PINCHITO MORUNO

Cogerlo ahí

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Es que me estoy imaginando la escena. Esquina de la calle Caius Augustus con Caius con Garbanzus: Gades Romana. Es la hora nona (las ocho en Canarias). El romano raso Peio Flavio Escorpio Romaní (creo que le toca algo al concejal) hace patrulla de noche junto al cabo Pomponio Mela, apodado el carahuevo porque liaba unos pollos a los legionarios que llenaba el solo cuatro asadores del Corralón.

Flavio y Pomponio eran romanos de verdad, no de los que salían en el Ecce Homo, que la única romana que habían visto era la merluza que ponían en el Sardinero. A esa hora la patrulla era tranquila. Ya la gente se había recogido en sus casas a falta de televisión que les contara grandes cuentos (no existía Onda Pocavergüenza Cádiz), y había que conformarse con las batallitas que contaba el abuelo. De pronto, a la altura de la tienda de Gordillus, un romano que se dedicaba a hacer sarzillos, intuyeron la presencia de un intruso en un descampado donde se estaba construyendo un monumento al Balbo, un pijo de la época al que le gustaba ponerse monolitos.

Alto ahí, dijo con voz de película del Oeste Pomponio Mela, quedesé más parao que un juez en huelga. Peio Flavio Escorpio, impresionado por la situación, hizo ademán de sacar la espada. «Aonde va coóne, con la espada. No ha visto tú película de romano» le tranquilizó Pomponio. «Envainatela, penecito (de este vocablo vendrá luego la expresión popular pichita) , envainatela. Anda Gladiator, guarda la espada que nos vamos a buscá un disgusto. Tú más que la saque pa limpiarte las uñas, o tú ta creio que era de la guardia pretoriana de Roma, so vaina».

El que fue sorprendido con las manos en la masa, bueno más bien con un puntero y un mazo, salió corriendo como Raúl López cuando mete un gol, con cara de poseído, como si se le fuera a enfría el puchero. Peio Flavio quiso salir corriendo tras él para emprender una heroica persecución por las calles de Gades y salir luego en La Vó, pero Pomponio le volvió a cortar el punto: «Quieto ahí, no corras, que ya lo cogerá la patrulla de Seisdedus».

«Pero mi cabo, cómo se va a enterar Seisdedus de la existencia del prófugo si todavía no se han inventado los wolkitolki!. «Po ya puede ir haciendo la sirena con la boca» Caio, que tú tiene vó de coche del O92.

Caio hizo la sirena y al momento se personó en el lugar el cabo Seisdedus, con una libreta, y la patrulla del Puerrito de Gades, famoso entre los legionarios porque estaba siempre confiscando género cadudado a los fruteros. Perseguirlo dijo otra vez Pomponio, como en el papel de jefe de los Hombres de Jarrelson, pero en gaditano, que serían los hombres de Don Evelio. Nosotros... mientras, vamos a analizar el escenario del crimen, comunicó a Caio, como si fueran del CCI los dos. Levanta acta. Caio y Caio levantó una peazo de piedra ostionera para escribir el informe policial.

Los dos se acercaron a la piedra que había dejado el fugitivo y leyeron la inscripción. Pone Balbo, ...abrón. Es que verá usted mi cabo, es que no se entiende la primera letra. No sé si es una ele o una ce, y la cosa cambia mucho. Vamos a tener que llamar a la teniente Aguirrus, que es la que entiende de investigaciones, Caio. Que salga para la capital de Hispania un emisario, en el caballo de la Luz y el Agua, que es el más rápido de Gades.

Los peritos calígrafos que se acercaron hasta el lugar no supieron dilucidar si era una l o una c, la que antecedía a ...abrón, pero a pesar de ello Pomponio escribió un largo informe, que grabó además en la piedra ostionera, mientras cantaba un pasodoble de Quince Piedras de Enrique Villegas, del que se había comprado un CD, cuando estuvo sirviendo en La Marina (la de guerra, no la que hace los churros junto a la plaza).

Del prófugo nada se supo. La leyenda dice que era de Comisiones Obreras y que tropezó con una farola del Campo del Sur y desapareció en el mar. Cuentan que su espíritu vaga desde entonces por Cádiz, que ha inspirado varios carteles de Carnaval y que es el verdadero autor de las pintadas que dice Juicio de la Nasa, ya. En Cádiz, hasta las pintadas tienen 3000 años de antigüedad. Con el Ayuntamiento de Cádiz, sí.