PATRIMONIO

Una empresa abrirá al público unas catacumbas en Cádiz

Formaban parte de la iglesia de un beaterío y la intención de esta iniciativa privada es que se puedan visitar en verano

JESÚS A. CAÑAS
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Decía Diego Mañara en su 'Discurso de la Verdad' que «hoy somos y mañana somos borrados de los corazones de los hombres». Víctimas del famoso «memento homo, quia pulvis es et, in pulverem revertis», todo se acaba entre «corrupción y gusanos, sepulcro y olvido», como también reflejó Valdés Leal en sus 'Postrimerías'. Pero el místico y bueno de Mañara no contaba con la fascinación que, con los años, despertaría lo que escondía la fría losa. Porque quizás sea por morbo, por interés histórico, por curiosidad por lo inaccesible o por revivir el ideal barroco, pero lo cierto es que el subsuelo de las ciudades siempre despiertan interés. Y más en una ciudad como Cádiz, recorrida por kilómetros de galerías, cuajada de aljibes, pozos y criptas.

Que se lo digan al espeleólogo Eugenio Belgrano, enfrascado desde hace años en documentar todo el mundo subterráneo que esconde la ciudad de Cádiz. Es precisamente ese interés por documentar, divulgar y mostrar esos tesoros del pasado el que le ha llevado a embarcarse en una aventura empresarial privada para poder habilitar las primeras catacumbas visitables de la ciudad de Cádiz. Concretamente se encuentran ubicadas en el número 3 de la calle Valverde y son el único vestigio que queda de un beaterío que existía en esa vía. 

Datadas en el siglo XVII, Belgrano descubrió estas salas en su labor de documentación del subsuelo. Tras analizarlas, fue como surgió su idea de investigar sobre el espacio y habilitarlas para su visita turística. Y lo que, en principio, era solo una idea, se concretó en un proyecto, afianzada por el extraordinario éxito que tuvieron las visitas programadas allí con motivo del Día del Patrimonio Solidario organizado por la Asociación ADIP el pasado mes de noviembre. «Pudieron visitarlo unas 150 personas, aunque recibimos más de 1.000 peticiones para entrar», explica Belgrano.

Ahora, con la certeza de la importante expectación que creará su apertura, trabaja ya en las labores de acondicionamiento del espacio. «Estamos limpiando los espacios, colocando barandillas y luces de emergencia», puntualiza en un proyecto que está siendo asesorado de forma altruista por el arquitecto Julio malo de Molina. Mientras, van a tramitar ya la licencia de apertura ante el Urbanismo «con la idea de ver si es posible abrirlas en agosto», aunque no descarta retrasos motivados por los diferentes trámites burocráticos.

La intención de Belgrano es habilitar a las visitas los 120 metros cuadrados que posee la cripta para realizar una interpretación sobre cómo eran los enterramientos en el pasado y el mundo subterráneo de la ciudad. Para ello, el espeleólogo avanza que la intención es recurrir a técnicas audiovisuales que permitirán recrear cómo eran las catacumbas cuando todavía estaban en uso. De hecho, plantean usar técnicas innovadoras y que tienen éxito en la interpretación del patrimonio, como el ‘vídeo mapping’,  técnica que se usó para la proyección ya perdida en la cúpula del Oratorio de San Felipe Neri.

Un viaje en el tiempo

Lo cierto es que el espacio que Belgrano prepara no deja indiferente a nadie y sobrecoge a la primera vista. No es para menos, con tal solo hacer una leve aproximación a los datos que se conocen del espacio. En su investigación documental, Belgrano descubrió una referencia del investigador Adolfo de Castro en su obra ‘Nombres antiguos de las calles y plazas de Cádiz’. Fue así como supo de la presencia continuada a lo largo de tres siglos del llamado Beaterío de Jesús, María y José y el Arcángel San Miguel en la misma zona del hallazgo, un espacio en el que unas beatas vinculadas a la orden franciscana (al parecer vestían un hábito franciscano) desarrollaban su vida contemplativa.

Al parecer fue la desamortización del Trienio Liberal (1820-1823) la que acabó con el edificio. «Hemos descubierto documentos que hablan del embargo y la salida a subasta del espacio, salvo la iglesia y el coro», explica el investigador. Con la salida de las beatas, el edificio pasó a otros usos, como clases de costura para mujeres. Se desconoce cuando desaparece la iglesia, aunque Belgrano cree que fue en torno a 1823. En cualquier caso, sí se salvó el panteón que ahora Belgrano pretende abrir a visitas. En su interior «no se conserva ningún enterramiento», según puntualiza el espeleólogo. 

El motivo puede estar en que «las beatas se llevaran los restos con su marcha» o quizás al tiempo de la Guerra Civil en el que una familia se escondió y vivió allí. Durante años, el espacio estuvo colmatado de escombros de una torre mirador que el edificio tuvo. Hoy, Belgrano recompone el puzzle de la historia con hallazgos singulares como las marcas en las paredes de los enterramientos o dibujos ritualistas «que pueden ser católicos o masónicos». Sea como sea, un pedazo de la historia trimilenaria de Cádiz está a punto de ver la luz. Porque no siempre el sepulcro es el eterno olvido que penaba Mañara.

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