MARIANNE BRÜLL EDITORA DE RUEDO IBERICO

«¡Y tanto que Ruedo Ibérico mereció la pena!»

Compañera de José Martínez, fundador y director, es ahora la cabeza visible de Ruedo Ibérico, la mítica editorial fundada en París en 1961 y dedicada a publicar libros que contrarrestaran la propaganda del franquismo. Suiza de nacimiento, ha vivido en primera fila la historia del exilio y del retorno, la élite de la cultura europea y española, y también sus miserias y desencantos.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

-Cuéntenos qué fue Ruedo Ibérico. Supongo que la mayoría de los lectores, sobre todo los más jóvenes, no lo saben.

-Ese es mi propósito, que lo sepan los jóvenes, los viejos ya lo conocen, si no lo han olvidado, pero los jóvenes preguntan y quieren saber. Ruedo fue la aventura, o mejor dicho, la decisión que toman cinco refugiados al constatar que la acción directa a principios de los 60 ya no servía para nada, y que el franquismo tenía tiempo por delante, por lo que acuerdan intervenir en el campo ideológico. Fundan una editorial donde publicar libros que no pueden salir en España, y con ellos contradecir las tesis oficiales del régimen.

-¿Encuentra, entonces, que la historia de Ruedo Ibérico tiene público entre los jóvenes?

-Mucho, están muy interesados, los jóvenes no son unos gamberros, quieren saber y hay que contárselo con claridad, sin batallitas. Yo trabajo para ellos, no para los viejos, y para ellos hemos creado una web, ruedoiberico.org.

-¿Fue Ruedo Ibérico, sobre todo, un movimiento cultural?

-Me niego a que se arrincone a Ruedo Ibérico bajo la etiqueta de «movimiento cultural», porque fue dirigido contra el régimen de Franco. Me importa mucho que quede esto claro. «Movimiento cultural» quiere decir todo y nada y Ruedo Ibérico fue más, fue un arma contra el franquismo.

-¿Quiénes estaban en Ruedo Ibérico? ¿Hasta qué punto llegó a nuclear la España del exilio, la resistencia en el interior, la clandestinidad?

-La clandestinidad no, no vayamos tan lejos, pero digamos que sí, la intelectualidad, los estudiantes que vienen a París con becas se aglutinan muy rápidamente alrededor de Ruedo para ver qué pueden hacer. Están Manuel Castells, Joaquín Leguina, Pascual Maragall colaboran más o menos y permiten que Ruedo sea lo que se había propuesto, no ser una editorial desde y para el exilio, sino para el interior, el cual necesitaba información. Entonces con lo que traían estos jóvenes de dentro de España, información económica, política, artística, se hicieron los libros importantes, como Horizonte Español de 1966 y 1972 y España hoy, que son compendios sobre la situación del país entonces.

-¿Quién fue José Martínez, su fundador y director?

-El otro día me preguntaron ¿por qué no se ha seguido Ruedo con otra gente? Porque no había José Martínez. Era el impulsor, el alma, el voluntarista a tope, que no le importaba el dinero, ni el puesto, sino la acción política a través de la editorial. ¿Quién hace esto hoy? Dinero nunca hubo. Comíamos de lo que había. Hubo un coche, para llevar los paquetes. No era una vida de pobreza, pero de estrecheces sí, aunque con este proyecto en manos no importaba.

-¿Cómo se vivieron desde Ruedo las sucesivas crisis del comunismo, Claudín, Semprún, Carrillo ?

-Los disidentes que fueron expulsados, Claudín, Semprún, Francesc Vicens, vinieron a Ruedo y querían aprovechar su plataforma para expresarse. Es cuando se edita la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico. Al principio fue bien, pero muy rápidamente ellos iban por su camino y Pepe por otro. No queríamos que Ruedo fuera la expresión política de una tendencia dentro de muchas tendencias. Se nos reprochó siempre que no teníamos línea política. No pertenecíamos a ningún partido ni grupo de presión ni nada. Eso nos daba la libertad de hacer lo que queríamos. Someternos a un grupo quizá nos hubiera dado un poco de dinero, pero nos habría quitado la libertad. ¿Cómo vas a publicar Trotski si estás con los comunistas? Y esa libertad costó mucho, pero se mantuvo y permitió hacer lo que hicimos.

-El mundo del exilio debía ser muy complejo

-Sí, pero nos atañía poco, porque los exilados no eran nuestra clientela, apenas compraban libros, sino los españoles del interior, con lo cual las peleas entre exilados apenas influían en nuestra actividad. Y Pepe se había aislado bastante de eso, tenía mucho que hacer con la editorial. Trabajaba como un loco.

-La gran aventura era meter los libros en España ¿no?

-Hacerlos, primero y luego venderlos y meterlos, sí.

-¿Cómo hacían? aparte de quien iba a París y los traía en la maleta.

-A París y toda la costa vascofrancesa, a Perpiñán, Londres, Ginebra, Bruselas, Zurich, Francfort, cuando los libreros y los turistas y la gente de allí empezó a pedir libros los libreros no son tontos. Había una librería del Vaticano, en Roma, que compraba cada libro que editábamos.

-Había negocio, entonces

-Se vendían, sí, pero dentro de lo que es el negocio editorial y con las dificultades que suponía llegar a nuestro mercado natural.

-¿Y al interior de España, cómo llegaban los libros?

-No nos valía hacerlo por paquetitos, que no significaba nada, sino que había que llegar un poco masivamente, y ya por el 65-66 estuvimos en contacto con un antiguo 'gris', un policía, retirado, que tenía sus tinglados e importaba libros prohibidos de todos lados.

-¿Un policía?

-El iba al negocio, no lo hacía por política ni por nada, era un contrabandista, claramente, y sacaba su negocio de ahí. Se retiró y se buscó la vida, pero como tenía sus redes.. Si quieres introducir en una cierta cantidad tienes que tener tus puntos, porque cuando llega a la aduana qué, tienes que saber a quién untar

-¿Siguieron entrando por esa vía hasta la muerte de Franco?

-Sí, aunque hubo sus más y sus menos, porque cuando publicamos el libro de Ynfante sobre el Opus Dei, que tuvo un éxito enorme en España, recuerdo una viñeta en uno de los periódicos nacionales, que decía «¿has leído el libro?» y todo el mundo sabía de qué iba- se dieron cuenta y cerraron el grifo. Había que ir con cuidado. Siempre buscaban saber quién los introducía y en las librerías había que ser cautos.

-¿Cómo vivieron la muerte de Franco?

-¿Figúrate! Pero pensamos ¿ahora qué hacemos? Tardaron hasta el 77 en darle el pasaporte a Martínez. Luego había dos tendencias, una que decía hay que ir por la puerta pequeña, discretamente, sin levantar polvo, porque la situación no estaba clara, y los editores, Carlos Barral, Pedro Altares, esta gente, decían «tú ven y te ayudamos». Entramos por la puerta pequeña.

-¿Cómo fue la vuelta?

-Tristísima. De repente nuestro mercado natural nos estaba abierto, pero ese mercado ya no existía. No había lectores ya. El barullo que metieron las grandes editoriales, tanta gente que publicaba a Lenin, Marx, yo qué se, crearon tanta confusión en el mercado que la gente desistió directamente de comprar libros. Entonces además se leía poco. Para nosotros fue un desastre. Nuestros lectores, amigos, pensaban ya habéis hecho lo que tuvísteis que hacer, ya no hay Franco. No se les ocurría que quedaba mucho por hacer, porque la censura persistía, quizá no oficial, pero sí autocensura, censura económica, política, aunque no tuviéramos que ir al ministerio. Había una gran lucha que continuar. De hecho publicamos más de 20 libros en España entre el 78 y el 80, cosa que no recuerda nadie. Son muchos libros, lo que pasa es que eran temas que no interesaban, ecología, economía política diferente, feminismo al revés

-¿Influyó la situación de concentración editorial en grandes grupos?

-Contra eso íbamos, queríamos ocupar un espacio, que existía, para publicar libros que no se editaban por esas razones. Logramos un eco, pero también el problema era que la gente que nos había rodeado en tiempos se había integrado, en política, en la universidad, iban a lo suyo, y continuar haciendo Ruedo sin un grupo detrás que apoyara no tenía sentido.

-Detrás, supongo, también hay traiciones, abandonos

-Grijalbo nos tenía echado el ojo desde hacía años. El Thomas lo quería publicar él (la Historia de la Guerra Civil, de Hugh Thomas, que publicamos en el 62) pero no podía, y siempre detrás. Otros se fueron por razones económicas. Nosotros nos habíamos escornado en publicar y arriesgarnos, abrir camino, y ellos recolectaban los frutos. Y los autores tampoco le puedes reprochar, necesitan dinero, como todo el mundo.

-Habrá gente de entonces que tema verla, o le rehúya

-Sí, porque yo soy para ellos un espejo.

-¿Y ahora que empiezan a tener éxito los pequeños sellos editoriales, no sería un buen momento?

-Sí, pero han pasado 25 años ¿y cómo aguantas? En aquel entonces era imposible.

-¿Cómo fue el final?

-Fue que había que liquidar todo. Lo hice en el 81-82. Tiré treinta toneladas de libros a papel viejo. No había ni con qué pagar el alquiler del almacén. Esos libros hoy la gente los busca y se venderían muy bien. Pero aguantar no había ni con qué comer.

-Sin embargo, se sigue hablando de Ruedo

-La Residencia de Estudiantes hizo una muy buena exposición en el 2004 que está itinerando. ¿Está ahora en Valladolid, agárrate!. Estuvo en Valencia, en La Coruña, lo intentaron en Sevilla pero no cuajó, estuvo en Amsterdam, en Milán, va a ir a París

-¿Cómo ha visto la evolución de España en esos años?

-Yo soy suiza de origen, que es uno de los países más democráticos que hay oficialmente.¿Qué quieres que te diga? Democracia es otra cosa. Aquí se habla de un concepto que se ignora todavía. Es normal. Treinta años no bastan para crear algo que nunca existió, hay que ir paulatinamente formando gente, desapareciendo los viejos, dejando paso a los jóvenes y no confundir democracia con que esté todo permitido, que cada uno vaya a lo suyo. Pepe dijo un día una cosa que es sangrante: España pasó directamente de la barbarie a la decadencia sin pasar por la civilización. Es un poco esto por desgracia. ¿dónde está la cultura? Nada preparó a los españoles para la libertad, le vino de repente.

-¿Cultura en qué sentido?

-En el de culturización general, no sólo leer un libro o ir a la ópera. Eso es una parte. La evolución que sería propia del hombre, ir hacia otros conocimientos integrando lo que hay. Y eso es muy lento. Pasar del franquismo puro y duro a saber lo que significa la libertad, que es muy dura, no es poder insultar a quien se quiera. La libertad es difícil de adquirir, hay que trabajar para ella.

-Ahora se está produciendo en España una revisión del franquismo muy sui generis ¿qué le parece?

-Es terrible. ¿Las cosas que se ven en las librerías, a primera vista, las que dice la radio esa, como se llame! La gente aquí aún no conoce su historia y se traga cualquier cosa. Ellos aprovechan que aún falta información para poder contrastar. Es terrible. Deberán pasar varias generaciones aún. Es un pasado duro de absorber. Y no se ha hecho nada hasta ahora para terminar con este pasado pero digiriéndolo, no tapándolo.

-La ley de memoria histórica ¿está haciendo de la historia un asunto político?

-Cuando hicimos la exposición sobre Ruedo, una estudiante me preguntó mi opinión.

¿Qué le voy a decir! Abrir tantas fosas comunes sin saber quién hay allí ni por qué, no aporta nada. Que sean diez mil, veinte mil, si estaban todos mezclados, no importa, estamos en lo mismo. Es tapar una vez más. ¿Cuándo se juzgará al franquismo de verdad, cuándo se terminará con este pasado digiriéndolo para poder ir más allá? Esta ley no lo va a hacer.

-En resumen. Cuando mira hacia atrás ¿qué balance hace? ¿mereció la pena? ¿en qué sentido?

-¿Que si mereció la pena? ¿Y tanto! Ruedo Ibérico ha publicado todo un abanico de libros, y sobre todo Cuadernos de Ruedo Ibérico, que siguen siendo esenciales para estudiar el periodo franquista. Prueba de ello es que desde hace ya unos cuantos años se organizan mesas redondas, conferencias, exposiciones sobre esta historia, y la web está siendo consultada cada vez más en el mundo entero, supongo que sobre todo por hispanistas, pero también en España por curiosos.