Los servicios funerarios se llevan el cuerpo de la fallecida
Los servicios funerarios se llevan el cuerpo de la fallecida - F. JIMÉNEZ
SUCESOS

«¿Cómo va a ser Pili, si lleva cinco años en Madrid?»

Hallan en el número 33 de la calle Columela de Cádiz el cadáver de una mujer fallecida en 2010, según los primeros indicios

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Sus vecinos nunca sospecharon nada. Tampoco sus amigos ni conocidos. Ni su familia. Ni sus antiguos compañeros de trabajo. La casualidad ha sido lo único que ha provocado que esta tétrica historia de la calle Columela tenga final. Ha sido justo este lunes cuando todo ha acabado. En torno a las nueve de la mañana, un grupo de obreros descubría con horror el cadáver de una mujer en un estado «muy avanzado» de descomposición. Pilar M. G. llevaba, según los primeros indicios, cinco años muerta pero, como confirman fuentes consultadas, nadie había denunciado su desaparición.

Los albañiles encontraban su cuerpo tumbado en la cama. Lo vieron por una ventana entornada mientras estaban haciendo obras de rehabilitación en las zonas comunes de la finca, el número 33 de la calle Columela.

Tras el aviso a emergencias, los bomberos derribaban la puerta y entraban junto a la Policía. Un equipo de especialistas de la Brigada de Policía Científica identificó el cadáver, que se encontraba en avanzado estado de descomposición siendo sólo visibles los huesos, como el de una mujer nacida en Cádiz en 1961 y que habría muerto, por tanto, con 49 años.

Serán los forenses quienes determinen las causas de la muerte, aunque el cadáver no presenta signos evidentes de violencia. Tras retirar los servicios funerarios de la vivienda el cuerpo, ahora la Unidad de Delincuencia Especializada (UDEV) de la Policía Nacional se ha hecho cargo de la investigación.

Pena y sorpresa

La pena y la sorpresa invadía este lunes Columela, una de las calles más concurridas de la capital debido a su caracter comercial. Al mediodía, la presencia de los agentes y de los funerarios, estos últimos equipados con monos y mascarillas blancas, llamaba la atención de todos los que por allí paseaban. «¿Qué ha ocurrido?», preguntaban sin parar, mirando hacia el portal donde ahora sí todos querían saber sobre el destino de Pilar.

El edificio donde ha sido hallado el cadáver se encuentra prácticamente desocupado ya que sólo existe en uno de los pisos una vivienda utilizada como oficina del Colegio oficial de agentes de la propiedad inmobiliaria de la provincia. Su administrativa mostraba también su sorpresa ante el lúgubre descubrimiento. «Sí, claro, la conocía. Dijo que se marchaba y se despidió de todos. Han llegado notificaciones y se ha llamado muchas veces a la puerta pero nunca ha abierto nadie», contaba. «De hecho decidimos hacer la rehabilitación y al no dar con ella, su parte de la derrama, nos la hemos dividido entre el resto». Algunos de estos propietarios, familiares de la fallecida, tampoco dieron la voz de alarma ya que «no viven en la ciudad ni tenían contacto habitual con ella».

La fallecida era propietaria del inmueble. Lo había heredado como hija única de sus padres, un marino mercante y una señora también llamada Pilar. «Eran de muy buena familia de Cádiz», recuerda María Antonia, una vecina que los conocía «de toda la vida», desde que el abuelo de Pilar tenía una antigua mantequería en el bajo de la propiedad, conocida como Manganeli. En el mismo lugar ahora hay una tienda de moda. «¿Cómo va a ser Pili, si lleva cinco años en Madrid? Recuerdo que la vi. Me dijo que se iba y que ya no iba a volver más a Cádiz. Me extrañó mucho pero no andaba bien...». Según los vecinos, unos presuntos problemas de salud mental y también con la bebida pudieron llevarle a este fatal desenlace.

Enfermera de profesión, Pilar había trabajado en Algeciras y en el Puerta del Mar, pero al parecer su mal estado de salud la habría alejado de su profesión. Decidió entonces marcharse a Madrid junto a un amigo que era músico en la calle. También dejó de frecuentar la comunidad franciscana donde tenía bastantes conocidos. «Era muy religiosa, pero pidió que se le borrara del archivo parroquial», comentan ahora frente a su casa con cierta la incredulidad y «mucha pena».

La Policía encontraba la vivienda destartalada y llena de basura. Sin luz ni agua y con varias cartas de impagos sin abrir. Jamás habían sido recibidas por nadie.

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