ANÁLISIS

Moderno por convicción

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D eslumbrado por la brillantez del también desaparecido Jaco Pastorius hasta elegir el bajo eléctrico como vehículo expresivo, la crónica de Alfonso Gamaza se enfrentó sistemáticamente al purismo y a la ortodoxia a modo de reflejo de su movilidad estilística. Poco amigo de experimentos y riesgos, el amable territorio de la fusión fue el espacio natural señalado por el gaditano para desarrollar una trayectoria que conjugó su íntima necesidad creativa con la pública exigencia profesional hasta el punto de no hacer ascos a una amplia gama de registros que circularon entre las sevillanas de Los Marismeños o Sal Marina, el flamenco de Juanito Villar, el flamenquito de El Barrio o Navajita Plateá, el formato autoral de Javier Ruibal o el jazz de amigos como Chano Domínguez, Tito Alcedo o Antonio Toledo.

En realidad, Gamaza se confesaba «moderno» por convicción antes que por necesidad, siempre dispuesto a estrechar lazos, sin apenas prejuicios ni precauciones, con modelos cercanos entre los que jazz y flamenco marcaban la pauta. El primero, como consecuencia de una formación compartida con un sector gaditano - con Manolo Perfumo al frente- en cuyos ensayos y escenarios echó los dientes. El segundo, ligado a un proceso de crecimiento en el que muchos como él vieron posibilidades de contacto y conformación de una flamante área expresiva dotada o en busca, según las interpretaciones, de identidad propia. Su posición habitualmente gregaria expresó durante años una dependencia de iniciativas ajenas que sólo quedó rota cuando ya había dejado atrás los cuarenta años: su primer álbum, Cambalache Jazz Club (2002) surgió suscrito por Moderno & Cía e hizo las veces de manifiesto de fidelidad al club que lo vio crecer además de reafirmar su vocación y devoción por las posibilidades improvisadoras del flamenco de la mano de un plural catálogo de palos. Su estilo instrumental, extrovertido y contagioso, también quedó ratificado en aquel debut con todas sus fortalezas y debilidades a modo de correa transmisora de su propia personalidad.

Y como su perspectiva, para bien y para mal, tampoco gustaba de los límites, su más reciente trabajo Una de Paco (2006) incorporó otro componente a su particular mezcolanza: el carnaval. Paco Alba se convirtió en objetivo de su música, rodeado de amigos y volcado en una interpretación sui generis de sus raíces donde el eclecticismo - pasodoble, bulería, tanguillo, bossa, jazz- volvía a campar a sus anchas, más extenso que profundo. Moderno hasta el final y con todas las consecuencias.