Sociedad

La falsa Altamira vasca

Las pinturas de Zubialde, descubiertas en 1990, parecían equiparables a las de los grandes santuarios franceses

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Todas las pruebas que se han hecho para comprobar si las pinturas son una falsificación han dado resultados negativos», decía el 22 de marzo de 1991 el arqueólogo Ignacio Barandiarán sobre los frescos de Zubialde. Un año después, en agosto de 1992, el investigador de la Universidad de Vitoria admitía que las pinturas de la cueva alavesa eran falsas. «El estropajo desbordó el vaso de las dudas», declaraba a este periódico, en una entrevista en la que reconocía que en las figuras se habían encontrado restos de estropajos de las marcas Scotchbrite y Vileda. Las pinturas de Zubialde, cueva situada en las estribaciones del Gorbea, fueron descubiertas en abril de 1990 por Serafín Ruiz, un estudiante de Historia de 29 años que informó en noviembre del hallazgo a la Diputación de Álava. El tesoro estaba compuesto por 20 figuras animales, 49 símbolos y dibujos de manos. Se creía que databan de hace 13.000 años. «Esta colección hace de la gruta de Zubialde algo análogo a Lascaux, en el sudoeste de Francia, o Altamira, cerca de Santillana», dice el artífice de la obra Las mentiras de la ciencia.

A cambio de que revelara la localización de la cavidad, la institución foral recompensó a Ruiz por su hallazgo con 12,5 millones de pesetas (75.000 euros) e, inmediatamente, encargó un informe a tres prestigiosos arqueólogos vascos: Jesús Altuna, de la Sociedad Aranzadi; Juan María Apellániz, de la Universidad de Deusto; e Ignacio Barandiarán. El estudio preliminar de estos expertos resultó favorable a la autenticidad de los restos, aunque dejaban claro que faltaba un análisis más profundo. La alegría duró poco.

En marzo de 1991, dos arqueólogos británicos mostraron sus recelos en el semanario The European. «Aunque respeto las reputaciones de los arqueólogos que las han estudiado, hay varios elementos en las pinturas que no se han visto antes en pinturas en cueva de ningún periodo», decía Peter Ucko, de la Universidad de Southampton. Jill Cook, del Museo Británico, pensaba que el descubrimiento de Zubialde era «como encontrar una iglesia rural con un techo pintado como la Capilla Sixtina, pero con sus propias peculiaridades estilísticas. El problema es que es muy fácil de hacer». Al final, en agosto de 1992, la falsificación fue reconocida como tal por los tres expertos.

Serafín Ruiz negó en todo momento haber retocado las figuras y que alguien hubiera podido hacerlo entre su descubrimiento y su comunicación a la Diputación alavesa, ya que durante esos meses había camuflado la boca de la cueva. La institución foral se gastó en Zubialde 30 millones de pesetas (180.000 euros), incluidos los estudios y el cerramiento de la gruta. Y, sólo después de una sentencia del Tribunal Supremo, recuperó en el año 2001 la cantidad con la que había recompensado a Ruiz por descubrir esta supuesta Altamira vasca.