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La 2 estrenó el viernes noche (más bien, medianoche) El laberinto español, un programa de revisión histórica que dirige Jorge Martínez Reverte sobre aspectos de la II República y la guerra civil. El programa constará de una película documental y un coloquio. El primer documental propuesto ha sido Defensores de la fe, una pieza del norteamericano Russell Palmer en alabanza del lado nacional. Defensores de la fe, primer documental de guerra filmado en color, es una excelente pieza audiovisual, de gran interés para la historia del cine, pero no muy relevante como ilustración de la historia de España.

El documental no comenzó hasta las doce y pico de la noche; duró hasta las dos de la madrugada. Antes tuvimos el debate, con los historiadores García de Cortázar, Santos Juliá e Hilari Raguer. La charla estuvo bien, pero en El laberinto español hay algunas cosas que fallan. Primero: no parece muy adecuado, para llamar la atención del espectador, empezar por el debate y terminar con la película; en la tele, por las características del medio, lo habitual es actuar al contrario, porque siempre es más fácil ver una película que escuchar cómo razonan unos señores, por eminentes que sean. Segundo: esto no es propiamente un debate, porque ni el moderador propone una pauta de discusión, ni los allí presentes mantienen posiciones contrarias, sino que se trata más bien de una tertulia en torno a un tema genérico que los ponentes pueden puntualizar (o no), lo cual disminuye el atractivo del programa; si ya es difícil mantener la atención del espectador con un debate de ideas, cuánto más no lo será con una apacible charla de entendidos. Tercero: el director señaló desde el principio que su programa había evitado deliberadamente reflejar diferencias políticas o corrientes encontradas de pensamiento; ahora bien, eso supone dotar a su discurso de una homogeneidad de plomo, porque, además, pocos asuntos suscitan tantas perspectivas dispares como la historia reciente de España.

En este primer programa aún tuvimos una mesa con sensibilidades distintas, pero, a juzgar por lo que TVE ha avanzado, no parece que vaya a ocurrir lo mismo en los programas anunciados para las siguientes semanas. Esto hará que El laberinto español resulte insatisfactorio, decepcionante o incluso hostil para una parte del público interesado. Que Martínez Reverte haya decidido dar voz sólo a quienes mantienen una posición concreta, y excluir a otras voces, es una opción personal respetable, pero es una actitud incompatible con un canal público, que, por su propia condición, debería atender a reflejar la diversidad social. El laberinto español va dando la impresión de ser una buena idea muy mal planteada.