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Mickey Mouse de ojos rasgados

Shangai tendrá un gigantesco parque Disney, que dobla en superficie a la ciudad de Cádiz y muestra el cambio radical de la sociedad china

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Primero se instaló en Tokio, y hace apenas tres años, construyó su segunda residencia asiática en territorio amigo. Hong Kong es el paradigma del capitalismo, y la ciudad de los rascacielos, donde ondean las estrellas amarillas sobre fondo rojo desde 1997, no hizo ascos a una oportunidad de negocio que ha supuesto un aumento de seis puntos en el PIB. Después del éxito cosechado en la ex colonia británica, abanderada del un país, dos sistemas de Deng Xiaoping, y consciente de que el triunfo se lo debe a los cientos de miles de chinos que lo han visitado, ahora Mickey Mouse se propone erigir un castillo en la China Popular, donde hace sólo dos décadas ni siquiera se le habría ocurrido ir de visita.

Si nada se tuerce, Shanghai, la capital económica del país de Mao, contará en 2012 con una gigantesca Disneylandia, construida en la zona de Pudong, que alberga el centro financiero de Lujiazui y que se ha convertido en uno de los barrios de mayor crecimiento del planeta. La noticia la confirmaron las autoridades de la ciudad esta semana, después de años de negociaciones y rumores, aunque son muy pocos los datos que han visto la luz.

Diez kilómetros cuadrados

Lo que ya se sabe es que el parque temático tendrá diez kilómetros cuadrados construidos en dos fases, lo cual dará como resultado un recinto ocho veces mayor que el existente en Hong Kong. Se estima que el proyecto le costará a la compañía estadounidense en torno a 3.500 millones de euros, y que creará en torno a 20.000 empleos. El hogar de Mickey tendrá, además, un modelo de negocio diferente, y será el gobierno regional quien posea la participación mayoritaria. Disney se quedará con los derechos de autor y un porcentaje de los ingresos. Así, no sería de extrañar que el célebre ratón se haga la cirugía estética, muy de moda en China, y aparezca con ojos rasgados.

Sin duda, todavía muchos no ven con buenos ojos que la Cenicienta y Blancanieves se paseen bajo la hoz y el martillo. Sin embargo, la Disneylandia de Shanghai confirma lo que se había convertido en un secreto a voces. China no es comunista. Por lo menos no lo son ni la sociedad, ni el sistema económico, y muchos dudan de que incluso lo sea el partido. Los 250 millones de habitantes con capacidad para adquirir productos de lujo, y que sólo pueden tener un descendiente, demandan todo tipo de servicios para sus hijos, lo cual ha convertido el sector del ocio infantil en uno de los de mayor crecimiento de China. Consciente de la saturación del mercado en países como EE UU o Japón, la multinacional americana no duda en ceder algunos de sus personajes más célebres a favor de beneficio económico. Y es que EE UU y China tienen mucho más en común de lo que puede parecer.