LA HOJA ROJA

Bloguea que algo queda

Tenemos fama de adelantados, de pioneros, de gente sin prejuicios y de mente abierta. No hay experimento sociológico donde no haya un gaditano, acuérdense de Gran Hermano o de aquellas primeras operaciones Triunfo. Pero somos más que todo eso. Los de Cádiz somos noveleros, término que el diccionario de la RAE define como «amigo de novedades, ficciones y cuentos», y es la novelería la que impulsa a esta ciudad y no otras cosas.

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Acostumbrados a encabezar las listas de los más temidos palmarés del mundo, somos además una de las provincias con más usuarios de internet en España. Algo lógico, si tenemos en cuenta que somos una de las capitales con mayor número de parados, lo que traducido resulta gente ociosa y con tiempo o, si ustedes lo prefieren, personas estimuladas ante el mundo de la información que se abre en la pantalla del ordenador. Sea lo que sea, lo cierto es que tan pronto nos hemos familiarizado con los foros, los chats, la prensa digital y los blogs, que el ordenador se ha convertido en una ventana indiscreta donde espiar al vecino. Vamos, que lo que supuestamente nos abría los ojos hacia el horizonte, nos devuelve otra vez la imagen de nuestro ombligo, que dicho sea de paso, es lo que más nos gusta.

En efecto, según las estadísticas, lo que más consultan los gaditanos son las páginas relacionadas con la propia ciudad. No en vano, habrán ustedes recibido ese homenaje al mal gusto que en forma de powerpoint llamado Habanera de los ojos cerrados, Mi Cádiz o Dos lagrimones según la sensibilidad del emisor, se come siete megas de su correo para enseñarle fotos y más fotos de la Caleta en sus distintas perspectivas. Los gaditanos leen a diario en el ordenador los periódicos editados en la ciudad -salvo los gratuitos, para los que se dan tortas en las calles- y consumen de forma habitual toda la información relacionada con los escasos metros cuadrados que conforman los límites de esta tierra. Algo de herencia ilustrada, no diré que no, algo de espíritu liberal doceañista, puede, pero de lo que no me cabe la menor duda es que hemos sustituido el patio de vecinos por el ordenador para enterarnos de la vida y milagros del que tenemos enfrente.

Chismosa y cotilla no puedo sino alegrarme de que a mis vecinos les dé por abrir blogs. Ya saben, esos cuadernos de bitácora que aparecieron en 1999 y donde un individuo hacía pública su navegación particular dando opción a que millones -bueno, es un decir- de internautas se asomaran y opinaran. La revolución llegaría más tarde, sobre todo desde que existen programas gratuitos que permiten a cualquiera hacerse su propio blog y alojarlo, también gratis, en un servidor. E imaginen qué ciudad vuelve a llevarse la palma en esto de los blogs siendo gratis.

Por sus blogs los conoceréis, hay que decir, y nunca mejor dicho. Porque lo que en principio nace para dar a conocer ideas, obra inédita o pensamiento, termina por convertirse en el diván o si quieren en el confesionario. Hay cientos de blogs gaditas, la mayoría de ellos apenas se mantienen unos meses, por aquello de la novelería que antes les contaba y muchos se mantienen por el Carnaval o la Semana Santa, por nuestros clásicos. Aún así, tengo mi lista de favoritos, que pueden también ser los suyos si se animan. Por el blog de Chapu Apaolaza - Nadando con chocos- donde leo sus geniales ideas liebre, me entero de dónde pasa sus vacaciones y de lo divertido que es nadar entre manatíes. Por el blog de Rafa Marín -el veterano Crisei- he llegado a saber cuánto le gusta a su familia la comida mexicana o lo accidentado que puede resultar un viaje de fin de curso con adolescentes. En el blog de José Manuel Benítez Ariza -Columna de humo- descubro de que la gata K. tiene instintos cazadores a pesar de su aparente docilidad y de las malas pasadas que juegan los resfriados en primavera y en el de Enrique García Maiquez -Rayos y Truenos- sigo con pasión la historia del retrato de su abuela, además de los avatares de su mudanza. Al blog de Pepe Contreras -que le pasa lo contrario de los documentales de La 2, nadie lo lee, pero ahí sigue- entro cada día porque siempre me entero de alguna noticia de última hora y el abuelo Enrique Montiel -no tiene nombre, el blog- nos está dejando un estupendo catálogo de fotos de esa nieta que lo trae loco y a la que pronto se unirá otra más. A Fátima Vila -Una boquita prestá- no la conozco, pero sentí como mía su operación de juanetes, lo mismo que los problemas de Pilar Vera -The Arpía's corner- en las bodas de sus primas. En el blog de Tatiana Sánchez -Hagamos un trato- me enteré de que Bibiana Aído -Amanecer en Cádiz- era nombrada ministra casi a la vez que ella, y por el de Paco Piniella me voy enterando de la historia de los Piniella en el mundo. Miguel Ángel García Argüez -Cambio de agujas- escribe poco últimamente pero es que tampoco para de hacer cosas. Con Carmelo -el bló del Carmelo- volví a recuperar expresiones gaditanas que tenía olvidadas y con el Jardi -el blog del Jardi- volví a ver a Jati después de tantos años.

Unos me llevan a otros, porque como dice Antonio Serrano -uno de los últimos en llegar con su baile de los Silenos- lo importante no es abrir el blog, ni siquiera mantenerlo, sino conseguir que te enlacen porque así puedes llegar a más gente. Y como la madeja de Ariadna voy de blog en blog enterándome de cosas que ninguno de ellos me contaría a la cara. Es lo que tiene el supuesto anonimato de Internet. Tú, la pantalla, y yo. No te escondas, que te leo, leo, leo.

yolandavallejo@telefonica.net