso liberal puede coexistir con otro de crítica radical al neoliberalismo, impulsado por militantes y por intelectuales de izquierda. No se trata, de cualquier izquierda. Stéphane Hessel, cuyo libro 'Indignáos' se considera un referente del 15M, aúna su compromiso de izquierda con credenciales democráticas y libertarias. La única 'revolución' mencionada como referencia en el 15M es Islandia, ejemplo de cómo el poder del parlamento puede imponerse a la oligarquía financiera internacional.

Esa pluralidad de discursos es positiva y constituye una de las aportaciones del movimiento 15M. Porque es político no tiene una correspondencia clara entre la oferta política existente. Precisamente porque es una oferta política pobre, incapaz de defender la participación ciudadana y la lucha contra el capitalismo de casino. Veamos varias razones. El lector juzgará si son dignas de un majadero.

Primera razón: existen, como explica Antonio Campillo ('El concepto de lo político en la sociedad global', Barcelona, Herder), dos nociones de política. Una, identifica la política con un ámbito restringido de actividad, consistente en la acción del Estado y de la acción en el Estado: la rotación electoral entre partidos serviría, en nuestras democracias, para controlar a los ocupantes del poder ejecutivo, legislativo y judicial. Otra considera que la política es un ámbito que regula las relaciones familiares y puede o no regular la vida económica. El movimiento del 15M es político en los dos sentidos del término: propone ampliar el espacio de participación ciudadana y no reducir la política a los tejemanejes de individuos que hacen del servicio público una utilización privada. Además, se considera que la actividad económica debe ser regulada y controlada políticamente y que sin conservar la salud, la educación públicas y sin evitar la especulación financiera, los ciudadanos no tienen verdadera autonomía, convirtiendo en víctimas serviles de quien les paga y les gobierna.

Segunda razón: esas propuestas son compartidas por muchos ciudadanos independientemente de cómo se sitúen ideológicamente, algo que muestran Guillermo Cordero e Irene Martín ('¿Quiénes son y cómo votan los españoles de izquierdas?', Madrid, La Catarata). Los ciudadanos que defienden la seguridad social y las pensiones no se diferencian entre electores de derecha y de izquierda. Curiosamente, los ciudadanos de extrema izquierda son críticos con los impuestos (condición de posibilidad de la acción pública) tanto como muchos de derecha. Los que más defienden los impuestos son quienes se consideran de centro izquierda.

Tercera razón, quedan muchos ciudadanos que no se ubican ideológicamente por razones complejas. Entre ellas se encuentra, como hace ya tiempo señaló Pierre Bourdieu ('Cuestiones de sociología', Madrid, Istmo, p. 239), la falta de competencias políticas porque no entienden a los políticos ni saben cómo hacer para elaborar un programa político que hable de sus problemas. Esas personas se encuentran de hecho sometidos a soportar pasivamente lo que hacen de ellos los dominantes y los poderes económicos. El compromiso político consiste en que comprendan qué y cómo se juega en la política y en la economía, para dejar de soportar servilmente, con más o menos rabia o resignación, lo que otros hacen de su vida.

Cuarta razón, y siempre según Cordero y Martín, los más vulnerables económica y políticamente no se identifican con un bloque ideológico y no digamos electoral. La clase alta y media alta y los obreros cualificados dan porcentajes altos de adscripción a la extrema izquierda y a la izquierda y, dentro de la extrema izquierda, abundan los apoyos procedentes de las más pudientes. Además, quienes apoyan a la izquierda, suelen ser algo más jóvenes y con niveles educativos más altos. Ninguno de estos criterios permiten decir con sentido crítico mínimo que unos bloques ideológicos son preferibles socialmente a otros. ¿Implicación política?: mucha. Que ésta sólo interese a electores de uno u otro partido: falso. Por tanto, que lo político se reduzca a lo electoral: demagogia. La agenda política del 15M no es una agenda electoral: algunas de sus propuestas no las defiende partido alguno, sus ideas las comparten muchos independientemente de su opción electoral, en fin, los problemas cotidianos ni siquiera han sido elaborados como problemas políticos. ¿Majaderos? Savater, de quien muchos esperábamos otra actitud, debe explicar mejor en qué.