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Desencantados

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Es comprensible que las personas mayores con varias décadas a sus espaldas se sientan decepcionadas ante la evolución de muchas áreas y facetas de nuestra vida social. Lo que ya no lo es tanto es que mucha gente joven comience a mostrar síntomas de un cierto desencantamiento unos años antes de poder desarrollar muchas de sus capacidades y habilidades sociales.

He tenido ocasión de poder escuchar en las últimas semanas a dos importantes sociólogos de referencia en nuestro país. Invitado por Javier Anso pude atender a lo que nos comentaba P. González Blasco en San Felipe presentando el Informe 'Jóvenes españoles 2010'. Una gran parte de los jóvenes actuales son más pragmatistas debido a la carencia de encanto que encuentran en nuestra sociedad. Son más presentistas y consumidores, poco complacientes consigo mismos, 'lúcidamente' escépticos, están muy amoldados a la sociedad y defienden un humanismo indoloro (rechazan cualquier tipo de dolor). No pocos de ellos llevan una vida muy fragmentada y escasamente armónica. Valoran principalmente la familia, las amistades, la salud y el tiempo libre.

Por otro lado asistí en la Diputación a la conferencia de M. Pérez Yruela sobre la realidad social andaluza, en el ciclo coordinado por Ramón Vargas-Machuca, en las que abordó el análisis de muchas variables socioeconómicas, centrándose al final en la estrecha relación entre educación y economía (dos áreas con indicadores muy preocupantes de cara al desarrollo de nuestra comunidad autónoma). Comentando esa máxima sociológica de que «las cosas no son como son, sino como la gente piensa que son» afirmó que se observa un acelerado deterioro en le percepción de los andaluces sobre las dos áreas comentadas.

Ambos conferenciantes coincidían en la suprema valoración que otorgaban los jóvenes andaluces a sus familias, sus amistades, su salud y su tiempo libre, a la vez que reseñaban su escasísimo interés por lo público y por la política.

Los jóvenes aparecen muy modelados por una situación de desorientación sociopolítica y económica en la que los mayores tenemos la mayor parte de la responsabilidad. Y a todos nos compete el empeño en un nuevo reencantamiento social. Lo que cohesiona y mantiene unida a una comunidad social es el entramado cultural de sus valores y el respeto a los mismos. El desencantamiento, la desorientación, la desintegración y la tensión aparecen siempre con las más variadas crisis.

Urge en nuestra sociedad el reencantamiento de los propios jóvenes y podemos aportar y potenciar actitudes que esperemos no haber olvidado como aquellas viejas capacidades de imaginar, descubrir, sorprender, asombrar, ilusionar, inventar, admirar, proyectar e incluso fantasear. El enorme poder de nuestra comunicación lo permite. Nuestro mundo se encuentra desencantado, como dirían Schiller y Weber; ¡reconciliémonos con él!.