semana santa 2012

La lluvia respeta la alegría del Domingo de Ramos

Cinco hermandades de empaque configuraron uno de las jornadas más completas de la Semana Santa jerezana

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Todos esperaban, todos rezaban, para que el Domingo de Ramos pasara algo similar a lo que ocurría el Sábado de Pasión. Un milagro... Que lloviera antes de las salidas, que hubiera que retrasar una hora aunque fuera las estaciones de penitencia, que el tiempo diera luego una tregua y que volviera a llover cuando las cofradías se estuvieran recogiendo, como ocurrió milagrosamente en Guadalcacín la jornada de vísperas, cuando en el momento de cerrar la puerta de la parroquia comenzó a precipitar agua sobre los alrededores del templo. Todos esperaban un milagro, tanto los nazarenos, como los costaleros, capataces, directores de cofradías... Y sucedió.

Tras una mañana intensa, donde los comentarios en las iglesias sobre la climatología oscilaban entre la indignación por la larga época de sequía rota precisamente en Semana Santa o la confianza en que la meteorología no fallaría y acabaría abriendo la tarde, los cofrades del Domingo de Ramos cerraban sus puertas a la hora de almorzar para comenzar a preparar un Domingo de Ramos que resultaría intenso por muchos factores, tantos que sería imposible condensarlos en apenas unos párrafos. El Domingo de Ramos es el día de la ilusión, de los niños. El día de los nervios, de los estrenos, de los últimos retoques. Era también el primer Domingo de Ramos de Pedro Pérez como presidente, y el último de Manuel Serrano como hermano mayor de la Borriquita.

Contrastes que tienen luego su reflejo en las cofradías que hacen su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Unas de capa, otras de cola. Pero es que dentro de las del mismo grupo, también hay diferencias, ya que unas son alegres, de barrio, mientras que otras son más elegantes en sus formas de expresión, pese a la alegría de ser hermandades de capa. Entre las de negro, también diferencias sustanciales. Ninguna rigurosa penitencia, entendida como tal las que renuncian a los sonidos, aunque esa afirmación, ya extendida, sea incorrecta. De rigurosa penitencia son todas, porque así lo marca la normativa diocesana. Lo que cambia es la manera de expresar esa oración. Pues hasta en las más ascéticas y rigurosas hay diferencias. El Perdón, con música en el palio aunque el Cristo vaya en silencio, las Angustias, con el inconfundible sonido de la escolanía del Oratorio Festivo, cantando el Stabat Mater. Dos conceptos distintos que no hacen sino refrendar la opinión de los que consideran esta jornada como una de las más completas e importante de nuestra Semana Santa.

Aunque parezca lo contrario, aunque esté escrito en mil pregones que la Semana Santa comienza cuando la puerta de la Escuela de San José se abre de par en par, dejando escapar sin remedio la algarabía de cientos de niños que han esperado ese momento con ansia en sus casas, viendo como sus madres planchaban con esmero sus túnicas... Aunque se diga y se repita mil veces eso, lo cierto es que el Domingo de Ramos comenzó bastante antes, cuarenta minutos para ser exactos, cuando los cofrades del Perdón salieron de la Ermita de Guía. Volvían a casa tras el duro peregrinar por la Catedral y San Dionisio, acogidos con cariño por un sacerdote como José Luis Repetto, denostado a veces por muchos, pero siempre cercano a las cofradías cuando un problema de verdad las agobia. Volvían a casa, a la que desde hace años es su sede canónica, y lo hacían tras tener que abandonarla, precisamente, por inundaciones. Sale de nuevo el Cristo del Perdón de la Ermita, y vuelven las lluvias a la ciudad.

Volvía a casa, por tanto, y en las puertas del Arroyo se vivían momentos únicos, inconcebibles en otra cofradía que no sea la del Perdón. Manuel Jesús Tristán, un gran capataz alejado de los círculos mediáticos pero que lleva años sacando esta cofradía completa, con el mérito que eso tiene, amén de su misterio de las Viñas, mandaba enérgico el paso de los costaleros del Señor de Pinto Berraquero, una joya de la Semana Santa jerezana por la diversidad que le otorga. Una cofradía arropada, con pocos nazarenos pero elegantemente dispuestos, que culmina con el paso de palio de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, brillante en su ejecución pero sobre todo en su diseño, confiriéndole a la hermandad un estilo propio y personal muy valorado por sus hermanos en la fe.

La cofradía de las palmas

Pero aunque sea obvio que al salir antes el Perdón inaugura la Semana Santa, también el Transporte lo hace cinco minutos, y no por ello restan protagonismo a la Borriquita, verdadera abanderada del Domingo de Ramos y con ello, de la Semana Santa de Jerez. La cofradía de la Estrella, que así se la puede llamar perfectamente ya que la dolorosa cumple este año sus bodas de oro, es la encargada de abrir la Semana Santa, de inaugurar su Carrera Oficial y de acceder por primera vez al primer templo jerezano. Todo ello, con sus ventajas e inconvenientes. La Borriquita luce con orgullo su posición, y se convierte en ejemplo del resto de hermandades para muchas cosas. Su cortejo, uno de los más numerosos de la ciudad, escaso de luz por las palmas de los más pequeños y elegante en sus últimos tramos, es la envidia sana de otras muchas corporaciones que no tienen en la Escuela de San José la cantera inagotable de la que se nutre la hermandad que preside Manuel Serrano. Unan a todo esto un repertorio en el paso de palio que no deja a nadie indiferente, dos pasos rutilantes, Cristo Rey poderoso a lomos de la Borriquita y el rostro de la Estrella, y comprenderán a la hermandad de la Borriquita.

No es la única cofradía de capa que hice su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. De hecho, el Domingo de Ramos es uno de los días más luminosos de la Semana Santa gracias a la aportación de las cofradías que salen a la calle. Gracias al trabajo de todos los estamentos públicos, las hermandades pudieron lucir con orgullo sus mejores galas, como fue el caso de la hermandad del Transporte.