Cultura

La poesía de vacaciones

Los poetas cierran en agosto sus oficinas literarias a la espera de reencontrarse con las musas tras el descanso estival

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El verano, especialmente agosto, es un mal momento para resolver trámites con la administración, para buscar un instalador de aire acondicionado -con la falta que hacen- o para cortarse el pelo. Como contrapartida, el verano, y especialmente agosto, nos permite disfrutar de un tiempo ocioso -precisamente el que nos deja libre la burocracia, el bienestar doméstico o nuestro cuidado estético- para hacer exactamente lo que nos dé la gana, cosa tan poco probable durante el resto del año.

En verano, especialmente en agosto, parece que todo se detiene. Todo para, todo descansa, menos el sector servicios, rama hostelería. Bares, terrazas, restaurantes, hoteles, campings andan con bastante faena a pesar de la innombrada, de la perifrástica, de la eufemística desaceleración -llámese crisis-.

Sin vacaciones

Otro de los sectores del tejido productivo de este país que no para es la poesía. Como todo el mundo sabe, un poeta cotiza a Hacienda -poco- por su trabajo estrictamente lírico y -algo más- por sus trabajos nutricios, que lo llevan a arrastrarse de aquí para allá, de charla en charla, del taller de creación poética a la grasa del taller mecánico, desde la civilizada aula universitaria a la más arriesgada de la secundaria obligatoria, de la oficina de la editorial a la oficina de pesaje en el basurero.

En cuanto a estos oficios que pagan hipotecas y cañas, no todo el mundo cuelga el cartel de cerrado por vacaciones. Hay quien aprovecha para adelantar folios de su tesis sobre la obra poética de José Manuel Caballero Bonald, como le sucede al poeta de Los Villares (Jaén) Juan Carlos Abril en su retiro familiar de Marsella, o para preparar, en el caso del poeta hispano-brasileño Eduardo García, hasta tres intervenciones públicas: una disertación sobre poesía y filosofía para la Universidad Carlos III de Madrid, una lectura para la Menéndez Pelayo y otra charla acerca de la relación entre poesía y memoria para la Bienal de Poesía de Brasilia a celebrar en septiembre.

El gaditano José Manuel Benítez Ariza, a pesar de que su tarea pedagógica ha concluido con el curso escolar, sigue a pie de obra con sus columnas de opinión y con su blog, porque como confiesa en su entrada del día 18 de Julio «la escritura constituye en mí, hoy por hoy, el único verdadero intervalo de reflexión que me permito; o, dicho más claramente: que no pienso de otro modo que escribiendo».

Poetas gaditanos

No obstante, parece que muchos de los poetas paisanos de Benítez Ariza prefieren dedicarse a otro tipo de actividades.

Algunos de los de aquí han preferido quedarse por esta tierra. Es el caso, por ejemplo, de Jesús Fernández Palacios. El poeta gaditano para estas fechas opta por la regalada vida retirada en bañador al lado de la playa, sin horarios ni ordenador, pero con la despensa del cuerpo bien surtida de viandas y caldos, para agasajar a los amigos, y una biblioteca no menos selecta para alimentar al alma en vacaciones.

El mismo Benítez Ariza tampoco desdeña los placeres contradictorios y complementarios que proporciona la costa más cercana: lectura del Fedón y muchacha en top less tumbada a cinco metros de Platón y del poeta. Según sostiene el escritor gaditano en su blog Columna de humo, es lo más cercano a la plenitud.

Mientras que estos poetas de Cádiz tratan de encontrar esa plenitud sin salir de casa, los hay que aprovechan para viajar, a pesar de las incomodidades que vienen aparejadas a estos meses veraniegos, especialmente a agosto, gracias a la labor de agencias y touroperadores.

José Manuel García Gil, que acaba de publicar un nuevo poemario titulado Aguas prohibidas, ha pasado una temporada por Mallorca tras los pasos de Robert Graves en Deia y rastreando las huellas que la pareja formada por Chopin y George Sand dejó en el claustro de la Cartuja de Valldemosa.

Otro poeta gaditano que persigue en vacaciones fantasmas literarios es Alejandro Luque. Tras su viaje al corazón de Manhattan a casa del escritor cubano Edmundo Desnoes y de su mujer Felicia, parece que Luque ha orientado su brújula viajera al oeste de los Estados Unidos y esta vez ha decidido seguir los pasos de Jack Kerouack y toda la generación beat por la muy literaria ruta 66. De la mano del amor a Borges o de Borges y el amor, Alejandro Luque estuvo un tiempo por Sicilia y de ahí surgió su libro Viaje a la Sicilia con un guía ciego. Quizá de este periplo nuevamente literario haya que esperar algo más que fotos y apuntes. De momento se pueden leer noticias de su viaje al far west en su blog Raíces y puntas.

Familias y viajes

Como en Navidades, los traslados veraniegos parece que han de cumplir además con la familia. En muchas ocasiones se ha de dividir el tiempo y no siempre a partes iguales. Por Cádiz pasará a ver a la familia la poeta madrileña Vanesa Pérez Sauquillo, antes o después de otro viaje muy literario por la Irlanda menos turística, la del oeste, inspirada por el poeta irlandés W. B. Yeats. Piensa la poeta que «recorriendo Irlanda uno siente el verso de Yeats: 'tread softly, because you tread on my dreams' -pisa con suavidad, porque caminas sobre mis sueños-». Y ella está dispuesta a experimentarlo este verano.

Por Almería y en familia también pasará una temporada Eduardo García -cuatro días para ver a su sobrina- antes de recorrer en coche los Alpes italianos sin horarios ni rutas prefijadas y abierto a la belleza del paisaje y de la arquitectura.

Hay quien prefiere combinar viaje y familia a un mismo tiempo como Jesús Munárriz, que ha estado ejerciendo de cicerone por París con sus dos hijas antes de encerrarse en este mes de agosto para preparar y revisar algunos libros que tiene pendientes de entrega.

Pero también hay quien se inclina por dedicar todo el verano a la familia y a la casa propia, como la cordobesa Elena Medel. Después de un año fuera, su programa de actividades veraniegas resulta más que atractivo: «Duermo hasta una hora razonable, trabajo por la mañana, por la tarde leo y escribo. Las noches las invierto en una terraza, en el cine de verano o en el auténtico hit de la estación, que es el piso de mi cuñado: aire acondicionado, comida precocinada, buenas películas, mejor compañía. ¿Para qué quiero más?».

Ya sea en el frenesí del viaje o en la tranquilidad familiar, es posible que las musas también se tomen sus propias vacaciones estivales y abandonen al menos en agosto a los poetas. Como mucho, se toparán con algunos de ellos en Irlanda, Los Ángeles o Córdoba, pero muy de pasada. Además, aunque decidan acoplarse testarudamente en el equipaje del viajero, entre traslados, aeropuertos, hoteles o mimos paternos es difícil hallar un tiempo y un espacio para sentarse a escribir poemas. No obstante, las musas suelen aparecer con la lectura. Todo el mundo sabe que el escritor se define, antes que otra cosa y sobre todo, como lector. El verano y sus vacaciones son un tiempo propicio para poner al día las lecturas que otras ocupaciones nos han robado a lo largo del año. Por eso, ya sea en el nirvana del chalet playero de Jesús Fernández Palacios o en el equipaje de los poetas viajeros, siempre se reserva un espacio importante para los libros.

Algunos, incluso, hacen su lista y sus propósitos. Luis Muñoz, por ejemplo, tiene muy claro cuáles son los títulos imprescindibles que va a echar en su maleta de poeta en tránsito: «Para leer me llevo algunos libros como La voz interior de Darío Jaramillo Agudelo, la antología de José Bergamín que ha preparado Andrés Trapiello, Claro y difícil, y Ondulaciones, la poesía reunida de José Miguel Ullán».

Al final los poetas -como los camareros-, se dedican a la lírica o a la épica de sobrevivir con otro tipo de oficios, no descansan ni en verano, por mucho que ellos así lo crean entregándose a la nada de la playa más cercana o a no perder las conexiones aéreas.

Habrá que darle la razón al también poeta gaditano Felipe Benítez Reyes, «mis días de verano no tienen nada de especial, porque hago casi lo mismo que durante el resto del año, aunque todo con más calor y, consecuentemente, con más fatiga».