TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

¿Por qué Cádiz quiere premiar a Uribe?

La concesión al presidente de Colombia Álvaro Uribe del premio Cortes de Cádiz a la Libertad, ha suscitado el rechazo de numerosas entidades y particulares. ¿Por qué? Porque el perfil político del dignatario no coincide con lo que se pretende premiar. Aunque cuenta con numerosos partidarios que alaban el creciente clima de aparente seguridad en su país, sus detractores critican que el 70 por ciento de la población de un país tan rico se sitúe debajo del nivel de la pobreza. O que no haya buscado solución para cuatro millones de desplazados que huyen de los narcos, los guerrilleros y las propias fuerzas y cuerpos de seguridad de Colombia.

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Tras su primera victoria electoral en 2002 se habló de pucherazo, de que su hombre de confianza, Jorge Noguera, exdirector de Informática del temido Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) de Colombia, habría logrado multiplicar los votos a favor de Uribe, para que ganase la primera vuelta en aquellas elecciones, de común acuerdo con un jefe paramilitar. Así lo denunció su sucesor en el cargo Rafael García, a quien también se le imputan fraudes electorales antes de que cayera en desgracia y fuera encarcelado por destruir los antecedentes de narcos y paramilitares de la base de datos del organismo. García llegó a acusar a Noguera de haber puesto el DAS al servicio de los paramilitares a quienes habría entregado una lista con 24 dirigentes sindicales, varios de los cuales serían asesinados posteriormente. Como guinda, eso sí, también le imputa un plan para desestabilizar a Venezuela y atentar contra Hugo Chávez. Por cierto, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) afirma que en los cuatro primeros años de Gobierno de Uribe fueron sido asesinados 333 trabajadores sindicalizados entre dirigentes y afiliados.

En aquellos primeros comicios presidenciales, tuvo un papel relevante José Gelves, el principal ideólogo del «Frente Resistencia Tayrona», uno de los principales grupos de autodefensas paramilitares, que no se desmovilizó hasta cuatro años después y que, mucho antes de ello, llegó a reunirse con el presidente. Un hermano y dos primos hermanos de Uribe estuvieron al frente de los grupos paramilitares «Los Doce Apóstoles» y «Los Erre», responsables de más de cien muertes en el departamento de Antioquia durante la década de los 90. Si hablamos de las veleidades constitucionalistas de Hugo Chávez para perpetuarse en el poder en Venezuela, Álvaro Uribe también modificó la Constitución para legitimar su segundo mandato que durará hasta 2010 y ahora, ayudado por encuestas como las que ha llevado a cabo Gallup y que le otorgan un 69 por ciento de popularidad, pretende llevar a cabo un referéndum para que se le permita optar a un tercer periodo al frente de Casa Nariño, el palacio presidencial.

Su carrera política se centró en Medellín, pero a Uribe se le ha relacionado con el narcotráfico en diversas ocasiones: contaba 28 años cuando fue nombrado Director de la Aeronáutica Civil y durante ese periodo otorgó numerosas licencias para la construcción de aeropuertos que luego serían utilizados por los carteles colombianos para introducir droga en Estados Unidos, tal y como denuncia la novia de Pablo Escobar, Virginia Vallejo, en un libro titulado Amando a Pablo, odiando a Escobar (Random House Mondadori): «Concedió docenas de licencias para pistas de aterrizaje y centenares para los aviones y helicópteros sobre los que se construyó toda la infraestructura del narcotráfico». «Pablo solía decir: 'si no fuera por este muchacho bendito tendríamos que estar nadando hasta Miami para llevar la droga a los gringos. Ahora, con nuestras propias pistas no nos para nadie. Pista propia, aviones propios, helicópteros propios...'».

Hay documentos del Pentágono y de la DEA que le relacionan con los carteles y el periodista Fabio Castillo, en su libro Los jinetes de la cocaína, relata en detalle los vínculos de su familia con el narcotráfico. Claro que con el tiempo, paradojas de la historia, Uribe se ha convertido en uno de los más poderosos colaboradores de la administración Bush en América Latina.

Su principal ideólogo se llama José Obdulio Gaviria, un abogado y profesor universitario que militó en el movimiento izquierdista Firmes de Gerardo Molina, pero que es primo del célebre narco Pablo Escobar. Sus dos hermanos, Luis Mario y Jorge Fernando Gaviria, llegaron a ser detenidos por narcotráfico en Estados Unidos, en 1983. Otros dirigentes de sus campañas tuvieron que dimitir cuando se descubrieron sus vínculos directos con narcos o paramilitares. Y el propio Uribe se vio en más de un apuro cuando el Nuevo Miami Herald publicó un vídeo en el que se le veía en una reunión con diversos representantes locales de Barrancabermeja entre quienes figuraba Frenio Sánchez Carreño, el comandante Esteban, uno de los principales líderes paramilitares de Colombia, entonces en busca y captura. Por no hablar de asesinatos, palizas y campañas de desprestigio a sus opositores. O un bombardeo sobre la selva ecuatoriana en el que murieron varios mexicanos a los que Uribe calificó como terroristas, narcotraficantes y asesinos, sin más pruebas que recortes de periódico. O de sus descalificaciones de los defensores de derechos humanos a quienes tildó de «politiqueros que finalmente le sirven al terrorismo», llegando a acusar a Aministía Internacional de legitimar el terrorismo internacionalmente (sic). Para colmo, un ex paramilitar de Colombia, Salvatore Mancuso, acusa a Álvaro Uribe de haber planeado y dirigido una masacre perpetrada por grupos paramilitares en octubre de 1997, en el departamento de Antioquia, donde entonces Uribe era gobernador. Ante toda esta gama de acusaciones, habrá que presumirle la inocencia. Pero, a primera vista, tampoco parece que sea cuestión de premiarle. ¿Qué habrá visto el jurado en su persona? Retirarle el premio ahora podría considerarse una afrenta. Pero a ver quién es el guapo que, en el futuro, acepta sumarse a un palmarés encabezado por semejante personaje.