LOS PELIGROS

Ahora se llaman veladores

El proyecto provisional para la plaza Santa María del Mar traslada las cocinas abajo pero mantiene una terraza de mesas con un equipamiento de volumen desconocido

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Sacaba LA VOZ la exclusiva de las modificaciones proyectadas por el Ayuntamiento para el polémico equipamiento hostelero de la plaza Santa María del Mar. En seguida, fue matizada esa información por declaraciones municipales que aseguraban seguir trabajando en el proyecto, sin tener aún nada decidido. Tenemos, así, la filtración de unas ideas, sobre las que parece que se duda, para sondear la opinión pública antes de tomar decisiones. Hay que analizarlas, por lo mismo, sólo como la posibilidad que todavía es, no como un proyecto definitivo. Sería injusto condenar al Ayuntamiento por algo que aún no ha decidido. Pero, por lo mismo, no se puede tampoco ahora culpar de intolerante al movimiento ciudadano que defiende un uso público de la plaza, porque su reacción a algo provisional sólo puede ser, igualmente, provisional. Cuando el Ayuntamiento presente su prometida alternativa, ya se podrá valorar la proporcionalidad de la respuesta. Ahora sólo se ha acordado reanudar las protestas para pedir claridad. Me parece que llevar ya casi seis meses sin ninguna aclaración es motivo suficiente para estar molestos. Y una aclaración es sólo eso, una idea global de qué se quiere hacer allí, no un proyecto técnico completo.

Lo que puede ser pero todavía no es seguro

De hecho, lo conocido aporta insuficiente información sobre el diseño final del espacio. Sabemos que se baraja utilizar los bajos de la plaza, construidos específicamente para ese fin, como establecimiento hostelero. Es una idea muy razonable y una petición de los ciudadanos movilizados. Como también que se acristale su fachada, haciendo más atractivas las vistas desde el interior. Pero el resto plantea muchas dudas.

Se abre una entrada en el suelo de la plaza, para comunicar el restaurante con su terraza. Esa entrada hay que protegerla, por seguridad. Se habla de una estructura de cristal como las empleadas en los apeaderos del soterramiento. Aunque, caben en esa definición, suponemos que no se referirán a las descomunales pirámides por las que entran los viajeros. Quedan las cabinas de salidas de emergencia. No son un gran alarde estético en medio de una plaza que se quiere turística. Para complicarlo aún más, también se habla de un velador para servir las bebidas. Aquí hay una confusión de vocabulario, porque veladores son las sombrillas que protegen las mesas, por extensión del candelero marinero, o las mesitas en sí, de un solo pie. Salvo que se les quiera dar un toque de fiesta familiar, ningún bar sirve bebidas desde una mesita sino en una barra. Esa barra necesita una estructura, cerrada también por seguridad. Se llama quiosco, pero se ha tenido buen cuidado de huir de la palabra. No está claro tampoco si hablan de dos estructuras distintas, o si el llamado velador está dentro del armazón acristalado. Nada se dice del tamaño y provisionalidad de uno y otro.

Todo esto nos lleva, o bien a un considerable quiosco, que ya se tiene buen cuidado de no llamarlo así, o a su división en dos espacios menores que, contados por separado, no abulten ni escandalicen tanto. Como la existencia de la terraza con mesas exige esas dos estructuras, porque sería ridículo plantear un servicio que tuviese que recorrer continuamente la rampa, oponerse a estas estructuras supone negarse a la terraza. Esa postura es bastante coherente, pero ahora se quiere presentar a la plataforma de ciudadanos que se manifiesta contra la privatización de la plaza como gente tan intolerante que hasta les molesta algunas mesitas de bar.



Ahondar en las divisiones

Está claro que unos ciudadanos están a favor y otros en contra del uso hostelero de esa plaza. A la vista de los comentarios que la noticia ha provocado parece que la división se ha ahondado. Y, lo que es peor, agriado hasta el insulto. Para ser una información que no deseaba dar el Ayuntamiento, le ha reportado beneficios. A la desmovilización del cansancio que provoca alargar tantos meses este contencioso, para adormilarlo, se añade ahora una supuesta cesión municipal, que no deja de ser oficiosa y poco comprometedora, a la que la plataforma contesta con lo que algunos consideran intolerancia. No se ha cedido nada, porque las novedades son la ampliación del negocio al piso bajo, que habría que ver si precisa un nuevo concurso público, y, de momento, sólo un buen trabajo publicitario en la venta del uso parcial de la plaza. Ya nadie habla del volumen de las nuevas estructuras. Tampoco se añade nada para «mejorar la capacidad de uso público» de la plaza, comprometido por el Ayuntamiento en mayo, al anunciar cambios en el proyecto. Ese discurso belicoso, de cesiones y triunfos, provoca adhesiones inquebrantables. No hablamos aquí de los míos y los tuyos, sino de discutir razones. Quienes defienden esa terraza de mesas al borde del mar, olvidan que ya existe una enfrente, en la otra acera, con las mismas vistas. También cuando se aprobó la ley de Costas se quejaban de no poder construir sobre los acantilados. No quebraron los restaurantes cuando se les obligó a edificar unos metros más allá. Y hoy ese espacio libre lo disfrutamos todos.