Tribuna

El futuro de Andalucía depende de los andaluces

PRESIDENTE DEL COMITÉ DE ENLACE PROVINCIAL ANDALUCISTA Actualizado: Guardar
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Los andalucistas siempre hemos pensado en un modelo de sociedad andaluza diferente al existente, el que se ha construido en las últimas décadas. La Constitución de 1978 y el Estatuto de Andalucía de 1981 generaron una gran esperanza e ilusión en nuestro pueblo, en alcanzar una sociedad de mayor calidad social y económica, pero la realidad que vivimos en este momento no nos contenta, a nadie, basta que hablemos de empleo o de corrupción. Esto no quiere decir que todo haya sido malo o negativo pero sí que todo podría haber sido diferente y mucho mejor. Hablando de forma precisa, los andaluces hemos conseguido una autonomía amplia, pero sin embargo no ha sido gestionada por y para Andalucía, sino para intereses particulares, de partido o de los poderes en y desde Madrid, como por ejemplo la deuda histórica enarbolada por el PSOE sólo cuando no gobernaban ellos en la Moncloa o la reforma del Estatuto de Autonomía de 2007, que partió más que de una exigencia popular andaluza por la necesidad de cubrir la reforma del Estatuto Catalán, como se demuestra por las cifras de participación del referéndum de aprobación. La autonomía andaluza ha carecido de una identidad propia y siendo una autonomía política, al final ha tenido en su espíritu más que nada ser una pura descentralización.

Estamos en un momento histórico de inflexión a todos los niveles. Andalucía, España y Europa, nos jugamos gran parte de nuestro futuro. La crisis internacional ha sacado a la luz nuestras decadencias y déficits. El primer mundo se había agrietado y lo tapábamos con burbujas de aire y con huidas hacia delante, por ello tenemos que replantearnos qué queremos ser en las próximas décadas, podemos dar un salto hacia delante o hacia atrás. El mundo ha cambiado, la globalización nos empuja, un tercer mundo emergente aspira a ser el primero, dejando definitivamente su posición colonial. Basta observar a China y Brasil o a India y Marruecos.

Ante esto los andaluces tenemos que tomar una actitud activa, olvidando conformismos y sin pensar que van a solucionarnos los problemas desde Madrid o desde Bruselas. Nadie da nada gratuitamente, por ello nuestro pueblo tiene que replanearse que es dueño de su futuro, para bien o para mal. Con exigencias pero también con esfuerzo y tesón.

Los andalucistas planteamos que Andalucía deje de ser «el resto de España», como así se nos considera e incluso se nos menciona desde ciertas comunidades autónomas o fácil moneda de cambio en la Unión Europea de intereses ajenos a nosotros. Tenemos que ser sujetos activos como lo fuimos en momentos puntuales de nuestra historia: el 4 de diciembre de 1977, cuando se volcó el pueblo andaluz en la calle, no sólo en las ciudades de Andalucía, exigiendo el derecho de autonomía, o el 28 de febrero, cuando en un referéndum los andaluces saltamos sobre el espíritu de la Constitución de 1978, para que la autonomía plena fuera también para Andalucía y de paso para las demás comunidades autónomas del Estado a las que se pretendía que fueran de segunda categoría.

Ser sujeto activo del Estado, para los andalucistas, implica que tengamos un Estado simétrico, un Estado federal basado en la igualdad competencial, pues tan malo es el estado centralista como el asimétrico para Andalucía. Un ejemplo de esta asimetría lo tenemos en que las competencias no son igualmente valoradas en unas comunidades que en otras, las de mayor peso político y económico siempre salen ganando; así Andalucía con un millón más de habitantes que Cataluña, tiene 37 hospitales públicos frente a los 64 que tienen ellos; y desde la concepción centralista basta preguntar cuántas veces nombraron a Andalucía Rajoy y Zapatero en el Debate de la Nación, olvidando que esta tierra es la que soporta los niveles mayores de desempleo, donde la crisis más fuertemente ha golpeado, al tener mucho más débil la estructura económica y donde los índices sociales aparejados son más alarmantes.

Los andalucistas consideramos que si queremos ser dueños de nuestro futuro tenemos que cambiar nuestra filosofía, esforzarnos los andaluces como pueblo, con el objetivo de tener un peso político en el Estado, rompiendo dependencias políticas y económicas. Tenemos que recuperar la esperanza y la ilusión de aquel 4 de diciembre o del 28 de febrero. Hay que acabar con las dependencias externas. ¿Por qué la línea férrea de mercancías que viene de Francia y pasa por los puertos de Barcelona y Valencia no llega al de Algeciras? ¿Por qué nuestros trazados de comunicación siempre se dirigen a Madrid y no a la periferia peninsular donde podemos tener más intereses económicos?, pero también las dependencias internas, un mercado de trabajo amplio que evite que los subsidios sean mordaza y temor de los ciudadanos.

Me comentaban que un gurú de la economía dijo a unos empresarios que la oportunidad de Andalucía estaba en el Sol, turismo y viviendas residenciales para extranjeros. Pensaba que todavía, por desgracia, no hemos abierto nuevos campos desde hace 60 años, cuando se descubrió, se comenzó con la Costa del Sol.

Los andalucistas creemos que tenemos más posibilidades, empezando porque los 61 diputados en el Congreso, elegidos en Andalucía, actúen pensando en su comunidad y no en su sede central; dando a las instituciones andaluzas una propia identidad en función de la sociedad, no de sí misma y de los que están en ellas aposentados; creando una estructura económica fuerte donde sea fácil crear empresas o mantenerlas, potenciando el mundo rural como algo nuestro y dotándolo de mayor nivel de servicios... Es hora de que los andaluces y andaluzas pasemos de estar indignados por el paro, la corrupción, etc; a estar verdaderamente comprometidos con Andalucía.