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José María Gener: «Nos jugamos la vida con el ansia de testimoniar la existencia de construcciones fenicias»

El investigador narra las dificultades que se encontraron para poder dar forma al que ya es uno de los principales yacimientos de Europa

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Se jugaron la vida por devolverle al presente y futuro de Cádiz, el sorprendente y apasionante ayer. Por rescatar a Gadir de las entrañas de la tierra y arrojar luz sobre los modos de vida de nuestros antepasados fenicios. Una semana después de que el yacimiento de la calle San Miguel se haya abierto al público, el arqueólogo responsable de los trabajos –dirigidos también en varias fases por Juan Miguel Pajuelo y María Ángeles Navarro– cuenta los detalles de todo este proceso que ha durado más de una década y que ha concluido con una puesta en valor moderna, pedagógica y divertida.

–¿Cuáles son las razones que hacen al Yacimiento Gadir uno de los más importantes de Europa?

–En primer lugar, Cádiz ciudad se conocía por las fuentes históricas como posible ubicación de Gadir con toda su importancia histórica en el mundo mediterráneo y en el mundo antiguo porque fue uno de los enclaves más antiguos de occidente. Conocíamos muy, muy bien cómo se enterraba a las personas que vivían aquí, pero hasta ahora no sabíamos nada de cómo vivían.Sabíamos siempre comparando con otros yacimientos de la Península Ibérica o de Oriente, pero nunca con las características propias de esta ciudad, una ciudad tan importante como Gadir. Durante un tiempo, incluso, se pensaba que ni existía ese Gadir aquí, sino que se planteaban otras posibles ubicaciones porque no se encontraban restos. Teníamos el problema de infraestructura arqueológica; es decir, teníamos que excavar a mucha profundidad para llegar a esos restos arqueológicos, que están más profundo de lo que muchos nos pensábamos que iban a estar. Técnicamente, cuando se excava en Cádiz lo máximo que se hace es una plaza de garaje, cuatro metros como mucho de profundidad. Cuando se planea hacer este teatro surge una oportunidad única de bajar hasta la profundidad de los restos fenicios. Se planteó desde un primer momento por la Delegación de Cultura que llevaba en aquel momento Antonio Castillo la posibilidad de intentar localizarlos. La segunda razón de la importancia del yacimiento es que la arquitectura fenicia no es muy conocida, al contrario que la romana. Ésta utiliza sobre todo el mortero, lo que llamamos el hormigón (cal, arena, piedras), que dura siglos. La arquitectura fenicia es casi toda de tierra, hecha con arcilla y barro, que tiene un problema añadido: que es que los fenicios cuando querían recuperar material de construcción desmontaban las casas para encontrar la cimentación y utilizarlas en casas en otro lado. No se conservan bien, la arquitectura en tierra vuelve a la tierra, es biodegradable, de métodos naturales. No suele haber muchos elementos conservados. Encontrar un horno como el que se ha encontrado es muy difícil.

–¿Dónde se pueden encontrar otros de estas características?

–Hay yacimientos muy importantes, simplemente hay que cruzar la Bahía. Doña Blanca es un yacimiento espectacular en el mundo fenicio, casi uno de los más grandes que conocemos en el sur peninsular. También hay en Ibiza, en Cartagena son de época púnica. Lo importante es que estamos hablando de Gadir, que es prácticamente una gemela de Tiro.

–El hallazgo de esta ciudad fenicia en Cádiz cierra el debate sobre las islas de Gadeira...

–Por suerte, los debates científicos nunca se cierran. Lo que sí ya plantea otro tipo de relación. En los últimos años se hablaba sólo de una ubicación como es Doña Blanca y que esto era como una especie de isla sagrada donde se enterraban a las personas y había una serie de templos. Ahora lo que estamos viendo lo cambia completamente. Son elementos de interpretación, cada investigador hace sus propuestas. Lo que sí queda demostrado es que aquí vivió gente, hubo un trazado urbano, hubo una ciudad y está ahí.

–¿Y hay más?

–No lo sabemos. Para eso habría que ir ampliando. Sabemos que hay elementos arqueológicos que aparecieron en la calle Ancha, muy deteriorados, pero están ahí.En Cánovas el Castillo también aparecen cosas de fechas muy aproximadas.

–Hay una visión romántica de la arqueología, de que es un trabajo de resultados casi mágicos, pero han sido 12 años de intensa investigación. ¿Cuáles han sido las claves?

–Lo primero que hicimos, en 2002, fue hacer dos sondeos estatigráficos. Dos catas en las que profundizamos y vamos viendo hasta llegar a lo más bajo. Esa intervención no la haría ahora. Fue de locura, una excavación muy peligrosa porque había que profundizar simplemente entibando el terreno, peligrosísimo. Empezamos a excavar, pero al bajar se iba reduciendo el espacio. Al fondo, en un mínimo espacio, encontramos un trozo del muro que está ahora y material del siglo VIII a. C. Y ahí dijimos: se acabó. Por cierto, pocos días después se derrumbó todo. Ahí se jugó la vida todo el equipo con el ansia de testimoniar que había construcciones fenicias. Ese era nuestro argumento; no sabíamos lo que es, pero sí que al final del siglo octavo había algo. Eso motivó al Ayuntamiento a seguir. Después, cuando se hace la obra del teatro, a la hora de poner una pantalla de micropilotaje alrededor, y esa especie de mecano que hubo, nos permitió excavar en extensión, en 2006. Cuando empezamos a excavar nos encontramos la necrópolis tardorromana, con un montón de elementos que nos ralentizó. Después, encontramos los elementos de la factoría de salazones. Había problemas de financiación y burocráticos que nos dificultaron los trabajos. Incluso pensamos un momento en que no se iba a poder seguir. Pero la Junta y el Ayuntamiento decidieron seguir y apostar por esto y empezamos a ampliar, hasta llegar a las casas fenicias. Tardamos porque es una arquitectura muy difícil y lenta de hacer, porque hay que tener en cuenta la musealización posterior. Sabíamos que de una u otra forma se iba a conservar. La última fase, a medida que se construía el edificio, lo que vino muy bien porque esa estructura nos permitía excavar a cubierto.

–Parece inexplicable que esas viviendas sobrevivieran casi tres milenios, ¿cómo ha ocurrido?

–Porque se entierran, simplemente. Estos fenicios tuvieron tres momentos de destrucción o colapsos. A mediados del siglo VIII los edificios se caen, después reconstruyen la ciudad sobre lo anterior, sobre los escombros, de manera que las partes más bajas quedan enterradas. También lo que pasa en Cádiz es que es una duna; la arena va tapando esas construcciones y así se la encuentran los romanos después de casi tres siglos de abandono.

–¿Hubo un día glorioso, una fecha para recordar?

–Salvo un hallazgo muy excepcional, el que está metido en una vorágine de intervención arqueológica muchas veces no se da cuenta de lo que tiene hasta que no lo madura. Además del primer día en que llegamos a la profundidad máxima, una de las cosas que más nos costó darle la importancia que tiene es a las crétulas de arcilla. Al principio veíamos unas bolitas de cerámica que tenían unos dibujitos, pero la información que nos aporta ahora es espectacular. Fue uno de los hallazgos más bonitos.

Financiación del proyecto

–Ha hablado de los problemas de la fase de excavación, pero la puesta en valor planteó otros muchos...

–El primer problema que nadie ve y que cuesta trabajo que entienda la gente de la calle y el técnico es el de la conservación. Nosotros sabíamos que sin un respaldo económico importante, en una intervención minuciosa de conservación y restauración como la del yacimiento, por muy bonito que fuera lo de arriba, lo de abajo acabaría desapareciendo porque se compone de un material muy delicado, que con un cambio de temperatura se debilita. Lo primero era la financiación para conservarlo para el futuro. Se trataba de que esos restos puedan estar igual durante el máximo tiempo posible. Para mí, es la fase menos llamativa o popular, pero es casi la más importante. La última fase, que es la más entretenida, es la musealización, que también es muy compleja. Estamos viendo una arquitectura que estéticamente es difícil de percibir para la persona que no es especialista. Había que buscar un apoyo que revalorizara el hallazgo, pero no convertirlo en un parque temático. Había que conseguir que el público lo entendiera y también que sea entretenido. Eso ha sido un reto muy bonito. Por eso utilizamos unos elementos cinematográficos muy atractivos, con una ‘voz en off’ que sea entendible. Con el ‘spot’ publicitario hubo gente que se echó las manos a la cabeza, pero lo hicimos a propósito para que llamara la atención. Cuando después esa gente crítica ha visto el resultado, le ha gustado. Mattan es perfecto, mucha gente puede pensar que lo hemos utilizado como un elemento publicitario, es cierto, pero también ha sido una forma de humanizar el yacimiento, le hemos dado un rostro, la gente está viendo que ahí vivió esa persona, que pisó ese suelo.

–La falta de financiación puso en peligro este proyecto y otros muchos, pero en arqueología la máxima es la conservación más que la puesta en valor...

–No pasa nada porque se tapen restos arqueológicos, hay algunos que son interesantísimos, pero que no tienen posibilidades expositivas. Si los dejas al descubierto, pueden ser víctimas de expolios o los propios animales pueden destrozarlos. Para eso, es mejor conservarlos a la espera de una infraestructura futura que permita volverlos a descubrir o reinvestigar.

–Parte de los tesoros hallados en el Yacimiento Gadir se puede ver en el Museo. ¿En qué consiste?

–En la sala fenicia hay una vitrina no muy grande del teatro Cómico. Hay una jarra espectacular, de las más antiguas que salieron del siglo IX, una serie de ampollas de aceite, las crétulas, una aguja de hueso para el tejido de esparto...

–A vueltas con la trimilenaria, los restos fenicios más antiguos no se han descubierto aquí, sino en Huelva.

–En arqueología, entre los propios científicos, tenemos el síndrome de Matusalén, queremos ser los más antiguos. Pero aquí hay una realidad histórica y esa es la que hay. Hablamos de una fecha de colonización de Cádiz a través de los textos clásicos. Pero los restos arqueológicos, hasta ahora, lo que nos han dado es finales del IX en Cádiz y en Huelva el siglo IX. Tienen los elementos muebles; la cerámica más antigua del mundo cultural fenicio aparece allí. Que aquí llegue un momento en que aparezca lo mismo, es probable. Pero nosotros si seguíamos excavando tendríamos que destruir. No salieron elementos cerámicos defini- torios. Podíamos desmontar y seguir excavando, pero era demasiado arriesgado.

–Este yacimiento también ha arrojado mucha luz sobre la ocupación romana.

–Enriquece mucho lo que ya se conocía, tras la intervención en el Teatro Andalucía y otras más, sobre qué uso tenía la isla de Erytheia en época romana. Estamos viendo que tenía un uso más de carácter industrial en torno al mundo pesquero. En época romana, parece ser que los edificios públicos importantes estaban en la otra isla, Kotinoussa, y Eryhteia se empleaba más para la industria, algo que tiene mucho lógica ya que las fábricas de salazones olían muy mal y las tintorerías también. Creemos que hay una cerca porque se han descubierto muchos elementos de tinte.

–¿Qué más información puede ofrecer el cadáver de Mattan?

–Nos gustaría en un futuro hacer un estudio de paleodieta, pero tal y como está ahora la investigación... Se trata de hacer una analítica de los restos óseos y del contexto donde aparece ese cadáver. Así, lo que se consigue es saber el tipo de dieta que tuvo en los últimos días de vida, da unas trazas sobre esa alimentación. Hemos hecho un estudio faunístico que nos ha revelado mucho, pero no sobre la alimentación de un individuo en concreto. La correlación de esa dieta con el estudio de los restos animales que tenemos nos va a dar mucha información sobre la vida de esa época. En los niveles más antiguos, el consumo de carne bovina va desapareciendo. La cabra y la oveja salen en todas las épocas, por la piel, lana y el consumo de leche y carne.