casting de 'se llama copla'

Cuchillitos de agonía para el triunfo

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Ni se inmuta. En medio de la fila mira expectante hacia la puerta tras la que le aguardan sus ilusiones. Quizás malogradas, como la mayoría de heroínas de las coplas que escucha desde pequeña. Un fatum adverso resumido en apenas tres minutos de poesía popular musicada e imperenne. «Cómo puede ser que olvides, lo que te di a manos llenas//Moriré,si me lo pies, como una rosa de pena//Cuchillo, cuchillitos pa mi muerte, no pías tormento mío, que deje yo de quererte». Jamás tanto dolor estuvo reconcentrado en tan pocas palabras... tanto menos en los 16 años de vida de Tamara Torrejón, isleña y fan de Joana Jiménez.

En su cabeza suenan los versos de Ochaíta y Valerio, con música del maestro Solana. ‘Cuchillito de agonía’, que interpretaba con desgarro y pasión Marifé de Triana, es la copla elegida para convencer al jurado de que merece pasar a la siguiente fase. «Mi sueño es cantar. Llevo tres años esperando a cumplir los 16 para poder presentarme al casting». Flanqueando a la niña, sus padres, Antonia y Juan José. «La acompañaremos a todas partes, pero ella sabe cuál es la condición: que no flojee en los estudios».

La lluvia como aliada

El casting de la cuarta edición de ‘Se llama copla’, ha convertido la planta baja del hotel NH Avenida en una olla a presión. Un centenar de personas acompañado por familiares y amigos esperan su turno para demostrar sus cualidades vocales. Fuera, en la avenida alcalde Álvaro Domecq, caen chuzos de punta. Como si la meteorología hubiera desplegado el decorado idóneo para las desgraciadas historias que pueblan la canción española por antonomasia y por los siglos de los siglos: la copla.

Un género que pese a su condición tradicional es permeable a las nuevas generaciones. «Te lo dije en el taxi! Te lo dije que eres la mejó!». María José, la amiga, está casi más contenta que la agraciada con el visto bueno del jurado. Jessica Rizzo, gaditana de 26 años, se seca las lágrimas que le corren la sombra de ojos mientras se ajusta el turbante granate para contarle sus primeras impresiones a Canal Sur, que rentabiliza la joya de su parrilla de principio a fin.

«He cantado Triniá, Ojos Verdes y.... trabajo como técnico forense, y canto en una orquesta que se llama Guateque. Yo no iba a presentarme al casting, mi madre llamó sin que yo supiera nada...». Su ídolo, una paisana: Rocío Jurado. «Era la mejor, lo cantaba todo. No habrá otra igual». Ahora le quedan dos pruebas más por superar... la próxima en Sevilla. «Pero de momento voy a celebrarlo con mis amigos, que precisamente hoy he terminado un curso y tenemos una fiesta de despedida!».

Una prueba de fuego

La otra cara de la moneda es Miguel Ángel Jarquín, jerezano de 26 años. «¿Qué cómo estoy? Mal, desilusionado. ¿Que a qué me dedico? A buscar trabajo. He estado en Madrid. Y nada. Tendría que haberles cantado ‘El Emigrante’». Pero su instinto le hizo confiar su suerte a ‘Cariá, la sanluqueña’. «¿Que qué me ha dicho el Pive? que canto bien, pero que no me quieren. Yo no entiendo nada. Ahora, que soy el más jartible. Pienso ir a todos los castings». «Pssssss. Por favor, bajemos el volumen». La chica de producción que se encarga de las entrevistas previas impone tela. Aunque es un trámite rutinario, los aspirantes lo viven como su primera prueba de fuego. Y efectivamente el volumen baja lo suficiente como para que se escuchen los quejíos desde la sala del jurado.

La puerta se abre y una sonrisa estalla: ¡¡¡que he pasado!!! Aplausos. Antonia y Juan José se abrazan a su niña. De momento es la aspirante número 548. Pero quédense con su nombre. Tamara Torrejón. Quizás no muy tarde se clave con cuchillitos de agonía en la singularidad de esta nuestra Andalucía.