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Los libros digitales prometen revolucionar el mundo editorial, pero los derechos de autor, entre otras cuestiones, están por negociar

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Hace cinco años el mundo del libro en España «rechazaba de plano» la posibilidad de sumarse a la digitalización. Hace dos, «no había ningún proyecto al respecto». Y este año «las editoriales están ya poniendo en marcha proyectos pilotos»; por ejemplo, la digitalización de parte del catálogo para ver cómo respira el mercado. La mejora, primero, y después el aumento de la venta de soportes a lo largo de 2008, sobre todo en las pasadas navidades, han supuesto el pistoletazo de salida para esta carrera por el ebook, el libro digital. Que no es un pdf, aunque hasta el momento es lo que se ha vendido como tal.

Es decir, no hay que moverse a tientas por un documento inflexible, casi escaneado, con una lupa virtual, sino ir pasando las líneas y las páginas tranquilamente como en un libro normal; con la diferencia de que la letra se puede hacer más grande y además se puede escribir sobre él (y borrar). Son sólo algunas de las ventajas de los últimos modelos, perfeccionados, de lectores. Porque, explica Javier Celaya -socio fundador de dosdoce.com, el observatorio del uso de las nuevas tecnologías en el sector cultural nacido hace cinco años-, eso es el Kindle, tan famoso desde el pasado noviembre (a la venta en librerías como Elkar). Hay que diferenciar entre ereader (el soporte) y ebook (el contenido, cada uno de los títulos que pueden cargarse en el lector, y son unos cuantos. Cada soporte suele venir acompañado de un centenar de títulos).

Otra duda: ¿qué es 'Palabras mayores', de Balcells? ¿Han empezado las editoriales españolas a llenar el hueco digital? No exactamente. La plataforma de Carmen Balcells y Leer-e, con la que han puesto en la red un buen montón de títulos de su catálogo para descargar, no termina de ser ebook porque el electrónico es «un libro en papel en formato tecnológico a través de lenguaje xml», explica Javier Celaya. Y Palabras mayores no es eso.

Pero desde luego ha supuesto un paso adelante y marcar territorio en la batalla que se avecina por el pastel digital. La agente de escritores se ha adelantado al movimiento de las editoriales.

Javier Celaya vive con un ojo puesto en la realidad tecnológica estadounidense, donde todo tipo de iniciativas sobre digitalización están ya más que testadas. Llevan dos años y medio de adelanto. Es el proceso en el que se fijan los editores españoles a la hora de implantar sus medidas. También están viéndose reforzadas en Europa. El 6% de las ventas de Amazon y el 8% de las de Hachette corresponden, desde 2008, a contenidos digitales. En Navidad, como regalo, se compraron medio millón de ereaders (lectores electrónicos, el soporte) en Estados Unidos. Datos que auguran un gran futuro para esta parte del negocio. Que como se ha visto ya es negocio.

Proyectos pilotos

Los proyectos pilotos anglosajones apostaron al principio por los libros de texto. Así, aparte de seleccionar del fondo editorial unos cuantos miles de títulos de novela o ensayo, cargaron las tintas en los cuadernos escolares, pensando que ya que los estudiantes disponen hoy de dispositivos facilitados por los colegios y están más habituados a las nuevas tecnologías, tendrían un buen mercado. «Y fue lo contrario», señala Celaya. Fueron los otros libros (literarios, científicos, de ensayo) los que ganaron. Y este, en España todavía, es un tema muy sensible. Por los derechos de autor.

Sólo hace falta un dato para comprobar que aquí, en teoría y en principio, el escritor puede salir ganando. Al menos porque hay que partir de cero. Los derechos de autor digitales no están recogidos en ningún contrato de los que ha firmado con su editorial. Algunos sellos anglosajones digitalizaron obras pensando que podían disponer de sus derechos como de los de papel, y tuvieron que dar marcha atrás y atar ese cabo suelto. Hay que negociarlos a partir de ahora, uno a uno. Para esto será fundamental que los escritores sepan cómo es el mercado para tomar decisiones.

Por ejemplo, que digitalizar un libro sale barato gracias a la globalización. Entre 0,75 y 1,5 euros por página. El más bajo para textos; el más alto para imágenes. Y con precios que se reducen continuamente, que es lo que tienen por ahora las nuevas tecnologías. La casa Harper Collins ha invertido 5 millones de dólares en su megasitio para poner a disposición de los clientes todo su fondo. Pero no hace falta llegar a tanto para satisfacer a los lectores.

Hablando de reducir precios, es lo que está ocurriendo con los lectores de libros digitales. En un año el coste del soporte se ha reducido a menos de la mita. Y la oferta va en aumento. Cada casa trabaja en un modelo, con diferentes posibilidades, pero seguramente, y tal y como ya ocurrió con el video y los reproductores de dvds, se avanzará hacia una tecnología compartida.

Explorando el sector, resulta que en Japón causan furor los contenidos literarios para móvil. Parece una locura, pero prefieren leer en la pantalla del teléfono portátil que en otro sitio. De hecho, los móviles (con el nombre de netbooks) en algunos países vuelven a tener un tamaño considerable para que los usuarios puedan leer, escribir, jugar, con comodidad. Por eso las editoriales extranjeras trabajan el mercado compartido del ereader y el móvil. Es tendencia. Y atención al dato: cuando el usuario se descarga un libro en el teléfono, va a parar a la carpeta de juegos. ¿La lectura como diversión! Eso sí que es un avance.

Nadie dice que el papel vaya a desaparecer; el romanticismo que acompaña al tacto y el olor de un buen libro no lo igualará ningún dispositivo electrónico (a no ser que a los proveedores les dé por hacer como en algunos cines y le pongan perfume a los ereaders). Incluso puede transformarse en un objeto de culto y regalo fino. Celaya ya se imagina un 2050 de libros digitales en el que regalar novelas en papel sea un detalle de buen gusto.