Manuel Flores Valverde, uno de los integrantes de 'la banda de la carretera' saliendo de los calabozos de la Comandancia en Cádiz. / Miguel Gómez
crimen de El Marquesado

La jueza decreta prisión incondicional para Manuel Flores

A los otros tres hermanos Flores les imputan más de medio centenar de delitos cometidos sólo desde junio El fallecido aprovechaba sus salidas de la cárcel los fines de semana para perpetrar los asaltos

/ Cádiz Actualizado: Guardar
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Tras varias horas de declaración en los juzgados de Chiclana, la jueza ha decretado un auto de prisión incondicional para Manuel Flores, uno de los integrantes de la banda de la carretera.

El detenido es el único de los cuatro integrantes del clan que salió ileso en el tiroteo ocurrido en la autovía A-381 en la madrugada del pasado sábado. Fue interrogado primero en los calabozos de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz y ayer pasó a disposición judicial donde la jueza decidió enviarlo a la cárcel sin posibilidad de fianza.

El fin de 20 años de crímenes

En el punto kilométrico 47 de la autovía Jerez-Los Barrios se frenó en seco y para siempre la vida de un peligroso delincuente que pese haber sido condenado a más de cien años a principios de los 90, aprovechaba cada permiso carcelario para asaltar, robar e incluso asesinar a quien se le cruzaba en su camino. Cristóbal Flores Arenas fue el cabecilla de la antaño conocida banda de la carretera a la que le imputan medio centenar de delitos perpetrados sólo desde el mes de junio en la provincia de Cádiz, aunque les precede un historial criminal que aterró al norte del país desde 1989 a 1991. La Guardia Civil confirmaba ayer que también actuaron en las últimas semanas en Málaga.

Las fechorías de estos delincuentes en tan corto periodo de tiempo no es lo único que causa estupor, sino que el objetivo de la reinserción falló por completo con los hermanos Flores, ya que todos pasaron por la cárcel y la experiencia entre rejas no les sirvió para saciar su sed de violencia. Cristóbal, de 39 años y el mayor de los integrantes de la banda, cumplía condena en la prisión de Huelva, según confirmaron ayer fuentes penitenciarias. Tras haber sobrepasado más de las tres cuartas partes de su pena, había alcanzado el tercer grado y disfrutaba de permisos de fin de semana.

Junto a su hermano Manuel, que es el único que permanece confinado en los calabozos de la Comandancia de la Guardia Civil de Cádiz, sembraron el terror entre 1989 y 1991 por Castilla y León, Cataluña, La Rioja y Aragón. Como ya adelantaba en exclusiva LA VOZ en su edición de ayer, la prensa los apodó la banda de la carretera, la cual cayó en diciembre de 1991. La Guardia Civil los detuvo a ambos cuando acudían al sepelio de otro integrante del clan, su hermano José, quien había muerto en otro tiroteo con la Policía. Años después el destino le depararía el mismo final a Cristóbal.

Los dos fueron sentenciados a más de cien años de prisión por más de treinta delitos que incluían agresiones sexuales y varios homicidios, entre ellos el de un camionero de León, Jesús Rodríguez Amigo, de 50 años, que fue disparado a bocajarro mientras dormía en la cabina de su camión. Pese a la abultada condena, el Código Penal que regía a principios de los 90 fijaba un cumplimiento máximo, como regla general, de 20 años. De ahí que Cristóbal estuviera apurando sus últimos días entre rejas y su hermano Manuel ya estuviera libre.

Los fines de semana en libertad eran aprovechados por el mayor de los Flores para cometer sus golpes, al menos desde el mes de junio, cuando ocurre el primero de ellos en una finca de El Berrueco (Medina Sidonia). Cristóbal se garantizaba así el mejor de los escondites. Recluido entre semana, se mantenía lejos de las investigaciones.

Al menos otros dos integrantes de la banda también cometieron delitos cuando aún no habían saldado sus cuentas con la justicia, según las primeras averiguaciones policiales. Fernando y Francisco Flores Nieto, que resultaron heridos por disparos y permanecen ingresados y custodiados en la habitación 121 del Clínico de Puerto Real, estuvieron supuestamente implicados en un ajuste de cuentas en Sevilla ocurrido en 1998, y que se saldó con la muerte de un hombre de etnia gitana de un clan rival. Por esas fechas, ambos podían estar ingresados en un CIS (Centro de Inserción Social) donde los reclusos salen a la calle en un regreso paulatino a la sociedad.

Ese ajuste de cuentas pudo ser el punto de inflexión que les llevó a trasladarse a Cádiz, teniendo en cuenta que sus raíces familiares se hunden en una pequeña localidad de Navarra (Buñuel). Las mismas fuentes consultadas explicaron que por esas fechas decidieron alejarse de la capital hispalense por temor a ser víctimas de las represalias de los familiares de la víctima. Y se asentaron en Jerez.

La vivienda de la calle Z de la barriada de El Chicle era el domicilio habitual de Cristóbal y Manuel Flores. Ese piso fue registrado la tarde del domingo por agentes de la Policía Judicial del Instituto Armado y de la UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta) de la Comisaría Provincial. En su interior, hallaron herramientas y joyas que supuestamente fueron sustraídas de alguna de las casas asaltadas. Los otros dos hermanos, Francisco y Fernando, están afincados en El Portal.

El primer interrogatorio

De los tres integrantes de la banda que salieron vivos del tiroteo en la A-381, tan sólo ha podido ser interrogado Manuel Flores Valverde, de 35. Él fue el único que se rindió cuando comenzó el tiroteo. Lanzó al suelo la escopeta que portaba y levantó los brazos, mientras sus hermanos seguían disparando. Según ha podido saber este periódico, en su primera declaración ya ha confesado su participación en los cuatro asaltos que perpetraron el sábado en San Roque y el robo del Citroën C4 en otro palo que cometieron el 15 de agosto en una vivienda del Pago de Carrahola, en Puerto Real. Como ya se informaba en la edición de ayer, ese vehículo fue localizado por un policía en la barriada La Milagrosa, en Jerez. Ese descubrimiento fue providencial porque permitió seguir los movimientos de la banda hasta que cayeron en la autovía.

La historia se puede repetir también para Manuel Flores. En el año 91 fue quien enseñó a la Guardia Civil dónde guardaban las armas y llegó a confesar una treintena de delitos. Sin embargo, esas pruebas fueron anuladas por el Supremo porque se habían obtenido sin que estuviera presente un abogado defensor. Esto le valió para obtener una pena inferior a la que le impusieron a su hermano Cristóbal.

Sin escrúpulos

La Guardia Civil envió ayer un comunicado oficial en el que confirmaba que a la banda se le imputa la siguiente friolera lista de fechorías: el homicidio de Tamara Leyton, otros dos en grado de tentativa, varias lesiones con arma de fuego, más de treinta robos en viviendas, casi una decena de vehículos -la mayoría terminaban calcinados- y otra docena de armas largas sustraídas. La falta de escrúpulos de estos delincuentes se evidencian cuando sólo un mes y medio después del crimen de El Marquesado, regresaron a una zona cercana para desvalijar otra vivienda.

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