MAR DE LEVA

Héroes viejos

Si pertenecen ustedes a mi generación y les gusta el cine, estarán como aquí el lerenda descontando las horas que nos separan de este jueves, cuando volverá a las pantallas ese viejo amigo sin escrúpulos pero de buen corazón que parecía sacado de un tebeo y que nos hizo soñar con buscar tesoros perdidos y enfrentarnos a nazis sin perder jamás el sombrero. O sea, Indiana Jones, nada menos. Quién nos diría que se nos ha pasado media vida (diecinueve añitos, justamente) desde que lo vimos cabalgar con papá Sean Connery hacia una puesta de sol que creíamos adiós definitivo.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Pero no. Indiana Jones vuelve sin necesidad de cambiar de actor que lo rejuvenezca, usando al mismo Harrison Ford, ya sexagenario, que lo interpretó en los años ochenta. No es una novedad en esto de la farándula: en los dos últimos años hemos visto regresar a un improbable Rocky, todavía dando ganchos de izquierda a pesar de los años; a su primo hermano Rambo, ahora reconvertido a ONG-pero-menos de un solo hombre contra terroristas selváticos; y al cada vez más calvo y cansado Bruce Willis corriendo en camiseta por las autopistas de medio Estados Unidos. Los héroes de la cultura popular, los mitos de nuestro tiempo, se resisten a hacerse viejos, como nos resistimos nosotros, y siguen queriendo tener un final digno aunque la chica también tenga arrugas o se la lleve al final otro.

Lo cual, evidentemente, nos lleva a dos reflexiones. Una, que el tiempo pasa demasiado deprisa y nos fastidia sobremanera, cuando nos gustaría que todos siguiéramos teniendo el cutis terso y la melena adolescente del Capitán Trueno per sécula seculorum. Dos, que Hollywood y los medios en general no han sido capaces de reciclarse y crear personajes nuevos de impacto que atraigan a los públicos de ahora y tienen que recurrir a los iconos de eficacia probada, que aunque sea un pelín arriesgado, tan sólo con el factor nostalgia seguro que cuadran las cuentas.

Por encima de todo, me permiten ustedes que saque los pies del tiesto y extrapole esto a cómo vivimos en el mundo de hoy, películas aparte, en esta sociedad acelerada que da cada vez más importancia a lo que llega e ignora el trabajo paciente de quien lleva años en el tajo. Desde los yuppies para acá, en los medios y en casi todas partes, lo que se nos ofrece es la belleza a la vista (esa que todos los que la hemos perdido, si alguna vez la tuvimos, sabemos que es perecedera) por encima de las otras cualidades que en otro tiempo habíamos aprendido a respetar y a querer imitar: el tesón, la gallardía, la defensa del débil frente al poderoso, incluso la poesía.

Las películas de hoy ya no ofrecen esa grandeza del perdedor que tan bien encarnaran, en su momento, gente como Humprhey Bogart, Gary Cooper o Sterling Hayden. Ni nos muestran personajes adultos con quienes podamos identificarnos por mimesis de situaciones o por proyección de sueños. Serrat ya no llena los estadios, pero verán cómo este verano se hace de oro el actor que está debajo de la máscara de Rodolfo Chikilicuatre, que el sábado verá si se entienden o no se entienden sus gracietas en otros idiomas y otras culturas. Nuestros hijos adolescentes han vuelto a los tiempos pre-setenteros donde lo que primaba era el contoneo y el flequillazo (ahora el ombligueo) antes que el mensaje que pretendía concienciarnos.

Y no digamos ya en cuántos puestos de trabajo tiene preferencia el jovencito o la jovencita por encima de quien tiene experiencia de batalla (o sea, años), simplemente porque desgrava más a la Seguridad Social, son más atractivos de cara al público, aceptan con más facilidad un sueldo basurilla o son más dóciles a la hora de manipularlos.

Podemos decir que vivimos en una sociedad donde, si alguna vez fue cierto, ya no se cumple aquello de que la veteranía es un grado. Hollywood parece que recapacita y nos rescata héroes viejos para seguir entreteniéndonos y sacarnos los cuartos.

Pero no vean ustedes la de actrices en edad madura que se quejan de que no hay papeles para ellas. También en esto las pantallas reflejan cómo somos, estemos donde estemos.