LA TRINCHERA

Usted es imbécil

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No hay nada que hacer, amigo. El Gran Hermano, con sus largos tentáculos digitales, con sus informes sobre tendencias y sus arduos estudios de mercado, ha decidido que usted es imbécil. Sí, no se enfade: imbécil. Tonto del haba. De entrada, la etiqueta puede sonarle a insulto, pero nada más lejos de la intención del gurú que determina nuestros gustos, nuestras filias y fobias, nuestros agrados, desagrados y complacencias. Ser idiota, en 2008, es un claro signo de adecuación a los tiempos, una seña inequívoca de modernidad. Enhorabuena. Ya estaba usted tardando.

La idiotez ha perdido toda su carga peyorativa, y opera del modo contrario a cómo lo hacía cuando usted y yo íbamos al instituto. Hoy por hoy, ser un bulto con patas no es algo que deba ocultarse. Hágame caso. Se lo digo por su bien. En cuanto tenga ocasión, amigo mío, no lo dude: presuma de su ignorancia y alardee de sus lagunas. Es el mejor camino hacia la integración social. Le esperan grandes cosas si consigue disimular sus conocimientos, por mínimos o superficiales que éstos sean. Admita que compra el periódico, pero sólo para ojear las fotos y masticar los titulares. Vanaglóriese de no pisar un museo desde que iba al colegio, de no comprar un libro si no es para regalarlo, de no ir al cine, salvo para acompañar a los niños. Puede parecerle contradictorio, pero repudiar en público algunas de esas sanas costumbres, ahora es muy cool. Una obra de teatro, o una simple novela, son formatos elevados, detestables, para quien opta por pasarse la tarde del domingo matando zombis mediante el educativo procedimiento de apretar muchas veces el mismo botoncito. No, no son diversiones compatibles. Olvide las teorías integradoras o estará abocado al fracaso. Acuse de prepotente, elitista o sabiondo a quien defienda lo contrario.

Puede que, al principio, le cueste aceptar que presumir de no leer es algo tan obsceno como vacilar de no hacer ejercicio, pero irá comprobando los beneficios de su imbecilidad radical sobre la marcha. No se agobie. Dese tiempo. Con la práctica, la idiotez le saldrá sola y, antes de lo que piensa, podrá lucir ante sus amigos una hermosa estupidez.

Sus hijos, educados en los mismos valores de la idiotez militante, ya no tendrán que forzar la careta. Y así, con voluntad y dedicación, dentro de unos años, el mundo entero estará poblado por una legión de chicharrones autómatas, pero nos dará igual. Para entonces, todos andaremos por la calle con esa grotesca y ridícula sonrisa de satisfacción que la estupidez pinta en la cara de los perfectos imbéciles.