la última

Recordando a Quiñones

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No fuimos a la guerra pero/ al relámpago de un tiro/ el café se iluminó». Comienza así Fernando Quiñones uno de sus poemas de ‘Las crónicas del 40’, mediante esa estrofa que supongo procede de una canción perdida de tiempos de la guerra. En otro se engancha a tres versos de entrañable tenor: «Sensillo,/ quisiera sé marinero/ que, aunque difisí, é sensillo». Recuerda las ceremonias poéticas de Japón: el maestro recita tres versos y los participantes engarzan los sucesivos, a esa primera composición se llama haiku, como aquél que escuché recitar al propio Quiñones, un mes de enero cuando ya éramos amigos: «Con tanto frío/ Hasta robar melones/ Todo lo olvido», de Masaoka Shiki (1867-1902).

En su poemario Fernando sustituye la pincelada del maestro por el colorido de alguna copla. Al leer eso no le conocía, ocurrió luego cuando volví a Cádiz tras una larga ausencia. Recuerdo mi regreso a través de un corredor de arquitecturas vulgares en lugar de aquellas hileras de primorosas casitas blancas a través de las cuales se insinuaba el océano; desde entonces advierto a los visitantes que arriben al «barco de piedra» por medio de la mar o en ferrocarril, acceder a una de las ciudades románticas más bellas del mundo a través de ese pasillo es como entrar en un palacio por la puerta de servicio.

En aquel tiempo Quiñones ya se había despedido de su trabajo en Reader Digest con traje de luces y capote y supongo que, tal como hacen los toreros cuando deciden no regresar a una Plaza, al salir sacudió sus manoletinas. Señor de sus tiempos disfrutaba largas estancias en esta ciudad de marineros y poetas, de la cual era referente desde que durante el franquismo organiza los Alcances con un contenido misceláneo y vindicativo.

Recuerdo con nostalgia largas veladas en su casa de Rosario Cepeda recitando poemas de Borges, luego leí unas declaraciones del viejo maestro afirmando que Quiñones era el escritor español que más le interesaba. Los relatos cortos de ambos son lo mejor de nuestra literatura: imprescindible la antología de Quiñones prologada por el argentino en Alianza Editorial: Viento Sur. No sé a cual de los dos escuché: «El mundo se divide entre los partidarios de Caperucita y los partidarios del lobo. Yo soy partidario del bosque». Nuestro último encuentro, una presentación de Revista Atlántica en la cual me dedicaba dos de sus poemas. Hasta siempre Fernando.