La programación del Falla no da ni frío ni calor. / G. H.
LA HOJA ROJA

Contradicciones

La próxima semana llega al Teatro Villamarta de Jerez la versión española del musical High School Musical, que por si no lo saben es la última gallina de los huevos de oro salida de la factoría Disney, un auténtico fenómeno cultural que ya va por su segunda entrega televisiva y amenaza con una tercera que se estrenará en noviembre, pero esta vez en la pantalla grande. Las andanzas de Troy, Gabriella, Sharpey, Ryan y todos estos que usted conoce mejor que yo porque tiene hijos en edad adolescente que berrean lo de It's summer time y suspiran por un Wildcat, recuerdan peligrosamente a las de John Travolta y Olivia Newton-John y a las de West Side Story. Seis funciones desde el próximo día 11 hasta el 14 a precios nada populares que, sin embargo, han sido un rotundo éxito de taquilla, algo que no hacía falta ser un lince para intuir dado el marketing de la Disney. En Jerez, insisto, no en Cádiz, donde ya se ha presentado la programación de otoño del Gran Teatro Falla, una programación muy adecuada para este teatro ya que no da ni frío ni calor, más de lo mismo o mejor dicho, da lo mismo, que no son buenos tiempos para la lírica ni para nada.

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Demasiado pequeños para Grease y demasiado mayores para High School Musical, la mía no es una generación de musicales, más bien somos de banda sonora, de La Misión, de Memorias de África, de Oficial y Caballero, de Carros de Fuego, herederos de la cultura norteamericana de la ingenuidad, la lealtad, la sinceridad y todas esas pamplinas que los yankis venden como nadie y que aquí nos creemos a pies juntillas. Como los internautas, que se creen todo lo que leen en la red y no saben distinguir una noticia de un bulo, según dicen las estadísticas. Eso, a nuestros políticos les viene estupendamente. Blandengues, medio lelos y crédulos.

Y a las pruebas me remito. Cuando ya todos dábamos por sentado que Obama sería el primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos «yo tuve un sueño», llegan los republicanos con los ases que tenían guardados en la manga, y sacan a la luz, en un alarde de sincera honestidad para arañar votos, a la hija ilegítima del candidato McCain, que también es negra -decir de color sería más políticamente correcto pero no tan efectista- , sus relaciones extramatrimoniales y la fantástica candidata a la vicepresidencia, la pluscuamperfecta Sarah Palin, madre entregada a sus cinco hijos, que condena el aborto hasta el punto de presumir del embarazo de su hija adolescente, que se define como defensora de la vida y de los valores más tradiciones aunque se muestra a favor de la pena de muerte y pertenece al club del rifle. «El mundo es demasiado peligroso», dice temerosa. Con gente como ella, no lo dudo.

Son las contradicciones en las que nos movemos. Andalucía será pionera en contar con una ley de muerte digna. Algo en lo que, según explicaba la Consejera de Salud, María Jesús Montero, coinciden un noventa y tres por ciento de los andaluces -miedo me da lo que pensarán el siete por ciento restante- . Los profesionales sanitarios deberán respetar las decisiones de los pacientes aunque ello pueda poner en peligro su vida. Pues muy bien. Dice la consejera que hay que alegrarse porque la aprobación de esta ley nos habla de una sociedad madura, serena, consciente y todos esos adjetivos que suelen añadirse cuando no se sabe que decir. Lo cierto es que desde que cerró el cementerio de San José -insisto en el mal gusto de llamar al futuro parque o engendro que vayan a inaugurar allí, Parque del Descanso- se incrementaron en Cádiz las incineraciones, hasta tal punto que lideramos esta práctica en España. El desplazamiento hasta el Mancomunado no es plato del gusto de nadie y a pesar de que un autobús cubría a diario el trayecto, un autobús al que incluso pusieron un sobrenombre en relación a las viudas que viajaban en él, poco a poco se ha ido imponiendo la costumbre de la incineración y posterior esparcimiento de las cenizas por los lugares más inapropiados para tal uso que podamos imaginar, ya que no han calado entre los gaditanos los innovadores cuadros-urna en los que junto a las cenizas podemos tener una foto del finado, ni la menos atrevida práctica de repartir pequeños relicarios entre familiares y allegados. Santa Bárbara, La Caleta, Cortadura, el Campo del Sur, el trayecto del vaporcito cualquier sitio es bueno para deshacerse de lo que ya no es nada, decimos. Y no se tiene en cuenta que al no existir una legislación fijada para tales actividades, al no existir un control sobre dónde y cómo esparcir las cenizas, estamos convirtiendo el litoral en un gran columbario, que también es contaminante. Una muerte digna, se nos llena la boca, pero no una sepultura digna como decían las obras de misericordia, que eso es muy antiguo y muy caro.

Contradicciones que nos mueven por los peligrosos caminos de lo virtual y lo real. Contradicciones que llevan a la ministra de defensa a detenerse en la estética -¿o en la ética?- de los uniformes militares femeninos y no en las condiciones de trabajo de estas mujeres que hace ya veinte años que se incorporaron con toda naturalidad a un mundo profesional que por tradición estaba limitado a los hombres. Contradicciones que arrastran a los padres a objetar contra una asignatura que, en principio, pretende recomponer los pedazos de una sociedad que poco a poco nos hemos ido cargando. Contradicciones en el número de plazas de guardería que se ofertan y en el número de nacimientos que se producen. Contradicciones en el sostenimiento de un sistema educativo público y la demanda creciente de centros concertados. Contradicciones entre una sociedad aconfesional y los dos rosarios de la aurora que nos esperan mañana.

Al final, algo de razón tiene la yanki. El mundo es peligroso. Pero es el que tenemos y nos tendremos que conformar. A nosotros, que no somos de musicales, no nos queda más remedio que aceptar que Jesucristo Superstar es la apuesta cultural de la temporada en esta ciudad. Habrá que ir, digo yo. Aunque sea por hacer una obra de misericordia.