Editorial

Valores compartidos

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L a vibrante conmemoración del 65 aniversario del desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía y el intercambio de Obama y Sarkozy de declaraciones de amistad y cooperación en defensa de los valores compartidos supone la recuperación decidida del vínculo transatlántico debilitado tras la crisis derivada de la invasión de Irak. Pero el emotivo homenaje en el cementerio de Colleville-sur-Mer a los caídos y veteranos de la batalla que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial y el futuro de Europa, no pasaría de ser un protocolario acto en recuerdo de la memoria de quienes lucharon contra el nazismo por un sueño de libertad, si la cooperación entre la UE y la primera potencia global no se asienta sobre la lealtad y el sacrificio en los grandes desafíos actuales para la seguridad y el bienestar. La estabilización de las áreas más conflictivas del planeta como Afganistán, Irak, Oriente Próximo, Corea del Norte, constituye una tarea pendiente que no debiera descansar exclusivamente en manos de Estados Unidos desde el plano diplomático.

El giro experimentado por una gran parte de la opinión pública mundial respecto a la administración estadounidense, de la mano de la extraordinaria acogida de Barack Obama, representa una oportunidad histórica para ensamblar esfuerzos en la lucha por superar los retos del siglo XXI. Quizás las palabras de Elie Wiesel superviviente de los campos de concentración y Premio Nobel de la Paz dirigiéndose a Obama como «la esperanza para cambiar el mundo» reflejen el sueño utópico de la fraternidad universal pero traslucen la ambición de las generaciones que sufrieron la guerra y la destrucción de que se inaugure una nueva era donde no tengan cabida los fanatismos que llevan en su seno el germen de la violencia.