Ricardi suele pasear a los perros de su hija por la ribera del Guadalete, donde se refugia en los momentos bajos./ L. R.
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En la ruina y a punto de ser padre

Rafael Ricardi mantiene a su familia con 420 euros por la excarcelación que perderá en tres meses sin tener resuelto su futuro económico

EL PUERTO Actualizado: Guardar
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El 7 de diciembre, su compañera, Tamara, saldrá de cuentas y dará a luz a una niña que no vendrá precisamente con un pan debajo del brazo. Rafael Ricardi Robles apenas tiene para alimentar a su familia. Un año después de abandonar la prisión de Puerto II, tras cumplir una pena de trece años por un delito que no había cometido, Ricardi aún no ha cobrado la indemnización. Dentro de tres meses su cuenta dejará de percibir los 420 euros mensuales en concepto de paga por la excarcelación y él espera volver a cobrar la pensión por discapacidad. Asegura que su condición de asmático le impide trabajar. «No puedo hacer esfuerzos. ¿Para qué preocuparme por buscar trabajo si lo que me sale no lo puedo hacer. Me duele reconocerlo, pero si sé que voy a caer malo...».

Paga 200 euros de alquiler por el piso en la Ribera del Marisco, donde reside con su pareja y su hija menor. Hoy, precisamente, ha cobrado, pero ni siquiera esto le levanta el ánimo. «Ya me falta dinero, porque debo 360 euros por cuatro recibos de la luz pendientes». Su desesperación le ha llevado a recurrir a Asuntos Sociales. «La primera vez me pagaron la cuarta parte y ahora dicen que vaya el mes que viene. Pero para entonces ya me habrán cortado la luz». Reclama que el alcalde de El Puerto, Enrique Moresco, lo reciba. «Él siempre sale muy deprisa del despacho y me dicen que hay que coger cita, pero yo no puedo perder más tiempo».

Telefonea regularmente a su abogada, Antonia Alba, para preguntarle por su indemnización. «Ella siempre me dice que esté tranquilo, que ya me avisará». Durante la conversación se muestra sereno. «Pero a veces me da por llorar sólo, de la depresión que tengo. Se me viene todo encima. ¿Qué hago si no me dejan mariscar, ni pescar? Antes trabajaba de marinero, de fontanero, de lo que me salía. Pero nunca declarado. Creo que sólo tengo un año de cotización».

Su día a día

«Hace un año y pico que no me encuentro. Aún no me creo que esté en la calle. Lo que más me está costando es adaptarme al día a día, porque El Puerto ha cambiado mucho en trece años, al menos para mí, sí». Pero, ¿cómo es un día en la vida de Rafael Ricardi? «Por las mañanas voy con mi amigo el afilador, lo acompaño a la zona donde vaya y me da una propina de cinco o diez euros, depende. Después como en mi casa, me dejo caer un rato y por la tarde saco a los perros. Y eso es lo que hago hasta por la noche». El vecindario lo ha recibido bien, pero de los viejos amigos poco sabe. «Cada uno está por su lado».

De su paso por los penales de Puerto III, Santander, Salamanca y Puerto II, recuerda la amargura de sus noches en vela sabiéndose inocente. «Mandamos muchas instancias pero nadie decía nada, nadie se movía. Y mientras pasaban los días y yo me preguntaba qué hacía allí. Eso es lo más duro que le puede suceder a una persona».

Pesadillas

Las secuelas en su subconsciente perturban su sueño. «Pienso mucho en la cárcel. Por las noches tengo pesadillas y le doy codazos a mi mujer sin querer. Ella me despierta, pero yo no recuerdo nada». No obstante, pese al calvario padecido, no guarda rencores. «Lo único que pido es que se haga justicia, pero no de la falsa, sino verdadera. Si han cometido un error, que la abogada exija que se investigue como se investigó lo mío».

Cuando se le habla del dinero que recibirá y, cuya cuantía desconoce, piensa directamente en su familia. «Lo primero que haré cuando la cobre será poner bien a mi mujer y a mis hijas. Ya que me pasó lo que me pasó y no pude ayudarles... Cuando entré en prisión mi hija Macarena tenía ocho años y ahora tiene 23».

En estos días, la ilusión por la llegada del nuevo retoño se torna en una profunda preocupación. «Debería ayudarme alguien, no ya sólo por el hecho de lo que me pasó sino por ser un ciudadano y un hijo de este pueblo al que con 35 años le destrozaron la vida entera».