EL JEME

Gila en la audiencia

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Esto era un barco que captura a unos piratas y como no sabían que hacer con ellos llamaron al juez:

-Tango Charlie, aquí los del barco, ¿Me recibe, cambio? ¿Es usted el Juez? Oiga, mire, que tenemos aquí unos piratas, que si se los podemos enviar.

-No, de ningún modo, - contesta el juez - la piratería marítima no es delito en España. (Cosa que todo el mundo sabe porque copiar un CD y venderlo en el Paseo Marítimo tiene subvención de la Consejería de Innovación como emprendedor).

-Pero... entonces ¿Qué hacemos con esta gente? -preguntan desde el barco -.

-Póngalos en libertad, inmediatamente- responde el juez -.

-Oiga señoría, que son piratas.

-Oiga usted bien capitán, no me toque las narices, que yo llevo causas contra los malos de medio planeta, o los pone en libertad o le mando al poli que detuvo a Roldán para que lo enchirone directamente en una cárcel de mala muerte de Somalia.

-Bueno, vale, pero. ¿Dónde los pongo en libertad? Porque la barca que tenían se la hemos hundido, ¿a ver si me van a reclamar daños y perjuicios?

En esto aparece el Abogado del Estado:

-Oiga, oiga, en libertad ni mijita, que hay un Convenio de la Unión Europea que dice que a los piratas que se capture hay que entregarlos en Kenia. Así que andando para Nairobi.

-Un momento - responde el juez - ni se le ocurra entregarlos en Kenia, que allí los presuntos piratas no van a gozar de las debidas garantías procesales.

El capitán del barco, de nuevo:

-Bueno a ver si se aclaran, porque yo no puedo tener a esta gente mas tiempo en el barco, que se lo están comiendo y bebiendo todo. ¿Qué hago, los meto en el calabozo o los pongo en libertad?

-En libertad -responde el juez-.

-Pero los deja usted en libertad en un puerto de Kenia -apostilla el Abogado del Estado-.

-Y el fiscal, ¿no tiene nada que decir? - pregunta el juez -.

-Está mirándose el tema en los apuntes de la carrera - responde el agente judicial-.

En ese momento, el juez se echó hacia atrás en su sillón giratorio, enlazó sus manos por detrás de la nuca, respiró hondo y pensó: ¡qué pena!, ¡con lo que prometía este asunto!, con un poco de suerte y varios meses de instrucción seguro que hubiera conseguido relacionar al ministro que tengo imputado en China por un delito contra los derechos humanos, con el que tengo en Israel por genocidio, con otro de Kenia por tráfico de seres humanos.

-Bueno está bien -concluyó el juez decepcionado - desembárquelos en un puerto de Kenia, pero ni se le ocurra entregárselos a las autoridades de ese país.

P.D: el capitán del barco haría bien en estar acojonado y puede darse con un canto en los dientes, si no lo terminan imputando por detención ilegal o por un delito contra los derechos de los trabajadores extranjeros.