BAILE. Lucía Ruibal, deslumbró a todos en el Pay Pay. / L. V.
Cultura

Debut en el pay-pay

Dieciocho años, cinco de conservatorio y otros tantos de baile en clases particulares impartidas minuciosamente por Natalia Acosta: ese era el bagaje que, en la noche del pasado sábado, subía la bailaora portuense Lucía Ruibal al escenario del café teatro Pay Pay. Su profesora -forjada junto a Sara Baras- estuvo con ella en todo momento, jaleándola, haciendo palmas, bailando con el rostro y pegándose su patadita en un fin de fiesta junto a todo su equipo: la guitarra joven pero sabia de Jesús Núñez, la voz neófita y jerezana de Manuel Soto, o el baile competente de Juan Fernández, con quien la joven debutante inició el espectáculo con un paso a dos.

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Paloma García, maestra de ceremonias, lo había anunciado: ella era algo más que una promesa, a la que se le había podido ver junto al Grupo Toma Castaña, por alegrías en la última sesión anual del espectáculo Nochebuena en Cai, o junto al grupo flamenco Hachipén, en alguna que otra peña.

El VI Ciclo de Flamencos de Cádiz, organizado por la sala de la calle del Silencio con el patrocinio de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Arte Flamenco y de Cajasol, permitió contemplar su talento en plenitud: fuerza ametralladora en los pies pero sutileza, energía y elegancia en el braceo, cuyos dibujos en el aire constituyeron la principal seña de identidad de su puesta de largo.

Destacó en su interpretación de las seguiriyas, superado cualquier atisbo de miedo escénico, componiendo una estampa hermosísima, casi hipnótica, mientras entre el público, a su padre Javier Ruibal, a su madre Pilar y a su hermano Javi se les caía literalmente la baba entre una muchedumbre de afectos. Sudor, energía y un silencio de misa de doce: Lucía estuvo aliviada por el cante de Manuel Soto, con un apellido que le exigirá una responsabilidad enorme y que se atrevió a entonar una hermosísima malagueña con aire de granaína que remite a su doblemente tocayo Manuel Torre y a Enrique Morente.

Soto fue quien inició la segunda parte, dando inmediatamente pie a que Lucía se luciese por alegrías y rematase la función por fiestas, con todo el cuadro y todo el público en pie.

El programa flamenco del Pay Pay -en homenaje al cantaor Pepe Millán- había llevado el viernes a ese mismo escenario a David Palomar, que actuó junto a una de las mejores divisiones pánzer de la guitarra actual: Rafael Rodríguez, Keko Baldomero y Ricardo Rivera, prodigiosos todos en conjunto o en solos sucesivos. Palomar fue jovial hasta por seguiriyas y riguroso en un repertorio que evitó sus pregones, pero que sedujo al público en un constante homenaje a la trimilenaria.

En primera fila, entonces, la cantaora cordobesa y almeriense India Martínez, invitada el próximo 29 de agosto a este mismo ciclo que cerrará Samara Montañez al día siguiente.