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La otra vida de Bayron Castro

| SEVILLA Actualizado: Guardar
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La imagen de algunos barrios de la capital hispalense es la de sus calles y la gente que vive en ellas. Cada día, si uno pasa por Gaviota o cualquiera de las calles anexas a esta, así como por las plazas de Los Pajaritos y la zona de Tres Barrios, que comprende además del citado los barrios de Las Candelarias y Madre de Dios, se puede observar cómo numerosos jóvenes y no tan jóvenes se adueñan de la calle sentados en silla o formando corros mientras conversan y ven el tiempo pasar.

En este contexto de paro, cigarrillos y, en general, un ambiente vecinal y cercano, crecen niños que toman como ejemplo esta falta de quehaceres diarios: absentismo escolar, delincuencia juvenil y, en general, una falta de atención social que se ha incrementado con la mala situación económica por la que atraviesa el país en estos momentos.

Y en el mismo contexto, por el barrio circulan distintas opiniones, según el grado de cercanía y afecto, acerca de la personalidad de Bayron Castro, el joven fallecido en Cádiz. Entre los amigos, se cuenta que era un «chico de barrio, que todo el mundo lo conocía porque era muy sociable». Además, los más cercanos y allegados aseguran que «no tenía problemas con nadie» y que hacía «lo normal, salía y entraba como todo el mundo».

Sin embargo, otras versiones no dudan en confirmar que «había tenido roces con asuntos delicados» y que ya tuvo problemas cuando «hace unos años le pasó lo de la muleta».

El tanatorio de la SE-30 acogió ayer a «gente de todo el barrio», que acudió para despedir a Bayron. Los familiares, que se vieron arropados por una gran asistencia de vecinos y amigos, no volvieron ayer a casa, y según cuentan los conocidos, después de la incineración del cadáver, acompañaron a Carmen, la madre del joven, hasta su domicilio, donde se encontraba «la mayoría de la familia». La mujer, de unos 45 años, ha perdido en poco más de dos años a su único hijo, su madre y su marido.