narcotráfico

Doce clanes se reparten en la provincia la entrada de droga por la costa

El tráfico de hachís genera cada año un enorme volumen de dinero en la provincia y está controlado por una docena de organizaciones que ya se mueven a nivel internacional

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Un total de 278 millones de euros es el volumen de dinero que generó el año pasado el tráfico de hachís en la provincia; pocas industrias, a excepción del sector turístico, obtienen tan buenos resultados en Cádiz. Una riqueza que se reparten entre unos pocos y que deja una triste herencia: enfermos duales toxicómanos que aumentan como una epidemia vírica, cerca de 2.000 detenidos en solo 12 meses por delitos contra la salud pública y un sentimiento generalizado de frustración ante una lacra social imposible de eliminar. A esta cifra millonaria de réditos que aparece en la memoria de la Fiscalía de Cádiz se llega en función de las 179 toneladas que fueron aprehendidas por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y Vigilancia Aduanera en 2010; por lo que existe otra cifra oculta, de la que solo saben los narcotraficantes, que se refiere a las millonarias ganancias que obtienen gracias a la droga que no les consiguen arrebatar.

Esta industria dejó de ser controlada en exclusiva por organizaciones gaditanas para tener ahora un carácter más internacional, según reconocen fuentes de la Guardia Civil. La competencia cada vez es mayor por hacerse con un trozo de ese pastel de oro y esas luchas internas dejan una primera consecuencia: el aumento de la violencia soterrada entre clanes reflejada en secuestros exprés, agresiones y crímenes. ¿Pero quién maneja los hilos del negocio? ¿quién da las órdenes?

La Guardia Civil y la Policía Nacional los conocen muy bien por las veces que han sido detenidos. Cuando un gran capo es apresado y enviado a la cárcel su entramado no se disuelve, sino que sigue funcionando aunque su principal dirigente aparentemente esté desactivado, ¿cómo? Entre rejas, los grandes narcos dirigen sus propias operaciones, reclutan mano de obra entre internos que trabajaban para otras bandas y toman decisiones. A sueldo tienen letrados muy especializados en la materia, que aprovecharán cualquier fisura en la investigación para obtener una absolución. «Los que van a prisión no se reinsertan, se reorganizan», reconoce indignado un agente de la Benemérita destinado a la unidad que combate estas organizaciones.

El Diarrea, recientemente detenido y cuyo nombre parecía haberse olvidado, es solo un caso. Su clan forma parte de ese olimpo de traficantes gaditanos que incluso en su entorno más próximo son admirados e imitados. En los juzgados de Sanlúcar o de Barbate se grita a los agentes y se aplaude a cada traficante que es puesto a disposición judicial. El clan que antaño dirigía el Cagalera y ahora su hijo forma parte del imperio del chocolate. Junto a ellos, los cuerpos policiales dan por activa en la provincia otra docena de organizaciones estables que se dedican a la introducción de hachís. Son los reyes del chocolate:

Barbate

Olivia dejó a Popeye

Criado en la cultura del hachís. Escaló desde su posición de cargador de fardos a dirigir su propia organización. Incorregible, es un claro ejemplo de caso perdido. El Popeye salió por vez primera en los periódicos en el año 2002, cuando una de las macrooperaciones dirigidas por el juez López Marchena le salpicó de lleno. Era uno de los supuestos cabecillas de un alijo de 1.200 kilos intervenido en Puerto Sherry. Cuatro años después volvía a caer en un operativo similar en su ciudad de origen, Barbate. La causa anterior, estancada en los juzgados, le dejó la puerta abierta para seguir traficando. Entró en prisión de nuevo, pero a los pocos meses volvió a salir a la espera de juicio.

Ya condenado, recurrió al Supremo, lo que le permitía seguir en libertad mientras se resolvía el recurso. Cuando lo enviaron definitivamente a prisión, donde sigue actualmente, prosiguió con los preparativos de varios cargamentos. Uno de 750 kilos fue interceptado a plena luz del día en la costa barbateña en lo que se bautizó ‘operación Olivia’, en honor a la novia del Popeye, el marino. Pese a estar en presidio, aprovechaba cada visita familiar para trasladar sus órdenes.

Barbate

El Chispa, la joven promesa

Fanfarrón, que tira de billetera y organiza fiestas para captar a cachorros del narcotráfico que luego emplea en la descarga a pie de playa y en el transporte de la droga. Es la figura que otros jóvenes quieren emular en Barbate porque gana mucho dinero y suda poco. Con solo 26 años ya ha sido detenido cuatro veces y «las que quedan», reconocen fuentes policiales. Al Chispa le quieren cambiar el apodo por el Duque, ya que le gusta imitar esa figura mafiosa de la televisión. En mayo cayó la última vez con un socio del Campo de Gibraltar que vivía en una suite de un hotel de lujo de San Roque y financiaba a clubes de fútbol base. Un par de meses en prisión preventiva y otra vez en la calle a la espera de un nuevo juicio.

Barbate

Firmas de apoyo a Kiko

Su casa llama la atención en la avenida del Generalísimo de Barbate. De estilo moderno, los grandes ventanales y materiales nobles de la vivienda, de dos plantas, rompen con el modesto entorno de casitas bajas y pisos de protección. La última vez que fue apresado junto a su mujer en 2007, Kiko, alias El Zuco, ya había amasado una fortuna de seis millones de euros. En la operación Castilnovo, la Guardia Civil lo sitúa como intermediario entre los dueños de la droga (narcos marroquíes) y una banda de Conil que introducía los cargamentos. El equipo de blanqueo de capitales de la Benemérita se estrenó con él. El dinero de la droga supuestamente lo ‘limpiaba’ a través de una tienda de ropa, una inmobiliaria, un restaurante y una finca agrícola. Su esposa, tras salir de prisión preventiva, organizó una recogida de firmas para que la jueza que instruía el caso levantara el precinto de esas propiedades, alegando que estaba dejando a gente en el paro. 600 personas llegaron a firmar esas hojas.

Barbate

Antón, un histórico

En aparente letargo, Antón Viejo y su hijo han creado escuela en Barbate. De gustos estrafalarios como los paseos que el vástago más famoso del clan le daba a su mascota, un tigre, por las calles de la localidad; o poco discretos y temerarios, como conducir coches de lujo a todo gas y sin permiso por mitad del pueblo. Parece que no han aprendido la lección en cuanto a lo de no dar el cante. Padre e hijo llevan tiempo en libertad desde que cumplieran los seis años de cárcel que les impuso la Audiencia; una de las más elevadas por tráfico de hachís que se fijaron en 2002. Las investigaciones policiales los vinculan con negocios abiertos en Los Caños, de los que viven en la actualidad gracias a los réditos conseguidos antaño. Pero su entorno no se ha alejado del mundo del hachís. Un hermano y un primo de Antón cayeron en 2008 en la ‘operación Marroncito’ y condenados después a tres años de prisión. En esa macrooperación con cerca de 40 detenidos se dio a conocer a la opinión pública otro de los ‘ilustres’ del narcotráfico en Cádiz: El Marronero.

Chiclana

Marronero: pena ejemplar

Otro ejemplo de adolescente captado por las redes y que termina haciéndose grande en el negocio. De San Fernando y sin haber llegado a los 30, se ha hecho merecedor de la condena más abultada que se le ha impuesto a un traficante de la zona por vivir del hachís. Al Marronero le condenó la Audiencia Provincial a 15 años de prisión en 2010. A los cargos por narcotráfico, el tribunal le sumó también blanqueo, tenencia ilícita de armas, cohecho por haber sobornado a un guardia civil; con el agravante de ser el líder de una banda criminal que introducía alijos por Conil. Aunque isleño de cuna, su centro de operaciones y residencia la tiene fijada en un inmueble de lujo de El Mayorazgo (Chiclana). Pese a que está en prisión, pocos dudan de que se haya retirado porque suele reclutar a nuevos miembros durante sus estancias en prisión, que ya han sido varias. Así lo hizo con el hermano de Antón.

Conil

Sociedad Fornell-Follarranas

Ambos montaron una sociedad de lo más exitosa hasta que en diciembre de 2005 fueron apresados con su tercer socio, Chano, en la ‘operación Anfibio’. Los tres implicaron a sus respectivas familias en el blanqueo de los pingües beneficios que pudieron obtener en la treintena de alijos que metieron con éxito por la costa en solo un año. Su tarifa era 120.000 euros por cada tonelada de droga que debían transportar y los tres socios se llevaban la tajada mayor. Cuando llegó el juicio, los cabecillas trataron de asumir todas las culpas, pero el tribunal también condenó a sus familiares. El nivel de vida de estos conileños sin oficio conocido era escandaloso. Follarranas fue apresado mientras acababa las obras de un chalé, en suelo no urbanizable, valorado en 900.000 euros. Hoy la mansión sigue en pie. Fornell, encargado del pilotaje de las lanchas, fue apresado en Marruecos y desde una cárcel del país alauita no le fue difícil organizar más alijos y volver a ser imputado por la Guardia Civil en otra investigación posterior. Fue extraditado y aceptó cinco años de prisión por el primer caso.

Sanlúcar

Iván, el más escurridizo

Iván Odero no tiene aún mote conocido, pero es el mayor quebradero de cabeza que tiene ahora la Guardia Civil. Se encuentra en paradero desconocido, después de haber sido detenido hasta en tres ocasiones y puesto en libertad otras tantas en menos de un año. Su caso resulta indignante por el desprecio a las normas que demuestra y por cómo el sistema no consigue frenarlo; sino más bien todo lo contrario, es utilizado a su antojo.

Su organización es la principal responsable de que el río Guadalquivir fuera rebautizado como la autopista de la droga. Cuando cayó en 2009 en la ‘operación Q7’ , la banda había conseguido con éxito meter supuestamente 25.000 kilos de hachís por la desembocadura en un año. Menor de 30 años, no esconde ni mucho menos su riqueza, cuyo origen pocos dudan en la localidad. Del estudio patrimonial que se le hizo, se comprobó que nunca había trabajado, pero sí poseía una riqueza valorada en más de cinco millones de euros.

A Iván le encanta la velocidad. Se ha ganado un hueco en el negocio por su hábil manejo de las planeadoras que cruzan en el Estrecho cargadas de fardos. También le apasionan los volantes de los coches deportivos o de gran lujo como el Hummer que le intervinieron en 2009.

No llegó a cumplir el tiempo máximo de prisión preventiva cuando se planteó una prórroga de esa situación. La Fiscalía se opuso a su libertad atendiendo al riesgo de fuga, pero el juez instructor de Sanlúcar no veía tal temor y lo puso en libertad. Desde entonces, lo han arrestado por circular a 215 km/ h en un Lamborghini o por tratar de escapar a bordo de una planeadora en la Bahía de Algeciras. Cuando los agentes lo cazaron, no había rastro de droga; la historia se repetía, Iván Odero volvía a salir en libertad. Sospechan que ha cambiado el Guadalquivir por el río Guadarranque como puerta de entrada de cargamentos.

Sanlúcar

El hijo del Cagalera

La última vez que las cámaras pudieron captar una imagen del Diarrea se encontraba en los pasillos de la Audiencia Provincial antes de entrar en el juicio que acabaría con una condena de cuatro años. Una coincidencia en la programación de juicios hizo que se cruzara con el individuo que supuestamente había acabado con la vida de su madre y que iba a ser procesado por otro asunto. Se abalanzó sobre él. Todo quedó en un susto. La prensa se había olvidado de él y de su padre, el histórico traficante el Cagalera, pero no los cuerpos policiales que comprobaron cómo seguían manteniendo un nivel de vida alto sin ingresos reconocidos. Con la caída de El Diarrea se confirma que los grandes narcos no se reinsertan en la sociedad, no abandonan el negocio salvo que este los retire y la cárcel no es ningún obstáculo ni escarmiento. El hijo del Cagalera fue apresado hace unos días cuando disfrutaba del tercer grado en el CIS de Jerez. Otros colaboradores suyos llevaban aún la pulsera de control telemático puesta al ser esposados.