Parte de la junta directiva de Mujeres de Acero, junto a su sede en la calle de La Palma
Parte de la junta directiva de Mujeres de Acero, junto a su sede en la calle de La Palma - F. J.
cádiz

Las más fuertes de Cádiz

La Asociación Mujeres de Acero promueve la igualdad desde La Viña

antonio m. de la vega
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Estas mujeres son de acero, resistentes e inoxidables. Desde que se juntaron en el año 2004 para formar una asociación en el barrio de La Viña han conseguido lo que se han propuesto. Básicamente, sacar a las mujeres de su casa, ofrecerles alternativas de formación y de ocio. Pero no solo eso, Mujeres de Acero trabaja también con personas sin hogar, promueve la igualdad entre hombres y mujeres y atiende a cientos de familias de toda la ciudad que no pueden cubrir sus necesidades más básicas.

Quienes soportan este trabajo voluntario pero a jornada completa son siete valientes que sacan adelante una labor ingente a costa de robarle tiempo a sus casas y sus familias. Conchi Domínguez es el alma del colectivo, y junto a ella trabajan a diario Maripaz Acedo, Rosario Sánchez, María José Cantos, Dolores Amaya, Toñi Moro y Chari Bella.

Ellas son las directivas actuales de Mujeres de Acero. Hay otras voluntarias que colaboran haciendo un trabajo callado pero igual de importante.

El colectivo tiene oficialmente diez años de vida, pero bebe del movimiento vecinal. A principios de los 90 un grupo de siete mujeres de La Viña emprendieron una ardua lucha porque el Hospital de Mora no acabara siendo un hotel. Lo consiguieron y aprendieron que unas «simples amas de casa» pueden ser tan poderosas como el mayor lobby empresarial y, sobre todo, que la resignación, ese mal tan arraigado en una ciudad acostumbrada a perder como es Cádiz. De ahí nació la asociación de vecinos del barrio, y más tarde esta asociación femenina.

En su pequeña sede de la calle La Palma organizan todo tipo de talleres de ocio y formación

No es difícil encontrarlas. Tienen un pequeño local en la calle de La Palma, en el corazón del barrio de La Viña. Se han podido mudar a una sede mayor, incluso el Ayuntamiento les ha ofrecido pagársela, pero ellas no quieren. «Estamos todo el día poniendo y quitando mesas, metiendo y sacando ordenadores, pero no nos importa. Aquí estamos bien, esta asociación tiene solera».

Mientras cuentan esto no paran de asomarse a la puerta personas que llegan para pedirles algo. Es la mejor prueba de que su objetivo ha cambiado a base de toparse en la cara con una crisis a la que ni han podido ni han querido dar la espalda.

Trabajan de forma coordinada con Servicios Sociales, el IAM y diversos colectivos sociales

En cualquier caso, si en algún momento no están en la sede (cosa poco probable, porque tienen establecido un sistema de guardias para que siempre haya una mujer de acero en el local), es porque están en una manifestación, tramitando papeles en Asuntos Sociales, pagando un recibo en Eléctrica de Cádiz (porque ellas no dan dinero, van con el recibo que se debe y lo pagan en persona) o en el supermercado comprando lo que falta en cualquier casa del barrio. Hay otra opción, que estén repartiendo felicidad.

Sonríen todo el tiempo mientras cuentan lo que hacen. «Es que esto requiere mucho sacrificio, pero es muy gratificante. La gente es muy agradecida», dicen. Enseñan las fotografías que tienen colgadas en las paredes. En muchas están disfrazadas, porque las Mujeres de Acero sacan una chirigota ilegal en Carnaval. De cara a 2015 ya tienen tipo, ‘Volando voy... volando vengo’. Les escribe el repertorio el Carapalo y ensayan por la mañana. No pueden hacerlo por la tarde, porque también han organizado una pastoral y ese es el momento reservado para ensayar los villancicos. Este año llevan por primera vez dos guitarras y están entusiasmadas con la agenda que tienen por delante.

No actuarán en grandes escenarios, pero sí en residencias de mayores, en los patios de las casas donde viven vecinos que no pueden salir a la calle. Más de lo que uno podría imaginarse sin salir de La Viña. Y por si fuera poco, también tienen un coro para la Misa. «Somos siempre las mismas, pero con distinto vestido», bromean. En diciembre organizan una pestiñada, en enero reparten juguetes a los niños de familias desfavorecidas del barrio (el año pasado un comerciante del barrio les envió un importante cargamento que repartieron en la misma puerta de la Iglesia de La Palma), tienen su propia Cruz de Mayo con un concurso de mantones de manila, organizan rifas, excursiones...

Les desborda la misma alegría que reparten. Ellas mismas lo dicen. «Somos siempre muy positivas». Quizá esa sea la clave para sobreponerse ante tantos problemas como pasan por sus manos y su corazón cada día. «Desde que empezó la crisis se ha extendido la voz de que ayudamos a la gente y aquí no se para. Atendemos a todo el mundo dentro de nuestras posibilidades. Nosotras estamos encima de los problemas de todo el barrio, casa por casa, pero ya viene gente de todo Cádiz, del Cerro del Moro, de la Barriada. Esto se ha desbordado. Algunas veces por las tardes hay colas. Vienen a pedirnos pañales, biberones, de todo, hay mucha gente que no tiene ni para comer», explican.

La asociación trabaja en coordinación con los Servicios Sociales del Ayuntamiento, con el Instituto Andaluz de la Mujer y con otros muchos colectivos sociales de la ciudad. Ellas no cuentan con ninguna subvención pública, aunque el local lo paga el Ayuntamiento. Lo único que reciben es la aportación de dos euros mensuales que pagan las socias por participar en los talleres que hacen posible un grupo de voluntarios entregados a la causa. Allí, en la sede de La Palma, acogen talleres de yoga, crecimiento personal, informática, alfabetización, sevillanas, corte y confección, pintura en tela, punto, elaboración de muñecas, castañuelas, salsa, aerobic y zumba.

Mujeres de todas las edades, de La Viña y de otros barrios, con problemas diferentes, se encuentran allí y comparten mucho más que un aula. Además, cuando llega alguien con un problema por resolver siempre surge alguien proponiendo: «Venga niñas, ¿dos euritos cada una?», y así van consiguiendo pequeñas victorias.

Estuvieron a punto de llamar a la asociación Lola la Piconera, pero el nombre ya estaba cogido. Así que decidieron llamarse Mujeres de Acero. ¿Por qué? «Porque estamos en la lucha, somos mujeres y somos fuertes. Si fuéramos de hierro nos oxidaríamos, pero somos de acero y aguantamos lo que nos echen». Lo explican como si fuera lo más natural del mundo. Como si fueran lo que parecen, superheroínas. Quizá lo sean.

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