Opinion

Esto es personal

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Casi todos lo aprendemos en la primera infancia, pero conviene que te lo recuerden. Javier Cercas lo hacía en un enorme artículo en El País Semanal el pasado día 1. Todo es personal. Nada es intelectual, político ni profesional en este país donde basta que te lleven la contraria para tener otro enemigo vitalicio. La partitocracia y la empresa privada son enormes sucursales de la mentira y disimulan. Usan conceptos pringosos y manipulados como profesionalidad, independencia y neutralidad. Auténticas milongas, palabros prostituidos por gurúes de baratillo en reuniones de esas en las que los oyentes están pensando qué harán de almorzar. Como la profesionalidad y la objetividad suelen ser las coartadas preferidas de los canallas, no viene mal limpiarse la entrepierna con ellas un domingo cualquiera. Por ejemplo, éste.

Este asunto personal en cuestión empieza con la dimisión de una histórica militante del PSOE, secretaria de la Casa del Pueblo. La señora, Antonia Alvarado, de 77 años, decana de la Ejecutiva local se siente incómoda con un nuevo dirigente. Escribe una carta y dice que se va. Otros militantes socialistas avisan a algún periodista. Ese redactor llama a la dimisionaria. Ella, en un chalé de sus hijos, con sus nietos no quiere detallar nada «por respeto y lealtad al partido». Admite, a regañadientes, que ha escrito su dimisión y ruega al periodista «que no publique nada». Al día siguiente, el mismo medio vuelve a llamarla. La mujer reconoce que se va pero que no quiere decir nada. Antes de colgar, hace una última petición «si lo vas a publicar, no le eches la culpa a Chiqui. Le quiero mucho y no tiene nada que ver». El periodista lo publica. Ella formaliza el lunes la entrega de su dimisión.

Periodísticamente, no hubo más. Un capítulo político normal. Quizás, para los que se ganan la vida a través del carné socialista en Diputación y Junta fuera incómodo. Les comprometía. Así que se lió. Esos políticos profesionales (?) o aspirantes, en la dirección del partido o fuera, en las instituciones o lampando por alcanzarlas, han decidido responder a la intachable actitud de esta mujer con insultos. Le han dedicado hasta pintadas. Llamadas ofensivas, acusaciones infundadas, reproches injustos. Avisos telefónicos a otros militantes mayores: «No habléis con periódicos». Que a nadie se le escape la verdad. Esos que pretenden presidir nuestras instituciones han empleado buena parte de la semana a mancillar la ejemplar actitud de esa mujer, a acorralarla, a inventarse que avisó a periódicos, que mantuvo encuentros secretos con pérfidos redactores. . El mencionado Chiqui -justo la persona a la que esa abuela pretendía salvar antes de que comenzara su cacería-, le devolvió ese gesto levantándole la voz en plena la calle. Algunos dirigentes socialistas ganan un dinero tan fácil, sin haber competido jamás en aulas ni empresas, pese a suspender una tras otra la reválida (en su caso, se llaman elecciones) que emplean buena parte de su tiempo en intrigar para perpetuar una tradición cainita que, desde 1995, les mantiene encadenados a la oposición.

Da igual lo que digan unos y otros. Se trata de comportamientos. Una señora que, simplemente, quiere dimitir por «discrepancias» recibe todo tipo de presiones, acusaciones y desprecios del colectivo para el que ha trabajado toda su vida. Sus dirigentes están tan confundidos que aplican métodos anteriores a la caída del muro a una militante que merecería aparecer junto a un listado de consejos sobre cómo presentar una dimisión. No anunció que se iba. No quiso comentarlo. No se citó con ningún periodista. No dio detalles. Ni siquiera ahora quiere dar leña. Por eso, este texto ya no es periodismo. Es personal. Es mejor no compartir voto, taxi, café, ni saludo con gente que se comporta así. Fuera los tipos que gritan en público a una abuela que ha dado un exhibición de buenas maneras. Si han hecho llorar a una veterana qué serían capaces de hacer con un bastón de mando.

P. D: Por cierto, está feísimo que gente que se lleva 5.000 euros al mes de una institución pública le deba 150 euros en bonobús a una señora que usaba el transporte público todos los días para ir a la sede a echar una mano. Trepas, vale. Pero agarrados.